Décimo quinto viaje a Serendipia
Rafael Alfonzo Ravard y yo, en la refinería de Cardón, 1977
La primera junta
directiva de Petróleos de Venezuela, 1976-1979, estuvo presidida por el general
(Ej.) Rafael Alfonzo Ravard, quien
disfrutaba de una formidable reputación de excelencia como gerente del sector público.
Graduado en la escuela militar de Venezuela y en las mejores escuelas de
Francia y USA, Rafael Alfonzo Ravard se había ganado un gran prestigio por su
creativa trayectoria en la CVG. Era visto por los venezolanos como lo que en
Francia denominan un “mandarín”, para designar a los graduados de la Ecole
Nationale D’Administration, es decir, miembro de una élite de la administración
pública objeto de admiración y respeto.
Su “gravitas”, su exitosa
trayectoria, sus credenciales académicas y su estatus social lo convirtieron en
el candidato ideal para presidir la primera junta directiva de Petróleos de
Venezuela, designación que contó con la aprobación de todos los sectores del
país.
En nota anterior: http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2022/07/planifique-ir-la-playa-y-termine-como.html, narré mi sorpresiva
designación como miembro de la primera junta directiva de Petróleos de
Venezuela, por decisión del presidente Carlos Andrés Pérez, aunque ella
contrariase lo acordado con el ministro Valentín Hernández de no incluir en esa
primera junta a ningún gerente petrolero activo.
Mi presencia en esa junta
directiva y mi situación de petrolero a tiempo completo me colocaron en una posición
única entre los directores, quienes no estaban activos en el sector y solo
asistían a las reuniones de junta directiva y a los eventos oficiales que requiriesen
su presencia. En mi nueva condición de
director de PDVSA no podía regresar a Maraven como empleado de línea o staff.
Por lo tanto, el general Alfonzo
Ravard, quizás no de muy buena gana, me colocó a su lado, como una especie de Aide de Camp, es decir, un asistente
especial a la presidencia, a fin de asistirlo en asuntos y tareas de la más
variada naturaleza técnica o gerencial. No era su secretario, ya que él tenía
un secretario muy competente, el joven Iván Sigurani, ni era su asesor
político, posición que ocupaba José Antonio Giacopini Zárraga, ni era – por
supuesto – su asesor legal, posición que detentaba el brillante jurista Andrés
Aguilar. Tampoco podía ser yo el representante oficial de las empresas
operadoras, pues esa representación descansaba en los presidentes de las
empresas, hombres de la brillantez de Guillermo Rodríguez Eraso, Alberto Quirós
y otros.
¿En qué podía ser Coronel
útil al general? Tenía un conocimiento de los sectores operacionales de la
industria, de sus gerentes y técnicos, de los sitios de operación y las
instalaciones, de las cifras claves de producción, refinación, exportación y de
la industria petrolera mundial, conocía el idioma
de la industria y, muy importante, podía ser visto como una especie de voz
y oído – en PDVSA - de los gerentes de
las empresas operadoras. Por todo esto, el general pensó que yo podría serle de
utilidad para ayudarlo a estructurar estrategias de creación de la nueva
cultura organizacional que sería necesaria para una industria petrolera en
manos del estado. Mi vocación para escribir, algo relativamente raro entre los
petroleros activos, también podría serle útil.
Lo primero que hice para
el general fue algo sencillo pero que le sirvió
para interactuar con mayor confianza con la prensa y el país en todo lo
referente a la industria petrolera que estaba bajo su liderazgo. Se trató de
darle una clave que le ayudase a retener en su memoria los aspectos más importantes
de la industria.
