Algunos de manera voluntaria, otros sin darse cuenta,
quienes se sientan a la mesa para dialogar sobre las concesiones mutuas que
serán necesarias para “destrancar” el juego político venezolano llegan a convertirse en socios de la
degradación moral de la sociedad venezolana.
Ya podemos ver como uno que otro ex -demócrata escribe crónicas pomposas
y regocijadas, en las cuales dicen cosas como estas: “como un aleteo de afantasmados murciélagos, resuena
el
clamor de tanta hueca consigna: seis meses, abandono del cargo, calle calle
calle, cese a la usurpación-gobierno de transición-elecciones libres, la ayuda humanitaria entra
por Cúcuta… sí o sí, máxima presión, con delincuentes no se negocia, dictadura
no se entrega, comunismo no pierde elecciones y demás babiecadas”. Ver:
Enrique Ochoa Antich, https://www.aporrea.org/oposicion/a305287.htmlel). Para
gente como esta los intentos de los venezolanos por sacudirse el yugo de Chávez
y Maduro no han pasado de ser “babiecadas”. Agrega ese autor: [los esfuerzos de los venezolanos por expulsar del
poder a los criminales] “cohesionaron a
la Fuerza Armada alrededor de su Comandante en Jefe: ¡Leales siempre!
¡Traidores nunca!”, justificando la traición de la fuerza armada al país.
Quienes deciden doblar la cabeza en “aras de la hermandad entre
venezolanos” establecen una dualidad falsa, al decir que o se persigue la paz o se es sediento de sangre. Quienes abogamos
por una rebelión popular en contra de los asesinos y ladrones del chavismo
somos clasificados como adoradores de la violencia. Los apaciguadores no
quieren o no pueden entender que quienes abogan por una rebelión popular lo
hacen en defensa de la libertad, de la democracia y de la dignidad del
individuo, todo lo cual está hoy comprometido seriamente.
Cuando las víctimas se sientan con los victimarios, esperando obtener concesiones
aceptan un proceso de regateo que inevitablemente los lleva a ceder principios
y valores. Ello lleva a ganar algunas
escaramuzas pero a perder la guerra,
perpetuando a Venezuela como una sociedad cómplice y abandonando
la aspiración de pertenecer a una
comunidad de naciones para siempre libres de tiranuelos.
El liderazgo se ejerce a través del ejemplo. El apaciguamiento de Chamberlain,
su empeño en arreglarse con Hitler “por las buenas”, hubiera cambiado negativamente
el curso de la historia de no mediar un Churchill. Pétain y Laval se entregaron
a los nazis mientras el héroe fue el irreductible De Gaulle. Henry Kissinger fue a París buscando paz con honor y terminó
negociando los términos de una rendición con los vietnamitas. En Colombia, el
convenio de paz con las FARC no ha logrado mucho más que sentar a sus líderes en
el Congreso, con privilegios que nunca se le concedieron a los sectores
democráticos. En Chile, en España, las transiciones tan alabadas y tan
aderezadas con concesiones indebidas a las dictaduras acentuaron los
resentimientos que afloran de nuevo con fiereza. Mandela negoció en África del Sur desde una
posición de fuerza, cuando ya él estaba en el poder, pero hoy el país es un
caos. La entrega de principios en aras de la “paz” no ha sido recompensada
históricamente con mejores formas de vida para las sociedades involucradas. Al
contrario, ha contribuido a desmoralizarlas profundamente y a aceitar el camino
de regreso de demagogos, tiranuelos y populistas.
En Venezuela las negociaciones con la pandilla criminal de Nicolás Maduro envían
al pueblo, ya profundamente herido después de 20 años de persecución y sadismo,
un terrible mensaje: “Si quieres mejores condiciones de vida, dobla
la cabeza, arrodíllate, resígnate a ser un pueblo esclavo de los que tienen el
fusil en la mano. Ellos han ganado”.
Estas negociaciones en México asemejan una telenovela, una reunión hoy, la
próxima el mes que viene, lo cual garantiza la permanencia de Maduro en el
poder mientras conversan, analizan, se sonríen y se dan la mano los buenos con el
hijo de Maduro. Después de meses, aún si se suspendieren sin resultado alguno, estas
negociaciones habrán significado la consolidación de Maduro en el poder. Las
elecciones presidenciales tendrían que esperar hasta 2024, y este alargamiento
representa la coexistencia pacífica con
la pandilla de Maduro sin garantizar un cambio de régimen.
La rebelión es lo único que podrá recuperar la dignidad destruida de la
sociedad venezolana, lo único que permitirá arrancar de raíz la mala hierba, eliminar
la úlcera pestilente que ya tiene 20 años pudriendo el cuerpo de los venezolanos.
Oigo con decepción la voz de
quienes se preparan para votar en elecciones
regionales, como se habla con entusiasmo y esperanza de las estrategias
de negociación con la pandilla criminal. Los alacranes surgen de donde uno menos los
espera.
Venezuela asiste a un proceso de profunda degradación moral.
Asi es Gustavo. Los alacranes se reunen por enesima vez pero muchos dicen que ahora si va a funcionar este dialogo en Mexico.
ResponderEliminarHa comenzado una nueva farsa de diálogo sobre Venezuela. En esta ocasión, aunque nuevamente con los noruegos como “expertos negociadores”, la locación no es ni ese país nórdico ni el Caribe, sino México. Una farsa que se mueve al ritmo de rancheras, tacos y -por supuesto- de una telenovela cuyo final ya conocemos.
ResponderEliminarLo primero que hay que decir es que el régimen venezolano ya ganó y lo hizo sin mucho esfuerzo. El documento de partida con el que se pretende llegar a un acuerdo entre las partes, reconoce a ese régimen como “gobierno de Venezuela” y a la delegación del hasta entonces presidente interino Juan Guaidó como “plataforma unitaria”, poniendo fin a eso que se llamó “interinato”. El régimen, ni corto ni perezoso, ha hecho de ese documento una pieza histórica con la que se retrata en todas partes porque representa su victoria: ser reconocidos como gobierno, recuperando para sí la legitimidad que la misma comunidad internacional que hoy lo avala, le había quitado en 2018.
Eso, además, desde México, país que han querido vender como neutral cuando todos sabemos que su gobierno es socio del régimen y donde Andrés Manuel López Obrador pretende desplazar a la Organización de los Estados Americanos (OEA) para revivir la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en un intento de erigirse como el líder de la izquierda progresista regional, así como Hugo Chávez lo intentó en su momento con la petrochequera. La realidad es que la supuesta neutralidad del gobierno de México es tan falsa como la buena voluntad del régimen venezolano para ceder el poder por las buenas.
Escribe con nosotros, Gustavo.
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