viernes, 23 de diciembre de 2022

Una Tarjeta de Navidad para Marianela

        

                                Adoración del Niño: Obra de Susan Winget

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Amada e inolvidable Marianela:

En esta tercera navidad sin ti no ha disminuido mi sentido de pérdida, mi intenso anhelo de oír tu voz de nuevo, de sentarnos uno al lado del otro en silencio, rodeados de la tibieza y la ternura que acompañaron nuestra relación de 62 años, de 65 años si contamos desde el momento en que nos conocimos y supimos que seríamos compañeros de viaje en esta maravillosa aventura que es la vida.

El pequeño hogar donde pasamos nuestros últimos y felices 17 años juntos aún está lleno de tu  perfume espiritual. Todas las pequeñas tareas domésticas que ahora me corresponden me traen de manera constante tu recuerdo. Todavía, a los tres años sin ti, encuentro – gracias a ti – casi todas las respuestas a esos pequeños problemas.  Entre las múltiples mujeres que fuiste se incluye la hormiguita que siempre tenía el repuesto, la pieza, el atornillador para los anteojos, la aguja, el papel de regalo, todas las pequeñeces que forman la textura más íntima  de nuestra vida diaria y que solo la mujer, en su sencilla pero majestuosa nobleza, se encarga de mantener en el hogar. Esa colección de pequeñas cosas me conmueve cada vez que encuentro las respuestas a mis mini-crisis domésticas. Entre ellas, una hermosa cajita azul llena de retazos de tela, listos para suplir cualquier accidente textil en el hogar, trozos tomados de antiguos vestidos, un despliegue de  frugalidad y  previsión.

En tu ausencia he aprendido a valorarte en toda tu  dimensión. Viéndote a diario, viviendo el instante contigo, siempre eras para mí la Marianela de ese momento, para ese instante. Ahora puedo verte en tu inmensa magnitud, un ser que – como decía Walt Whitma en uno de sus poemas – contenía multitudes. Eras mi madre, mi esposa, mi amante, mi hermana, mi amiga, mi consejera y mi mejor – a veces mi única – aliada. Cuando decidí aquella locura de regresar a Venezuela a “componer” el país, dejando atrás el bienestar y la estabilidad que disfrutábamos aquí en USA, tú me hiciste notar mi error pero me acompañaste y, durante 15 años compartiste la batalla corriente arriba que dimos por convencer, a quienes sonreían compasivamente al escucharnos,  que Venezuela podía y debía ser mejor. Quienes nos escuchaban estaban convencidos que los venezolanos éramos como éramos porque así éramos, felices y narcisistas aún en medio de carencias y aflicciones.

Ahora, sin ti, pero gracias a tu dulce insistencia y tu magia didáctica, aprecio en su justa significación lo que la mujer representa en nuestra vida. Tu ejemplo me ha llevado a admirar y a amar a todas las mujeres, ahora que un cierto machismo de juventud ha sido reemplazado por una clara visión de la inmensa fuerza que representa lo femenino en nuestras vidas. He logrado incorporar a mi filosofía de la vida componentes de compasión y de ternura que antaño pensé exclusivos de la feminidad, pero que ahora veo como componentes indispensables del ser humano integral. He sido un beneficiario de tu paciente tarea de dulcificación y ahora canto tu canción.  

En esta tercera navidad sin ti, ¿qué puedo decirte que ya no te haya dicho? Y, ¿podrás escucharme? Hay puertas cerradas que ya no puedo abrir, presencias que van pareciendo sueños, ausencias que desbordan mis anhelos, un sentimiento avasallante de impotencia frente a una realidad que parece cruel, esa de la creación de seres únicos e irrepetibles, solo para darles fecha de vencimiento y condenarlos al olvido, cuando también se van quienes los amaron.

Hoy lloro la pérdida de tu luz pero aún sonrío, invadido por ese torbellino de sentimientos que suelen experimentar los ancianos, quienes han perdido con quien compartir su viaje pero se sienten protegidos y  reconfortados por los hijos, nietos y maravillosos amigos, hasta que también sean alcanzados por la noche contra la cual – como nos dice Dylan Thomas -  hay que rebelarse.  

