En “El otro, el mismo” Borges nos ofrece su maravilloso
“Otro poema de los dones”, en el cual da las gracias a Dios por, entre otras
razones, “la diversidad de las
criaturas…por la razón que no cesará de soñar… por el misterio de la rosa… por
el ultimo día de Sócrates… por los rios secretos e inmemoriales que convergen
en mí… por la mañana que nos depara la illusion de un principio… por los
minutos que preceden al sueño…por la música, misteriosa forma del tiempo”.
Y a este poema le sigue uno que nos
hace pensar en Venezuela y en su trágica
selección de líderes usurpadores. Es “Oda escrita en 1966”, donde dice: “Nadie
es la patria. NI siquiera el jinete que..rige un córcel de bronce…ni siquiera
los símbolos… ni siquiera el tiempo cargado de batallas….. la patria, amigos,
es un acto perpetuo…nadie es la patria pero todos –debemos ser dignos del
antiguo juramento… somos… la justificación de aquellos muertos…Nadie es la
patria pero todos lo somos…arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese
límpio fuego misterioso”.
En “Junín” Borges regresa a su
obsession con el otro, cuando dice:
“Soy, pero también soy el otro, el muerto – el otro de mi sangre y de mi
nombre…vuelvo a Junín donde no estuve nunca..quien me dirá como eras y quien fuiste”.
En “Una mañana de 1649” describe
la subida al cadalso de Carlos (Carlos I, de Inglaterra). Leí lo descrito por
Dumas sobre ese momento en “Veinte años después”, con D Ártagnan escondido bajo
el patíbulo, para oir las últimas palabras del rey que será decapitado. Carlos mantiene dignidad y majestad al subir al cadalso
y prueba con su mano el filo del hacha. Termina Borges su poema diciendo: “los
jueces no son el juez. Saluda levemente y sonríe. Lo ha hecho tantas veces”. Que
manera de morir, en sus términos!
El libro “Para las seis cuerdas”, 1965, está dedicado a
la milonga. En “Donde se habrán ido?”, medita sobre las veleidades de la
historia: “en la memoria de los tiempos venideros – también nosotros seremos
los primeros – el ruin será generoso y el flojo será valiente – no hay nada
como la muerte – para mejorar la gente”.
En “Elogio de la sombra”, 1969, se confiesa con gran
candor, y algo de esto repite en la entrevista que le hace la televisión
española en 1976, cuyo link anexo en mi post anterior. Dice: “No soy poseedor
de una estética… el tiempo me ha enseñado algunas astucias… a los espejos, laberintos
y espadas que ya prevé mi resignado lector (sabía reírse de sí mismo) se han
agregado dos temas nuevos: la vejez y la ética”. En “Heráclito” retoma su asombro ante el
tiempo: “el río me arrebata y soy ese río..de un material deleznable fui hecho…
acaso el manatial está en mí, acaso de mi sombra surgen, fatales e ilusorios,
los días”. Borges intuia que el río del tiempo corre hacia atrás, que vamos
hacia los primeros días de la creación. Y esto, mis amigos, aparentemente es lo
que piensan ahora algunos respetables cosmólogos. En “The Goldilocks Enigma”,
Paul Davies trata (es casi imposible) de explicarnos que es lo que hay detrás
del velo. Entre las cosas que dice está algo muy parecido a la intuición de
Borges. El cosmos, teoriza es circular (y, como decía Gallegos, las cosas
vuelven al lugar de donde salieron! Esto de Gallegos, porsia, no lo dice Davies
sino yo). Y cita otras hipótesis, como
la del filósofo de Oxford, el sueco Nick Bostrom, quien dice: “Hay una gran
probabilidad de que estemos viviendo en una simulación computerizada. Lo digo
literalmente: usted podría estar existiendo como parte de una realidad virtual
simulada, en un computador construído por una civilización más avanzada”. Bostrom,
por cierto, tiene su sitio web: http://www.nickbostrom.com/
y anda (todavía) suelto, no está en ningun manicomio.
En “James Joyce” Borges insiste
en sus ideas sobre la unidad del hombre con su pasado y sobre el río del tiempo
que fluye corriente arriba: “En un día del hombre están los días del tiempo –
desde aquel inconcebible dia inicial del tiempo, en que un terrible Dios
prefijó los días y agonías – hasta aquel otro en que el ubícuo río – del tiempo
terrenal torne a su fuente…”. Y termina: “Dáme, Señor, coraje y alegría, para
escalar la cumbre de este día”.
Y en “Rubaiyat”regresa el otro: “Hoy es ayer. Eres los otros,
cuyo rostro es el polvo. Eres los muertos”.
“Buenos Aires” es una nostálgica
evocación de la ciudad que se le escapa, una enumeración de lo que la ciudad ya no es.
Dice, entre otras evocaciones: “
[Buenos Aires] Es el ultimo espejo que repitió la cara de mi padre”.
