Apreciada señora Canciller:
Dice usted lo siguiente, refiriéndose a las
críticas recibidas en su país por mostrarse tan “cercana” al Canciller
venezolano, Nicolás Maduro:
¿Cuál
es la relación que los colombianos queremos tener con Venezuela? ¿Queremos
volver a la confrontación de julio de 2010? ¿O queremos tener una relación
medianamente normal que beneficie a la gente de la frontera, que mejore la
seguridad, que esté dirigida a exportaciones?
Mi comentario: Por supuesto la naturaleza de esa relación es potestad del
Presidente Santos y suya, los dos artífices más importantes de la política
exterior de Colombia. Sus buenos propósitos tienen lógica. Sin embargo, lo que
se le critica a usted es que, por mantener esta relación amistosa y por promover las exportaciones colombianas,
ponga a un lado los principios y valores que han caracterizado la política
exterior de Colombia durante una buena parte de su historia.
El mensaje que me llega de
esas dos columnas [los críticos a la gestión de la Canciller] es que ellos no están de acuerdo en que las
relaciones con Venezuela se manejen a través del diálogo y que lo que quieren
es que las relaciones con Venezuela se pasen de la Cancillería al Ministerio de
Defensa.
Mi comentario: El diálogo no es lo que molesta a sus críticos, Señora
Canciller. Es la fisonomía de apaciguamiento que ha adquirido la postura de Colombia
frente a Hugo Chávez. Se repite, en tono menor, la actuación de Chamberlain
frente a Hitler. Chamberlain deseaba la paz a toda costa, sin darse cuenta de
que el apaciguamiento y la renuncia a una posición firme llevaba más rápidamente
a la guerra.
Ellos quieren que yo no
tenga buenas relaciones ni con Maduro ni con nadie en Venezuela. ¡Tildarlo a
uno de chavista por estar buscando un diálogo con un país con el cual no
tenemos cinco metros de frontera sino 2 millones de colombianos viviendo en una
basta zona, pues es muy difícil! En el fondo lo que me están criticando es que
les parece inadecuado que tengamos relaciones con Venezuela.
Mi comentario: Lo que muchos desean, en Venezuela y en Colombia, es que la posición
de Colombia frente al régimen de Hugo Chávez sea cónsona con los valores y principios
democráticos que el país dice profesar. No es dialogar o no dialogar, pues es
posible dialogar sin melosidad, sino mantener una posición que no sea percibida
como blandengue frente a un régimen que ha violado todas las normas decentes de
convivencia con sus vecinos y con los países de la región que difieren de su filosofía
autoritaria de gobierno.
Gustavo, para tí y para mí, lo más triste de la historia reciente de nuestro amado país es que el único presidente que ha defendido suelo venezolano ha sido Jaime Ramón Lusinchi. Por increíble que parezca este señor tuvo el valor para defender nuestra patria. Todos los demás después de Betancourt y Leoni, incluído Herrera, Caldera y CAP, y más el sujeto que ejerce el cargo en la actualidad, han sido pésimos en cumplir su deber. Por eso los colombianos (habílisimos y aprovechadores) y los guyaneses se burlan de nuestra "cancillería" y ni te cuento de nuestro "ejército".
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