Tomaría un par de generaciones
Así como hoy existe un Panteón Nacional, donde no están todos
los que son ni son todos los que están, de igual manera deberíamos apreciar y
honrar nuestros héroes civiles, llevándolos quizás no a un panteón, que suele
ser un edificio frío, sino a las calles, parques y plazas de nuestro país, para
que los hombres y las mujeres de nuestro pueblo se familiaricen y se acostumbren a convivir con su ejemplo.
En Lisboa uno puede sentarse a tomar café con el poeta
Fernando de Pessoa, vertido al bronce en pose informal y ello estimula nuestro
interés por saber más sobre él y su obra poética. En Londres podemos hacer lo
mismo al lado de Bernard Shaw, en algún rincón de Hyde Park. En Madrid es
posible refugiarse del sol veraniego en una plaza, bajo la sombra que ofrece la
efigie de Cervantes. Las plazas, los parques, las avenidas de los países
civilizados del mundo se adornan con los nombres y el recuerdo de los pintores,
poetas, músicos, escritores, líderes cívicos que dieron lustre a sus países y
de quienes sus países se muestran justamente orgullosos.
En Venezuela uno llega al país por el aeropuerto Simón Bolívar,
sube a Caracas y entra por la Avenida Bolívar y ve su plaza principal, la Plaza
Bolívar, donde ve al libertador a caballo. Visita la Universidad Simón Bolívar
y asiste a un concierto de la Orquesta Sinfónica “Simón Bolívar”, en honor del
ganador del premio nacional de periodismo “Simón Bolívar”. Para rematar ese
abuso del nombre de Bolívar el país de pesadilla que tenemos se hace llamar republica
“bolivariana”.
Es hora que Venezuela baje a sus héroes de los caballos, para
sentarlos a la sombra de los inmensos cotoperíes y de las multicolores
trinitarias de las plazas pueblerinas, a fin de que puedan estar cerca de
nosotros, junto a nosotros y logremos desarrollar el debido sentido de
identificación con ellos y con ellas. Es
hora de transitar por la avenida Antonio Lauro, hacia la calle Picón Salas, visitar
la plaza Teresa de la Parra y poder descansar en algún rincón de la ciudad, junto
a una escultura del maestro Isaías Ojeda.
Es hora de acostumbrar a Venezuela al reconocimiento de
nuestros héroes ciudadanos vivos, no solamente los ya fallecidos, aquellos compatriotas
que merecen nuestro respeto y nuestra admiración por su vida al servicio de la
nación.
Para ello será necesario revertir la tendencia venezolana a
rebajar a nuestros destacados ciudadanos al nivel del montón y comenzar a
tratar de subir a sus niveles. Decía José Ignacio Cabrujas que cuando el
compatriota González ganaba un premio o un reconocimiento internacional, sus
amigos lo comenzaban a llamar Gonzalito, así en diminutivo, porque ¿quién
se creerá él que es?
Cabrujas también contaba lo siguiente:
“A ningún pueblo se le
ha ocurrido contar la pasión de Cristo de una forma cómica, ya que la Pasión de
Cristo no debería hacer reír a nadie, pero a los caraqueños les causaba risa.
Bolet Peraza analizaba esto y se preguntaba si no sería que los caraqueños eran
unos blasfemos, unos irreligiosos, pero no era eso, no era que la gente se reía
en sí de Cristo, ni de la Virgen, la gente caraqueña se reía de que un actor
venezolano hiciera el papel de Cristo, es decir, les producía risa que un
local, un coterráneo, interpretara tan sublime papel. Quizás si lo hubiese interpretado
un actor español, o un sueco, no hubiese causado tanta gracia”.
Es decir, el venezolano no cree que podamos llevar en nosotros
la semilla de la grandeza y, por ello, lo que parece ser un caso colectivo de
carencia de autoestima se refugia en el mito, en la baladronada o en el chiste.
Mariano Picón Salas nos decía: “Los venezolanos quienes llegaron caminando hasta el Alto Perú a liberarlo no eran
mediocres”. Pero, agregaba, «Casi
había un contraste trágico entre la ambición y grandeza de nuestra Historia,
cuando en el período de la Independencia los venezolanos ganando batallas,
formando repúblicas y haciendo leyes se desparramaron por media América del
Sur, y en lo que habíamos terminado siendo», ver: “Suma de Venezuela”.
En su estudio sobre la viveza criolla, que no es tal viveza,
Cabrujas la define como la suma de nuestra tendencia al mínimo esfuerzo más nuestro
sentido de la guachafita. Añade, con dureza: “[Venezuela] (...) es un país que no ha tenido conciencia de su propia
historia (...) es un país no posesionado (...) no refleja un plan nacional, un
desarrollo. Venezuela no se ha inaugurado; su capital, Caracas, tampoco. Es una
ciudad sin visión, sin recuerdos, ni nada que la caracterice, es un
campamento”. Cabrujas añade: vivos son los japoneses y los suecos y cita
otra historia: una que tiene que ver con
un documento, una carta recibida por el general Páez de unos comerciantes de la
provincia de Naguanagua en la que renegaban del proyecto de la Gran Colombia
por considerarlo «anti–venezolano». Dice Cabrujas: “Frente al sueño
complejo, alambicado, difícil, de enorme empresa, de envergadura, surge la
noción del mínimo esfuerzo”. Nada tan complicado, argumentan los comerciantes
de Naguanagua, debe ser lo nuestro.
