domingo, 6 de mayo de 2012

La maravillosa fiesta del beisból en Washington





Ayer fuí al parque de los Nationals de Washington a verlos jugar con Filadelfia,  uno de los 39.486 fanáticos en el parque. El juego comenzaba a la 1 p.m.  y mi esposa y yo nos fuímos a la 11 en el Metro. El metro nos lleva desde la estación de Viena, Virginia hasta la estación Navy Yard, a una cuadra del parque, un viaje de unos 30 minutos. La cuadra que va de la estación del Metro al parque está llena de ventas de gaseosas y agua mineral. “Dos dólares, dos dólares”, gritan los vendedores. “Adentro es más costosa!”, agregan. Y en efecto, adentro la misma botella cuesta $4.50. Ya teníamos nuestros tickets, comprados por internet y recibidos por correo expreso, tres dias después.

Este Parque es espectacularmente hermoso. Entramos por el sector del centrofield. Allí uno puede leer las direcciones para llegar a las diferentes localidades. Nuestro sector es el 136, fila F, sillas 8 y 9. Está entre la primera base y el rightfield, bastante cerca del terreno de juego, en buen sitio para agarrar batazos foul, digo yo, aunque nunca he agarrado uno. Los peloteros pasan muy cerca de nosotros y en carne y hueso todos se ven como más pequeños que en la pantalla: allá va Gio Gonzalez, el lanzador designado para hoy, quien comienza a hacer sus ejercicios de estiramiento casi al lado de nosotros. Pasa Wilson Ramos, el receptor venezolano, muy jóven. Le pego un gritico: “Hola Maracay”. Y se voltea y me dice: “Valencia!” ... y sonríe.

Es temprano aún y recorremos el parque, viendo los sitios donde venden toda clase de uniformes, franelas, guantes, pelotas, gorra y memorabilia del equipo. En cada rincón del inmenso Parque hay un nombre de algun gran jugador del pasado, tanto de los viejos Senadores como de otros equipos. El  beisból ha creado su panteón de héroes y la memoria de los grandes es cultivada con asiduidad.

Hay ventas de perros calientes ($7), cerveza (8), licores de todo tipo ($10), helados ($5), agua minera ($4.50). Hay tres pisos con asientos para los espectadores y palcos reservados, hay sitios donde se puede ver el partido con aire acondicionado,  comidas y bebidas de excelente calidad. Eso sí, si se tiene el dinero. Nosotros pagamos $39 por cada asiento pero hay sitios que cuestan $ 600 o más y que están comprados para toda la temporada.

Una de las cosas que me impresionan es que hay gente de todas las edades, desde niños hasta ancianos quienes requieren de silla de ruedas, inclusive uno con oxígeno permanente que pasó a nuestro lado, camino a su asiento, al cual se podía llegar con la silla. Hay familias enteras quienes, antes de que comienze el juego, hacen un picnic familiar en la zona reservada para esta clase de reuniones. Vímos muchísima  gente venida de Filadelfia, un viaje de unas tres horas por auto o tren. Y sabíamos que eran sguidores del otro equipo porque miles de fanáticos de todas las edades vienen vestidos con camisetas que los identifica como seguidores de sus equipos o llevan el nombre de sus jugadores favoritos. Por Filadelfia hay centenares de Utleys, de Howards, de Victorinos, Pences y Polancos. Por el lado del equipo de Washington abundan los Werth, los Ankiel, los Strasburg  y  camisetas del nuevo fenómeno, el joven Harper, de 19 años y ya tercer toletero del equipo.  

Al comenzar el partido cada quien se sienta donde le corresponde, saluda al vecino o a la vecina, se come sus maníes o sus cotufas o sus perros calientes en paz, se toma sus cervezas sin arrojarle el vaso a nadie (un poco aburrido, dirán nuestros fanáticos). En el campo se juega con intensidad, el espectáculo está lleno de colorido. Hay carreras de muñecos que tienen inmensas cabezas de presidentes de los Estados Unidos.  Algunas veces gana Washington, otras veces Lincoln.

Entre innings pasan otros “muñecos” o monosabios  lanzando  franelas al público. La inmensa pantalla del centrofield da los nombres y los records de cada jugador y repite las jugadas especialmente interesantes. Y guía a los espectadores a dar palmadas, a pegar griticos, etc.  Esa parte no me agrada, tiene rasgos de estado totalitario. Cuando dice que demos palmadas no lo hago. Acaso estamos en Venezuela?

