Querido amigo:
Este mes se cumplen 18 años de mi salida de
Venezuela. En mi caso se trata de una
salida sin retorno, dada la situación que prevalece en el país, mi avanzada
edad y el haber perdido a mi esposa hace un año, a cuyo lado deseo descansar.
Deseo comenzar esta carta con una afirmación positiva: La ausencia física no es realmente trágica si uno se lleva a su país en
el corazón. La memoria no es idéntica a la nostalgia. La memoria nos
permite vivir en la patria a
voluntad. La ausencia nos permite idealizar el país que dejamos, haciendo
posible borrar parcialmente de nuestra mente las horribles verrugas morales y
las llagas físicas del país en el cual debe vivir el venezolano de hoy.
Nuestros compatriotas viven hoy en una Venezuela que yo no reconozco, pues la
que siempre existirá es la que vive en mí.
Hace 18 años dejé mi hogar en una zona
rural de Venezuela, donde vivía rodeado de árboles frutales y majestuosos
araguaneyes. Mis últimos recuerdos antes de partir son los de la vaca de mi
vecino comiéndose mis matas de cayenas. Lo único que lamento es haberme ido sin
aplicar la justa retribución de comerme la vaca.
Nuestra casa en la zona de Barrera, estado
Carabobo, había sido construida con ayuda de la gente del lugar, pequeño pueblo
donde no había cine, no había biblioteca pública, no había teléfonos pero, eso
sí, tenía unas siete bodegas donde abundaban la cerveza y el aguardiente. La
gente del lugar era buena pero lo esperaba todo del gobierno.
Hoy estoy trasplantado al estado de
Virginia, un extenso estado de USA con un acentuado sabor rural. Vivir aquí me
ha despojado de la carga espiritual que tenía en Carabobo, obligado a vivir en
una sociedad abrumada por la humillación. Disfruto hoy en Virginia de lo que
Aquiles Nazoa llamaba “Las cosas más sencillas”, la posibilidad de ir
descubriendo el encanto de lo cotidiano.
Si tuviese que resumir esta vida que hemos
llevado en Virginia en una sola palabra diría que es “predecible”. Ello ha constituido
la clave de mi bienestar. En Venezuela la palabra clave que regía nuestra vida
era “el azar”, ese no saber qué iba a sucedernos, si regresaríamos a casa
vivos, aun cuando nuestra salida fuese solo al mercado, al consultorio médico o
al cine. Ya en 2003, cuando salimos de Venezuela, se acentuaba la escasez en las bodegas del área, entre Carabobo y Cojedes,
las cuales apenas exhibían lánguidas lechugas y plátanos negruzcos de aspecto
desesperanzado. En cada esquina era inevitable ver un afiche del gran defensor
de los pobres, el paracaidista que nos traería la felicidad instantánea. Hoy en
día, por supuesto, ya sabemos lo que nos trajo.
El primer bono de mi vida fuera de
Venezuela estuvo representado por la cálida acogida que tuvimos. Aun cuando los
Estados Unidos ya no era el mismo país de gente ingenua y abierta que conocí en
mis años de estudiante universitario, continuaba y continúa siendo un país repleto
de gente cordial y generosa. Nos sentimos aceptados por nuevos amigos, vecinos
y colegas. Al llegar, tuve la suerte de conseguir, a mis 70 años, trabajo remunerado, gracias a un generoso amigo venezolano.
Luego, otros amigos hicieron posible que pudiera hacer traducciones, artículos
pagados, una que otra consultoría, lo que llamamos en Venezuela, matar
tigritos. Y mucho de ese trabajo lo podía hacer sin quitarme la piyama.
Cuando presenté, en 2004, mi primera
declaración de impuestos en USA experimenté la maravillosa sensación de recibir
un re-embolso del gobierno. En esos años comencé a ser invitado a dar charlas
sobre Venezuela y sobre la región latinoamericana en diversas ciudades por toda
la geografía estadounidense. En algunas ocasiones, hasta me pagaban honorarios,
aunque confieso que hubiera pagado por hacerlo.