Estructuré una ayuda de
memoria fácil de manejar, válida para la época. Le dije: El número clave es 40. Venezuela
ha producido unos 40000 millones de barriles de petróleo y nos quedan unas
reservas probadas más probables y posibles de otros 40.000 millones de
barriles. La industria tiene actualmente unos 40.000 empleados. La
participación nacional es de unos Bs. 40 por barril producido. La edad promedio
de un gerente petrolero en nuestras empresas es de 40 años. En promedio una
refinería como las nuestras produce unos 40 galones de productos por cada
barril de petróleo refinado. Nuestro petróleo liviano de mejor calidad tiene
unos 40 grados API. Hace casi 40 años se unificaron las concesiones bajo una
sola ley. Piense siempre en el número 40.
El general me comentó, sonriendo: “Y José (Giacopini) me
dice que, más o menos, cada 40 años hay un golpe de estado en Venezuela”.
Esta, por supuesto, fue
una contribución menor. De mayor importancia fue su decisión de encargarme de
escribir sus discursos. Cada semana el general debía hablar frente a diferentes
audiencias, para las cuales debíamos estructurar una narrativa orientada a cada
una de ellas, periodistas, colegios profesionales, empresarios, sindicatos,
partidos políticos, cuerpo diplomático, otras empresas del sector como las que
se agrupaban en la Cámara Petrolera. Sin embargo, el general pensó que cada
discurso debía transmitir un mensaje central, uniforme, lleno de simbolismo, capaz de proyectar la imagen de
una empresa seria, responsable y profesional. De nuestras conversaciones y de
las que él seguramente tenía con otros miembros de su equipo fue destilándose
un mensaje de cinco puntos que comenzamos a incluir en todos los discursos.
Este mensaje era:
PDVSA descansa sobre
cinco pilares fundamentales, los cuales son necesarios para asegurar su
éxito: (1), la normalidad operativa; (2), la gerencia profesional; (3), la
autosuficiencia financiera; (4), el apoliticismo; y, (5), la meritocracia.
Este mensaje se hizo
reiterativo, machacón, se convirtió en una especie de mantra y, en mi opinión,
fue de inmenso beneficio en ayudar a conservar a PDVSA libre de interferencias
políticas, al menos por un cierto número de años, hasta que en septiembre
de 1982 el gobierno de Luis Herrera
terminó con la autosuficiencia financiera de PDVSA, al apropiarse de su fondo
de financiamiento. Desde ese momento PDVSA tuvo que ir a negociar con el mundo político
su presupuesto anual, lo cual abrió de par en par las puertas de la
politización.
El general Alfonzo Ravard
me puso a cargo de una de las más importantes tareas de esa primera etapa, cuál
fue la racionalización de la industria, llevar el número de empresas ex
concesionarias al número de cuatro empresas y, eventualmente, a tres empresas
integradas. Para ello, conté con la colaboración de McKinsey, una de las
empresas de asesoría gerencial más importantes de la época y recibí casi una
completa autoridad para manejar la carpintería del proceso, con la inestimable
colaboración de los presidentes de las empresas operadoras y de la mayoría de
los gerentes y técnicos de la industria. Fue un hermoso proceso, lleno de
ejemplos de generosidad corporativa y personal, aunque con ciertas
complicaciones de naturaleza política por el deseo de un sector de que la CVP
fuese empresa aglutinadora, cuando realmente no podía serlo.
La relación personal del
general y Coronel fue muy armoniosa. El general Alfonzo Ravard era un amo del
valle y yo era un producto de la más estricta clase media media, por lo cual no
teníamos mucho en común. El general era un hombre introspectivo, socialmente
tímido, 20 años mayor que yo, quien tendía a ser extrovertido e informal.
Cuando su esposa Corina me vio llegar un día en su compañía a su casa, a ver algunos
cuadros que él quería mostrarme, me dijo: “Estoy sorprendida. Rafael tenía
mucho tiempo que no traía a nadie a la casa”.
Con frecuencia,
almorzábamos juntos en su oficina, hablando de algún discurso que yo debía
prepararle. Y en esos almuerzos hablábamos también de ciencia ficción (nos
gustaba Asimov), de entropía, de música
clásica o de pintura. Era un hombre
aristocrático, de una amplia cultura humanística.
