Gershwin escribe su Concierto en Fa
Concierto para cello y orquesta, Antonin Dvorak
No toco instrumento musical alguno, algo de lo cual me he
arrepentido. Mi madre tocaba el piano pero las lecciones fueron para mi
hermana, aunque yo hubiera podido lograr lecciones para mí, pero nunca lo hice.
Mi interés primordial durante mi infancia fue la lectura.
Cuando llegué a la adolescencia y debí viajar a diario de
Los Teques a Caracas para ir al Liceo
Andrés Bello a estudiar el quinto año de bachillerato, me iba caminando a almorzar a la casa de un tío, Leopoldo García
Maldonado, situada en San Bernardino. Leopoldo era médico sanitarista y gran aficionado a la música clásica. Durante
las horas del mediodía ponía discos de 78 rpm con diferentes sinfonías y
conciertos. No solamente compartíamos la escucha sino que él me hablaba del
compositor de turno y de algún episodio en la vida del compositor que habría
inspirado la obra. Durante los meses que fui a almorzar a su casa no solo me
alimenté bien en cuerpo sino en espíritu. Me convertí en un melómano como él y,
además, comencé pomposamente a definirme como “musicólogo”. Me iba a los conciertos
dominicales de la orquesta sinfónica Venezuela en el teatro Municipal de Caracas,
los cuales eran casi siempre gratis, junto con Antonio Pasquali, mi amigo de
toda la vida. Esos conciertos dominicales eran ideales para ver hermosas niñas.
Mi piropo preferido era: “Eres más bella que la quinta sinfonía de
Tchaikovsky!”. A lo cual, con alguna
frecuencia, la niña respondía: “Ay, mijo, a mi quien me gusta es Schumann”.
Durante esta etapa formativa de mi vida, en una Venezuela
que recuerdo muy amable, me aficioné
particularmente a los conciertos para
piano y orquesta. No sé si todos quienes amamos el piano seguimos la misma
secuencia “evolutiva” pero, en mi caso, mis primeros amores fueron el de Edward Grieg y, particularmente el
Concierto #1 de Tchaikovsky, que algunos años después, en 1958, le daría una gran victoria a Clyburn en Moscú.
Ese joven tejano de 23 años se llevaría el primer premio del concurso internacional
para piano, en el propio país del compositor. Por un largo tiempo, ese concierto
de Tchaikovsky fue mi amor, oírlo aquí en la grabación original del evento
ganado por Clyburn:
https://www.youtube.com/watch?v=rHbPDDoVXtQ&list=TLPQMjYwNjIwMjISUMXT8ry9Qg&index=1
Cuando me fui a estudiar geología en la universidad de Tulsa
mi segundo compañero de dormitorio fue un trompetista, Ronnie Modell, quien
sería luego la primera trompeta de la Orquesta Sinfónica de Nueva York, en la época
de Leonard Bernstein. Por esa vía llegué a uno de los conciertos para piano y
orquesta que siempre he tenido cerca de mi corazón, por su asociación con mi
etapa universitaria tan feliz: el Concierto en Fa de George Gershwin, ese
prodigio de melodías inolvidables, con el sabor tan profundamente americano que
Gershwin pudo darle al piano, tanto en este concierto como en la Rapsodia en
Azul y en sus tres preludios para piano.
Aquí están los tres preludios:
https://www.youtube.com/watch?v=3_pfI1k_DjQ ,
interpretados por un mago del piano, Krystian Zimerman.
De manera inevitable me encontré con los dos conciertos
de Johannes Brahms, en especial el segundo de ellos, una majestuosa catedral de
la música. Siguiendo lo que Leopoldo me había enseñado leí todo acerca de
Brahms y su vida al lado de Schumann y su esposa Clara Schumann, un intenso
triángulo musical y sentimental, ya que Brahms sintió un gran amor no
correspondido por Clara. Aquí está su
segundo concierto para piano, ejecutado por Yuja Wang, uno de los milagros pianísticos
de las últimas décadas: https://www.youtube.com/watch?v=BszBccYHuAk. En paralelo con los conciertos de
Brahms también aprendí a amar el Concierto en La menor para piano y orquesta de
Schumann, quizás menos grandioso que el segundo de Brahms, pero ciertamente más
dulce y romántico, más afín a quien
apenas salía de la adolescencia.