Paisajes
Mi segundo bono fue el paisaje. Nuestra Venezuela es un hermoso país, con el
Caroní encontrándose con el Orinoco, con el vuelo súbito de miles de loros
multicolores para quien pasa en helicóptero cerca de un tepui, las extraordinarias puestas de sol en Juan Griego o la hermosa
visión de las poblaciones andinas. Sin embargo, el paisaje venezolano rural y
urbano ha sido brutalmente intervenido por el hombre. Nuestros jardines están frecuentemente
invadidos por la maleza, la basura se acumula en las calles, las paredes están pintoreteadas
y llenas de propaganda política.
Cuando llegué aquí me asomaba por la ventana y veía las calles cuidadas, los
árboles y flores bien tratados, advertía un gran respeto por la naturaleza y por la comunidad.
Ello ha intensificado mi amor por el paisaje y ha promovido mis deseos de
participar activamente en tareas de mejoramiento del sitio donde vivo. Quien
vive rodeado de limpieza contribuye a la limpieza. La presión del ambiente
modela nuestra propia actitud, para bien o para mal.
¿Por
qué emigramos?
Hoy en día, la gente emigra por las razones más diversas, millones de seres
humanos están en movimiento en todo el planeta, en masivas oleadas que asemejan
las grandes migraciones de los Caribú en Alaska o de los antílopes en el
Serengueti, al norte de Tanzania. Lo que domina esos movimientos es la
necesidad primaria de los seres vivos de sobrevivir en buena forma. Emigrar no
significa falta de amor, o de patriotismo, o carencia de sentimientos. Al
contrario, no hay nada como la ausencia para incrementar el amor por el
terruño. Nuestra Venezuela, país en el cual nunca había existido emigración, ya
no es una excepción a ese gigantesco movimiento humano que se desplaza desde áreas inhóspitas a áreas que ofrecen
mejor calidad de vida.
Es lógico emigrar. En nuestro país existe
un régimen político que es la vergüenza del universo y que ninguna persona digna
debería aguantar sumisamente, un régimen que viola los valores de millones de
venezolanos que anhelan vivir en libertad. Por ello, cada venezolano que puede
emigrar considera seriamente la posibilidad de hacerlo.
Cada quien emigra por razones diferentes
pero todos tenemos el denominador común de realizarnos plenamente como seres
humanos. Mi sueño individual siempre ha sido ser un Buen Ciudadano. Por
bastantes años pude lograrlo en Venezuela, durante la etapa democrática, pero
ello se convirtió progresivamente en una misión imposible. Pagar impuestos y
mis facturas de los servicios públicos, obedecer las leyes y regulaciones de
tránsito, cooperar con los vecinos para mejorar la comunidad, vivir
civilizadamente y en paz, todo ello se me fue haciendo cada vez más difícil.
Un día de 2002 fui a pagar mi factura de
luz en Tocuyito y fue imposible por el caos administrativo que imperaba en esas
oficinas. Perdí la paciencia y amenacé con prenderle fuego a la oficina, para
lo cual me hubieran sobrado entusiastas colaboradores. De inmediato la Gerente
de Eleoccidente me dijo, aterrada: “Págueme
lo que usted quiera, pero no me queme la oficina”.
Ese día supe que tenía que irme del país
porque me estaba convirtiendo en un salvaje, como única manera de sobrevivir en
aquella jungla de corrupción e ineptitud. Mi sueño de buena ciudadanía no podía
realizarse allá.
Tengo 18 años sin
ver una cucaracha
Mi liberación de las cucarachas no es, por supuesto, la
razón fundamental de mi felicidad, pero ayuda. Salgo a caminar
por la mañana sin tener que usar un bastón para defenderme de los perros del
vecino y sin temor a enfrentarme con posibles asaltantes. Los pájaros que
encuentro en el camino no vuelan despavoridos, ya que están acostumbrados a que
nadie les haga daño. Regreso a casa a bañarme y… el agua fluye de la ducha. He
olvidado lo que es un apagón. Las transacciones ordinarias que debe hacer un
ciudadano están signadas por la confianza. En Venezuela tuve una cuenta en el
mismo banco por más de 30 años y cada
vez que debía hacer una transacción que no fuera rutinaria tenía que probar,
una y otra vez, que no era un malhechor.
En Virginia, a
pesar de ser una zona relativamente
costosa debido a su cercanía a Washington DC, la ciudad capital del
país, es posible vivir modestamente y disfrutar, al mismo tiempo, de un
razonable nivel de calidad de vida. Tener dinero es importante pero la sociedad
– en tiempos normales - ofrece disfrute
a bajo costo: conciertos, paseos en bellos parques, eventos culturales, centros
de reflexión (Think Tanks), el libre tránsito por bellas carreteras en la
inmensidad del país, con hoteles y restaurantes de precios módicos. Cada
pequeña ciudad o pueblo tiene sus festividades y su personalidad propia y el
turismo interno es rico en ofertas.