En dos ocasiones, en
reuniones de junta directiva, me manifesté en desacuerdo con él y, en ambas
ocasiones, me dio la razón, mostrando una gran tolerancia y paciencia con
alguien que era director suplente con derecho a voz pero no a voto. En la
primera de esas ocasiones me negué respetuosamente a ser el primer presidente
de INTEVEP, por considerar que esa posición debía ir a Humberto Calderón por
haber sido este su principal promotor. En vista de mi negativa el general
prefirió nombrar a José Martorano Batisti. En otra ocasión me manifesté
contrario a un contrato que él había decidido otorgar pero, al oír mis razones,
abandonó la idea en la misma reunión.
Llegué a tener por el General Rafael Alfonzo Ravard
un gran afecto personal y me gustaría pensar que el afecto fue recíproco. Fue
una buena relación entre dos venezolanos de muy diferente extracción social, cuyas
vidas probablemente jamás se hubieran encontrado, a no ser por la existencia de
una verdadera democracia en aquella Venezuela de los años 70.
Esa relación nos encontró
a ambos animados del mismo propósito de hacer bien lo que se nos había
encomendado.
Excelente artículo, gracias por compartir Sr. Coronel. Yo comencé mi carrera en la industria en 1976 con Maraven en Cardon como ing recién graduado y esa historia que cuenta me trae inolvidables recuerdos de una época maravillosa para el desarrollo profesional de muchos venezolanos que nos formamos laborando en las nacientes empresas herederas de la tradición técnica y gerencial de las transnacionales. Lamentablemente para el país muchos nos vimos forzados a emigrar en vista de la tragedia que ya se avizoraba llegar y la cual ya se hecho una realidad.
ResponderEliminarSin embargo siempre nos quedará la experiencia adquirida en Venezuela y la cual nos ha hecho exitosos a muchos laborando ahora en otras empresas internacionales de primera línea.
Es cierto, ese Herrera Campins tan alabado por el ramón guillermo aveledo y otros capirotes copeyanos fue el que nos puso de rodillas ante el siglo XXI. Conocido es lo del "Búfalo" Bruzual y Arturo Sosa en febrero del 1982, una cosa pero no ahondaré en eso en este escrito por razones de que todos sabemos qué pasó. Allí es que comienza todo esto, recuerden que la logia golpista encabezada por Chávez Frías comienza sus andanzas en aquel año 82 y cuando detienen a Chávez en el 91, éste le dice a Héinz Azpúrua "Es que yo no estoy conspirando mi general, yo estoy es hablando". Al dejarlo ir, protegido por Ochoa Antich, se acabó Venezuela. Y no quiero mencionar al señor que Herrera puso a dirigir la industria cuando le correspondía a gente más idónea, con méritos superiores y capacidades que fueron desaprovechadas para darle paso a lo político sobre lo gerencial. Por supuesto esto añadió elementos desastrosos a ese período de gobierno,todo un caldo de cultivo para el desastre.
ResponderEliminarEn los últimos libros laudatorios a la gestión herrecampinista, quizás un par, ni una mención al desastre económico de una gestión llena de corrupción y que venga alguien a desmentirlo. Pobre Venezuela.
Acosta
Reino de España.
Señor Acosta,
ResponderEliminarEl endeudamiento herrerista fue una grosería para el país nacional.
Lo advirtió Carlos Rangel ese mismo año. Pero nadie lo escuchó.
https://www.youtube.com/watch?v=NO2fAWpi3Lo
Gabriel Flores Ortega.
Caracas.
Increíble lo de este hombre, hasta predijo que algún día el gobierno venezolano le quitaría ceros a la moneda. Increíble. 1982.
ResponderEliminarLuis Herrera no podía pagar en vida el daño que le hizo a por lo menos seis generaciones de venezolanos.
ResponderEliminarRubén Castillo, Sr.