Tuve breces romances con los dos
conciertos de Chopin para piano y con el número uno de Franz Liszt pero mi amor
pronto se trasladó al incomparable Rachmaninov, comenzando por donde comienzan casi
todos los amantes de la literatura para el piano, por su concierto #2, uno de
los más majestuosos jamás escritos. Este concierto me abrió las puertas a sus
otros conciertos, en especial al que llegaría a ser mi favorito, el número 3,
así como a la Rapsodia sobre un tema de Paganini y sus extraordinarios
preludios. Aquí está el concierto #3 con Yefim Bronfman, https://www.youtube.com/watch?v=aFkAwFDZGHk
y el Preludio #5 con Berezovsky, https://www.youtube.com/watch?v=I2GKgFZ_ioQ (creo que es el mejor interprete entre los
muchos que tocan esta maravilla).
En un recodo del camino me
encontré con el maravilloso concierto para piano y orquesta del excepcional
compositor armenio Aram Khachaturian, un genio de la melodía de las estepas, oírlo
aquí, ejecutado por JY Thibaudet: https://www.youtube.com/watch?v=8ZQVuQLCk9o
Y ya en mi vejez hice un extraordinario
descubrimiento, las quince improvisaciones para piano de Francis Poulenc y
ellas me han dado momentos de incomparable placer, así como todas las obras
para el piano de este maravilloso compositor
francés, a quien he ido descubriendo como quien se ha encontrado con un tesoro
contenido en muchos cofres que voy abriendo poco a poco.
Aquí coloco su Nocturno #1 y la Improvisación
#15, dedicada a Edith Piaf: https://www.youtube.com/watch?v=ITjoWz7Unuo
y
https://www.youtube.com/watch?v=MxIuDkjv7jU.
El Nocturno es como un manantial de champaña Krug (o Moet Chandon) bien helada.
Y,
ahora, el cello
Tarde en mi vida de descubierto el
cello que a mis oídos ha llegado a ser la nueva voz del amor, con sus tonos
profundos de madera. Lo hice algún tiempo ya, por la vía del cine, al ver un film con la
vida de la intérprete más famosa del concierto, Jacqueline Dupré. Aquí está ese
concierto con Dupré, conducido por quien fue su esposo, Daniel Barenboim: https://www.youtube.com/watch?v=OPhkZW_jwc0, una interpretación memorable por la apasionada
intensidad de la cellista.
Luego me enamoraría del concierto para cello de Antonin
Dvorak y de pequeñas joyas para ese instrumento, como “El Canto de los Pájaros”
de Pablo Casals, quien lo interpreta aquí: https://www.youtube.com/watch?v=jKoCzueuKdI, una
dulce canción que nos habla de la nostalgia del destierro y del amor por la libertad.
El cello juega un papel fundamental en dos de mis
cuartetos de cuerdas preferidos, el #2 de Borodin, oírlo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=2YAzUC6LzNky y
el Cuarteto Americano de Antonin Dvorak,
oírlo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=_b_rwtDlUXA.
Tanta es la belleza musical que nos rodea en la vida que nos ha resultado
imposible ser fiel, especialmente en el campo de la música. Es mucha la belleza
que nos ha cautivado. Y ya casi no escucho a mi primer amor, el concierto 1 de
Tchaikovsky.
Afortunadamente muchos logramos anclar y protegernos de
ese mar turbulento de emociones que es la vida en un remanso de bondad, nobleza
y ternura. Yo tuve la suerte de encontrar durante una gran parte de la vida un
remanso llamado Marianela. Aunque ante nosotros – como sucede con todos los
seres humanos - se abrieron
encrucijadas en el camino, muchas de ellas recordadas con nostalgia y gratitud, el amor, el respeto y el afecto nos
mantuvieron en el camino de la felicidad.
La mujer, su belleza y su generosidad, ha sido en mi vida
como el piano y el cello.