En USA un plomero,
un agricultor o un ingeniero tienen similar acceso a las cosas básicas de la
vida: un auto, una educación para los hijos, un hogar, viajar. Por supuesto, el
auto frecuentemente no es el mismo pero todos nos transportan de A hasta B sin
problemas. Ser propietario de una
vivienda es relativamente fácil si se tiene un trabajo fijo, gracias al acceso
al crédito bancario y a las bajas tasas de interés. La inflación es baja.
Cuando llegué hace 18 años el kilo de papas costaba más o menos lo que cuesta
hoy en día y siempre hay papas chiquitas, grandes, amarillas, blancas, rojas,
una variedad que causaría vértigo a un recién llegado de Tocuyito.
Hay que estar preparado para trabajar duro, sin quejarse
En USA hay que trabajar duro, de manera un tanto estoica y comenzar a
ahorrar para el futuro. He encontrado a latinoamericanos con años de permanencia en el país
quienes me hablan de lo “mal que se vive
aquí” y de su gran deseo de “regresar a sus países”. Sin embargo, no lo hacen,
por lo cual pienso que es parte de una actitud un tanto teatral, o de inconformidad crónica ante la vida, no
importa donde se encuentren. Lo cierto es que aun en medio de la crisis
inducida por la pandemia, es posible trabajar. Tengo un nieto que se acaba de
graduar de una prestigiosa universidad y, debido a la crisis del virus, no ha
podido encontrar un empleo al nivel de sus credenciales académicas. Pero,
mientras tanto, gana un dinero decente cargando cajas en una empresa industrial
y tiene promesas de empleos acordes con su especialidad tan pronto la pandemia
se controle.
Recomendaciones de un
emigrante ya “veterano”.
Basadas en mi experiencia personal estas serían mis recomendaciones:
1. Piensa
bien sobre tu decisión pero no temas tomarla y, al tomarla, no veas hacia atrás
Goethe decía que cuando uno toma una decisión todo comienza a actuar a
nuestro favor. El gran enemigo de nuestra decisión es la inercia, esa tendencia
humana muy natural a seguir viviendo en el día a día. La inercia nos puede
llevar a lo que Aquiles Nazoa llamaba “seguir dándole vueltas a la noria”. Aquiles agregaba que esa actitud resignada
puede ganarnos un obituario tal como: “Ha muerto el Secretario del Juez
Municipal”.
Al tomar la decisión veremos que siempre habrá gente dispuesta a ayudarnos.
2. Aprovechemos
el cambio de ambiente para cambiar nuestra personalidad
Fui un adolescente muy tímido. En Los Teques mis amigos se burlaban de mi
aspecto desgarbado. Cuando me fui a estudiar a Tulsa, Oklahoma, donde nadie me
conocía, me decidí a cambiar de tímido a extrovertido. El resultado fue mágico.
Hasta me eligieron Maestro de Ceremonias del Show de la Universidad, en el cual
eché chistes en “Spanglish”, canté y bailé. Podemos beneficiarnos de salir de
nuestro ambiente tradicional en el cual ya hemos adquirido una personalidad,
para cambiar lo que deseamos cambiar de ella. Podemos reinventarnos. Nadie nos
conoce, podemos ser en el nuevo ambiente quien deseábamos ser.
3. Seleccionemos
el sitio donde queremos vivir, tomando en cuenta nuestras inclinaciones
naturales, ancestro, idioma y facilidad de adaptación
En mi caso nunca tuve dudas de que USA era el país donde quería vivir.
Hablaba el idioma, me gustaba la gente, la manera de vivir. Reconozco que USA
puede ser difícil para quien no hable inglés y que ello requiere de un proceso
de aprendizaje que puede ser duro. Un emigrante venezolano de ancestro mediterráneo
se sentirá naturalmente inclinado hacia Italia o España, países ambos
maravillosos. Quien busque minimizar el choque cultural puede ir a Perú o
Chile, dos países que disfrutan de un nivel de desarrollo muy atractivo. Costa
Rica es simplemente extraordinaria y allí quieren mucho a los venezolanos.