Este juego lo ganó Washinton 7x1. Salimos contentos. Lo disfrutamos plenamente. Yo admiré también el espectáculo de la gente misma y la manera como convierten un partido de beisból en una fiesta cívica y familiar.

Y, al final, lo más impresionante. Salimos del parque, camino al Metro y en menos de media hora estamos en el tren, sentados, de regreso a Viena, donde espera nuestro auto. Las casi 40.000 personas salen del Parque en total orden, sin angustias, y en materia de minutos cada quien se va para su casa. Recuerdo una vez que salí del Universitario y estuve tres horas tratando de salir del estacionamiento. Y eran unas 12000 personas a lo sumo.

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8 comentarios:

  1. Dr. Coronel: el beisbol es otra cosa, ajeno a la violencia casi estúpida de otros deportes. El deporte más hermoso y completo que se ha inventado, duélale a quien le duela. Comparto su amor por este inigualable juego. He tenido la oportunidad de ver juegos en el antiguo y el nuevo Yankee Stadium, el Shea y el Citi Field, el Wrigley Field, el Olímpico de Montrela y el antiguo de Miami e hice un tour en el Turner Field de Atlanta. De todos los que conozco, me quedo con el Yankee Stadium viejo y con el Wrigley, este último a pesar de las incomodidades porque allí lo que se respira es historia del beisbol.

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  2. Es verdad lo que dices acerca del viejo yankee stadium, donde se paseaban los espíritus de Ruth y Gehrig.Que maravilla. Alli ví a Chico Carrasquel batear de cinco cinco contra los Yankees, hace tantos años que no recuerdo cuando.
    Nunca he estado en el Wrigley pero concuerdo que es un tesoro de memorias.
    Este de washington es muy hermoso y cómodo. Ayer, par completar, el sol se tapó y sopló una suave brisa que hizo más cómodo el sitio donde estábamos.

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  3. Esa es la diferencia entre un país civilizado y otro que definitivamente nunca lo ha sido. Tuve una experiencia muy similar el año pasado cuando mi equipo, los Rojos de Cincinnati se enfrentaron a los Orioles de Baltimore en Camden Yards. Dicen que la felicidad se vive a ratos. Ese día yo fui muy feliz. Nunca he vivido algo parecido en Venezuela. Se que después que muera, esa experiencia no será posible en Venezuela. Muy triste.

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  4. Sana envidia, doctor Coronel: entonces Ud. tuvo el privilegio de ver jugando al gran Mickey Mantle, al filósofo popular Yogi Berra y, si estuvo en varios juegos, al zurdito Whitey Ford (aparte del Chico, por supuesto, Nellie Fox y Minnie Miñoso)

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  5. como dijo el anonimo anterior, sana envidia Don Coronel

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  6. Un poco de otro, pero tal vez el mismo tema.

    En el Mundial de Futbol de 1994, la FIFA pidió poner rejas en los estadios. Los organizadores se rehusaron, diciendo que la gente no son animales.

    Y fue la primera vez EN MI VIDA que he visto un estadio de fútbol sin rejas. E incluyo a Europa.

    No se puede negar que en ese aspecto los americanos son otra cosa.

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  7. He visto a todos esos peloteros que mencionas, menos a Whitey Ford. Más aún, como estoy viendo beisból desde los seis años, recuerdo vivamente a Cocaína García, Luis Aparicio el padre y el hijo, Víctor García, Tarzán Contrers, Dumbo Fernández, mi ídolo de niño Benítez "Redondo", Jim Pendleton, Los Bracho ( Carrao, y Brachito, el de Cervecería),Pete Rose, Vidal López, Camaleón,Mantle y Maris, Campanella y Robinson.... etc.

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  8. Dr. Coronel: otra parte importante de la pasión por el beisbol son las llamadas "barajitas". A lo mejor Ud. coleccionó aquellas que se imprimieron durante la época de la Primera División. Como yo soy un poco más joven, tuve la oportunidad de ver las Topps que se imprimeiron en Venezuela en 1959y comencé a comprarlas en la edición del año siguiente, 1960. Se imprimieron también en 1962, 64, 67 -éstas hechas por Sport Gráfico con el anverso de Topps- y 1968. Las de 1962 tienen la literatura del reverso en español, al igual que las de 1967, que son completamente diferentes . Yo atesoro unas cuntas que guardaba y otras que fui consiguiendo posteriromente. Un abrazo.

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