EL GRAN VUELCO
Esto que Cabrujas dice arriba explica el por qué hemos estado
demorando tareas que son indispensables pero que requieren un esfuerzo continuo
y perseverante.
Quizás la más necesaria es la creación de una masa crítica de
buenos ciudadanos, sin lo cual Venezuela permanecerá indefinidamente en el
atraso. Lograr esto es una tarea perfectamente
posible, pero, eso sí, como decía Caldera: “Hay que echarle pichón”. Tomará
tiempo, un par de generaciones y perseverancia y visión de largo plazo, pero no
será más complicado que ir a la Luna y regresar sano y salvo, lo cual ya se
hizo. Una propuesta para hacerlo y el cómo hacerlo está contenida en mi libro:
“Fábrica de Ciudadanos”, el cual puede obtenerse en AMAZON o en librerías de
Caracas: Vizcaya, El Búho, etc.
Una educación con un componente decisivo de educación en
valores, como la que propongo en este libro, tendría como objetivo lograr que
nuestros ciudadanos del futuro vayan adquiriendo cualidades como las que
adornan a las personas reales o imaginarias que menciono de seguidas
LA ALEGRÍA DE VIVIR DE FLORENTINO, EL QUE CANTÓ CON EL
DIABLO
LA GRAVITAS DE ANDRES BELLO
LA ORIGINALIDAD DE TERESA DE LA PARRA
LA CLARIDAD CONCEPTUAL DE ARTURO USLAR PIETRI
LA NOBLE PROSA DE MARIANO PICÓN SALAS
EL OPTIMISMO DE
AUGUSTO MIJARES
LA CHISPA DE JOSE IGNACIO CABRUJAS
EL IDEALISMO DE MARIANO BRICEÑO IRAGORRY
LA CONSTANCIA DE SIMÓN BOLIVAR
LA VISIÓN DE JUAN GERMÁN ROSCIO
EL CORAJE DE PEDRO GUAL Y JOSÉ MARÍA ESPAÑA
EL CIVISMO DE JOSÉ MARÍA VARGAS
LA FIRMEZA MORAL DE LA GENTE DEL PETRÓLEO DESPEDIDA
POR LA DICTADURA
EL BUEN GUSTO DE CAROLINA HERRERA
LA PULCRITUD ADMINISTRATIVA DE ROMÚLO BETANCOURT
LA CALIDAD
DIDÁCTICA DE ANTONIO PASQUALI Y DE ISAÍAS OJEDA
LA FÉRREA VOLUNTAD DE LUISA CÁCERES DE ARISMENDI
LA TERNURA DE AQUILES NAZOA
EL SENTIDO MUSICAL DE ANTONIO LAURO
LA CORDIALIDAD DE ANDRÉS GALARRAGA
LA DULZURA DE CONSUELO
DE MARTURET, cofundadora del Instituto para niños que lleva su nombre en Los Teques
EL VIGOR POÉTICO DE VICENTE GERBASI
EL AMOR POR LA PALABRA DE RODOLFO IZAGUIRRE
LA FRUCTÍFERA LONGEVIDAD DE ALICIA ÁLAMO
LA VISIÓN UNIVERSAL DE MOISES NAÍM
Excelente artículo Don Gustavo. Cuando usted habla del mínimo esfuerzo, me acuerdo de las grandes obras que se hacen, y el gran show para inaugurarlas, para que luego de un par de años sean un matorralero o ya no existen por la falta de mantenimiento porque, claro, el mantenimiento no da votos ni titulares en los medios.
ResponderEliminarIC
Cabrujas nos definió como “un campamento minero de lujo”. Todos sabemos lo que es un campamento minero, entendiéndose bulla no por alboroto, sino por la aparición milagrosa de un mineral valioso— en este caso nuestro oro negro.
ResponderEliminarPara mí era cuestión de tiempo que políticos al echarle la mano a la gallinita de los golden eggs (chavistas, leopoldistas, borgistas, maduristas, rosalistas, carlosandrecistas, luisherreristas, calderistas, etc.) la destruyeran, pero nunca pensé que:
1) Iba a ser tan rápido
2) El país iba a caer en la anomia y falta de cumplimiento de las leyes tan fácilmente
Esto confirma que si alguien vio el problema a mucha distancia fue Cabrujas.
Me atrevo a decir incluso que tal era el abismo al que se dirigía la República que llegado un punto de final de los 90 lo mejor era salir de ella.
Con la información en la mano, tardamos, más bien.
Acosta,
Buenos Aires,
Argentina.