Colombia, por supuesto, está muy cerca y se parece tanto a nosotros o nosotros
a ellos.
Yo sentí una atracción especial por USA porque me gustan las estaciones muy
marcadas: primavera, verano,
otoño e invierno. Parecería que se vive mucho más, al poder dividir el año en
cuatro segmentos en los cuales uno se viste, hace y hasta come de manera
diferente. Es como vivir cuatro mini-años en uno.
4. Lleguemos
a trabajar en el nuevo país en lo que sea, sin complejos.
Cuando llegué a USA, en 2003, traté de entrar a trabajar en una tienda
inmensa llamada “Total Wine”, como consultor de vinos. Sin embargo,
cometí el error de citar en mi C.V. que había estudiado en Tulsa, Harvard,
Johns Hopkins y me desecharon por tener credenciales en exceso de los
requerimientos de la posición.
Después encontré sitios más acordes con mi experiencia. Lo que es admirable
es que a mi edad todavía encontré trabajo. Quien quiere trabajar en USA algo
encuentra. Todo trabajo dignifica. Todavía hoy, a mis 88 años, alguien me
ofrece una que otra tarea remunerada.
5. Entremos
de inmediato a formar parte de la comunidad.
Es perfectamente natural continuar apegado sentimentalmente al
terruño, pero sin desconocer la necesidad de incorporarnos activamente a la
nueva comunidad. Hay compatriotas que viven años en otro país “sin salir”
de Venezuela. Ello no es aconsejable, porque buena parte de la experiencia de
emigrar tiene que ver con ampliar las
fronteras de nuestro mundo intelectual y espiritual y convertirnos en buenos ciudadanos
en el país que nos recibe.
6. Combinemos
lo bueno nuestro con lo bueno del país que nos recibe
No debemos pensar que Venezuela es el ombligo del universo y que somos tan
chéveres que no necesitamos incorporar otras costumbres a nuestra manera de
ser. Es mucho lo que podemos aprender de otras culturas, tanto en los hábitos
cotidianos como en la manera de ver la vida. La vida universitaria en USA, por
ejemplo, es rica en experiencias formativas para el joven. Se vive en la
universidad, se respira el ambiente universitario, es posible dedicarse a
aprender sin conflictos que nos distraigan. Las tradiciones de otros países que
no sean el nuestro son hermosas, el grado de civismo puede ser aleccionador,
algunas comidas pueden llegar a gustarnos tanto como las nuestras. No solo de
arepas vive el hombre. Quien emigra tiene la maravillosa oportunidad de
disfrutar de las buenas cosas y cualidades humanas existentes en las dos
sociedades, la que deja y la que lo recibe. La transculturización no es
negativa. Al contrario, vivir en otras países no solo nos libera del
patrioterismo sino que nos hace más genuinamente patriotas.
7. Trabajemos
por nuestro país desde afuera
Quien piense que el emigrante pierde la capacidad y, por lo tanto, el
derecho a participar en los asuntos de su país de origen, se equivoca. En
Venezuela yo iba a las marchas, uno entre miles, protestaba frente al CNE, me
reunía con amigos para discutir los asuntos candentes, escribía artículos sobre
la situación venezolana. Desde que vivo en USA no puedo ir a marchar, pero he
viajado por todo este país dando charlas sobre la situación venezolana y
escribo profusamente sobre nuestros asuntos. Gracias a la existencia de
numerosos institutos de estudios latinoamericanos y universidades, puedo
participar en foros, congresos y reuniones e influir sobre la opinión pública
y/o las autoridades del país donde vivo. Protesto frente a la OEA y frente a la
embajada del régimen. Ya tenemos
nuestras propias embajadas ante la OEA y ante la Casa Blanca. Hago hoy la misma bulla de rechazo al
chavismo o hasta más bulla que la que hacía en Venezuela. Estoy libre de la
distracción que representa tener que sobrevivir de manera precaria en el
ambiente viciado de mi patria.
8. Tratemos
de desarrollar un espíritu y una visión universal
Desde Achaguas hasta Ulán Bator el ser humano es el mismo, quizás no en el
sesgo de sus ojos pero si en la naturaleza de sus sueños, anhelos y esperanzas.