Escribo ésta tarjeta escuchando un bello nocturno de Francis Poulenc,  que solíamos escuchar juntos: https://www.youtube.com/watch?v=ITjoWz7Unuo&list=RDITjoWz7Unuo&start_radio=1, compartiendo una copa de un buen “Chardonnay”, maravillados de nuestra felicidad. 

3 comentarios:

  1. DE LA AUSENCIA TUYA

    Ausencia tuya nunca ha estado sola:
    tu recuerdo es el pasaporte de mis viajes.

    Si tu ausencia fuera la ausencia de los otros,
    y te presintiera como estrella lejana, vacilante,
    entonces, no sería tu ausencia la ausencia,
    sería el dolor de la muerte.

    Tu palabra fue más que una palabra
    y te hice ídolo en mi templo en llamas,
    donde estaremos hasta siempre… ¡La muerte!

    Si tu ausencia no se hubiera eternizado,
    como una luz o una sombra,
    yo no estaría ausente.
    En un continuo viaje iría hacia ti,
    persiguiendo tu presencia.


    Una mujer está sola. Sola con su estatura.
    Con los ojos abiertos. Con los brazos abiertos.
    Con el corazón abierto como un silencio ancho.
    Espera en la desesperada y desesperante noche
    sin perder la esperanza.
    Piensa que está en el bajel almirante
    con la luz más triste de la creación.
    Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte
    con la figura acelerada ante los ojos del amor.
    Una mujer está sola. Sujetando con sus sueños sus sueños,
    los sueños que le restan y todo el cielo de Antillas.

    Seria y callada frente al mundo que es una piedra humana,
    móvil, a la deriva, perdido el sentido
    de la palabra propia, de su palabra inútil.
    Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada
    y nadie dice nada de la fiesta o el luto
    de la sangre que salta, de la sangre que corre,
    de la sangre que gesta o muere en la muerte.
    Nadie se adelanta ofreciéndole un traje
    para vestir una voz que desnuda solloza deletreándose.
    Una mujer está sola. Siente, y su verdad se ahoga
    en pensamientos que traducen lo hermoso de la rosa,
    de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.

    Aída Cartagena Portalatín [1918-1994]


    Feliz Nochebuena,
    Acosta
    Ciudad Autómata de Buenos Aires.

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  2. Hola Ing.hoy es 23 de diciembre, le pido disculpas por hacerle, quizá un comentario impropio.Hace ya no se cuanto tiempo, una madre perdió a todos sus hijos.Razones no puedo recordar.Tal vez usted si.Se que la señora, su apellido era Fadoul.El leer eso en aquel momento conmovió lo más profundo, de mi ser.Pues no hay amor tan Profundo, tan intenso que acabe con un ser humano, como ese el que se siente por los hijos.En tal sentido mi admiración por usted, le conseguí el sentido espiritual, que uno busca en estos tiempos tan diferentes por llamarlos de algún modo .Al leer lo que expresa por su señora esposa.Eso.habla de lo que su espíritu se ha fusionado con su ser humano.Ella la señora Fadoul. dijo: " Siento que me arrancaron el alma".Así que mi solidaridad fraterna con usted por extrañar ese amor profundo vivido y que aún lo vive aunque ella, no esté en cuerpo fisico y con todas esas madres que mañana justamente ,celebrando el advenimiento del niño Dios.Se sienten como usted.Y que de ningún modo pueden sustituirlo con nada, ni con nadie.Jesucristo le bendiga y llene el vacío en su corazón un poco con sus hijos.digamos Amén.Y que les dé mucha salud a todos ellos y a usted también.

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  3. Querido Gustavo,

    Muy bello tu mensaje. Pienso que has logrado con el amor que te dejó Marianela sobrevivir admirablemente. Recibe un abrazo y mis mejores deseos que pases una Feliz Navidad con tus hijos.

    María Teresa

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