Nadie en este planeta debe ser visto por nosotros como
un “extranjero” ni debemos sentirnos extranjeros en sitio alguno de este
planeta. Siempre encontraremos la misma cualidad humana, no importa donde
vivamos y con quien hablemos. La misma identidad subyace al pobre y al rico al
amarillo y al blanco. Nunca olvidemos que somos, en esencia, ciudadanos del mundo.
Llegará un día en que podamos decir, al llegar a Marte o al Manojo de Mircea:
“Venimos de La Tierra”. No diremos: “Venimos de Caracas o de Roma”.
El concepto de diáspora como equivalente a pérdida se debilita cada vez
más, porque no somos extranjeros dentro de nuestro planeta Tierra, ese hermoso
pequeño planeta azul perdido en la inmensidad del Cosmos. De un extremo a otro
de ese planeta azul estamos en casa.
Están excelentes los consejos para su joven amigo, Gustavo.
ResponderEliminarHaga también algo que yo hice y de lo cual no me arrepiento:
Compre, robótica y desmesuradamente, ORO.
Pero no meta la plata en un índice, eso tiene costos agregados. Agarre
y cómprese una caja fuerte en Banco, y allí ponga su oro Físico.
Si sabe esperar y sobre todo no dejar de ahorrar, esos años de ahorro le darán una estabilidad económica:
1995: 370 dólares-Oz
2019: 1.768,28 dólares-Oz
Sea paciente, trabaje honestamente, cuente hasta 100 cada vez que se sienta molesto por algo, no se meta en problemas, escriba a sus amigos y seres queridos, sepa ignorar y sepa hacer caso a quién debe, tome agua y coma de todo pero siempre sano, en una cantidad igual a la mitad de lo que Ud. crea que lo va a llenar y desayune tomate serrano con queso de cabra en ayunas y estará bien.
Otro consejo es que aproveche el desastre que hay ahora en Estados Unidos si quiere emigrar para allá. La nueva administración de Biden se está haciendo la vista gorda con la invasión de inmigrantes por la frontera con Mejico. Ahora hay un chorro e' gente metiéndose y al parecer están ahora diciendo que a las familias que separen, si es que las separan, y que hasta les van a dar un bono en dólares de compensación. Así que si está interesado aproveche ahora antes que cambien de opinion ...
ResponderEliminarSi yo fuera un chamo, 20, 22, me fuera a Australia. Hay buenas oportunidades para establecerse en Brisbane o la parte occidental que está necesitada de profesionales. Hacia Perth, donde abundan buenos sueldos y te puedes ubicar muy bien. Tengo amigos venezolanos (unos 30) todos por allá muy felices. Ellos se han ido ubicando en:
ResponderEliminar1.- Subiaco.
2.- East Perth.
3.- Osborne Park.
4.- Canning Vale.
5.- Fremantle.
Como dice Gustavo, allí te ubicas bien si tienes las ganas pero sobre todo la ética de trabajo, que esa gente valora por demás.
Otro lugar dónde yo me iría, si volviera a tener 25 años, es Austria, tiene programas completísimos para estudios de posgrado de la más alta calidad y una vida bastante económica comparada con sus pares. Tienes calidad de vida, pero Austria tiene también a los austríacos, la gente más cálida y colaboradora cuando sabes ser su amigo.
De resto con la excepción de Austria, no me iría ni a ninguna parte en Europa, mucho menos a Asia ni a ningún país en el continente americano sea cual fuere.
Si su joven amigo lee esto también le diría que sepa distinguir entre quién le quiere bien y quién no (la "simpatía" nunca es sinónimo de buenas intenciones).
Soy Florencio Sánchez (el ché, que fue socio de Alberto Morón en sus inicios en los años 70). Junto a el medi la mitad de Venezuela, la otra lo habia hecho yo solo. Tengo el orgullo de sentirme padre de alguna de las obras que hay en su bello país.Retorne a fines del '78 con mi señora embarazada de mi hijo mayor (nos casamos en Maiquetia). Con Alberto perdimos contacto durante muchos años. Hoy nos reencontramos, yo en Buenos Aires, el en Montevideo y los dos añorando los dias pasados alla, en Venezuela. Me alegro que usted le sienta ese afecto y respeto por el, se lo merece. Coincido que ningun paraiso es tan calido como el lugar donde nacio uno. Espero que Venezuela termine con el cancer que la esta matando. Rezo a la Virgen del Coromoto que interceda para la sanacion de ese hermoso pais .
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