Y, al pasar la página, nos
encontramos con “Fragmentos de un evangelio apócrifo”. Que maravilla! Hay que
leerlo. Dice: “nadie es la sal de la tierra, nadie, en algun momento, no lo
es”. “Que la luz de una lámpara se encienda, aunque nadie la vea. Dios la
verá”. “Yo no hablo de venganzas ni de perdones. El olvido es la única venganza
y el único perdón”. “Feliz el pobre sin
amargura y el rico sin soberbia”. “Da lo santo a los perros, echa tus perlas a
los puercos; lo que importa es dar”. Y termina: “Felices los felices”.
En “Un lector”nos dice: “Que
otros se jacten de las páginas que han escrito: a mi me enorgullecen las que he
leído”.
Y en “Elogio de la sombra”, ciego y entrando en la temida comarca de la
senectud: “La vejez (tal es el nombre que otros le dan) puede ser el tiempo de
nuestra dicha… esta penumbra es lenta y no duele – fluye por un manso declive –
y se parece a la eternidad… mis amigos no tienen cara- las mujeres son lo que
fueron hace ya tantos años… pronto sabré quien soy”.
“El oro de los tigres”, 1972, es una obra de la
madurez, en la cual afirma: “la parabola sucede a la confidencia, el verso
libre al soneto… notarán la preocupación filosófica, mia desde niño cuando mi
padre me reveló… la Carrera de Aquiles y la tortuga”. Hay demasiado sobre lo
cual meditar en este libro. En “Tu”dice: “Un solo hombre ha nacido, un solo
hombre ha muerto en la tierra – afirmar lo contrario es mera estadística, una
adición imposible…. Hablo del único, del uno, del que siempre está solo”.
“La rosa profunda” es un poemario de 1975. Allí
reflexiona: “Un escritor puede concebir una fábula pero no penetrar su
moraleja..debe ser leal a su imaginación..no a una supuesta “realidad”. Dice
que el deber del verso es “comunicar un hecho preciso”. E ilustra esto con un
fragmento de un poema de Meredith (George Meredith, novelista ingles,
1828-1909): “Not till the fire is dying in the grate – look we for any kinship
with the stars.”. Es decir, “solo cuando el fuego muere en la chimenea, es que
buscamos una hermandad con las estrellas”, una reflexión sobre la sabiduría de
la vejez (cuando es demasiado tarde?). En este libro Borges comienza a ver hacia
atrás con demasiado empeño, envejece: “cuando yo muera morirá un pasado… sobre
nosotros crece, atroz, la historia”.
En “La moneda de hierro”, 1976, escribe en el prólogo:
“descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística”. Y en “Una llave
en Lansing”: “hay una cerradura que me
espera – una sola…del otro lado está la casa, oculta y verdadera…. Alguna vez
empujaré la dura puerta – y haré girar la cerradura”. En “El remordimiento” confiesa : “He cometido el
peor de los pecados- que un hombre puede cometer. No he sido feliz….. mis
padres me engendraron para el juego – arriesgado y hermoso de la vida. Los
defraudé…mi mente se aplicó… a las porfías del arte que entreteje naderías…no
fui valiente…”
“Historia de la noche”, 1977 está dedicado a María
Kodama, quien lo acompañaría hasta la muerte. En “Metáforas de las Mil y una
Noches” termina: “Dicen los árabes - que nadie puede leer hasta el fin - El Libro de las Noches – las noches son el
tiempo, el que no duerme. Sigue leyendo mientras muere el día – y Sharazad te
contará tu historia”. La profundidad es tal que parece, como decía Churchill
hablando sobre Rusia, “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”
o como esas muñecas rusas llamadas “matryoshka” que vienen unas dentro de las
otras.
En “El juego” se adelanta? o
incursiona en la teoría del caos: “El le había tomado la mano izquierda y le
quitaba y le ponía el anillo de marfil y el anillo de plata…… no sabían que era
necesario aquel juego para que determinada cosa ocurriera, en el porvenir, en
determinada región”.
“Milonga del Forastero” nos
recuerda que: “No vale ser el más diestro – no vale ser el más fuerte – siempre
el que muere es aquel- que vino a buscar la muerte”.
“Things that might have been”
habla de la historia y de su historia alterna: “Pienso en las cosas que
pudieron ser y no fueron – la historia sin la tarde de la cruz y la tarde de la
cicuta…el orbe sin la rueda y sin la rosa… el hijo que no tuve”.
En “The thing I am” (cita en el
título lo que dice Parolles, personaje menor de Shakespeare en “All is well
that ends well”) , regresa a su leit-motiv del otro : “No soy Borges, soy su
memoria pero soy el otro…soy la carne y la cara que no veo… soy la cosa que
soy…”. Borges habla de este poemario como “el más íntimo” que ha escrito.
“La Cifra”, 1981 es también dedicado a María Kodama.
Allí se juzga con demasiada severidad al decir que le ha sido vedado ensayar la
“cadencia mágica, la curiosa metáfora’ cuando es en eso, precisamente, que se
ha destacado. Y habla de su poesía como “intelectual” , de esa que no dice nada
y lo dice todo.
En “Beppo” se pregunta: “De que
Adán anterior al Paraíso – de que divinidad indscifrable – somos los hombres un
espejo roto?”. Y su soledad parece llevarlo a la depresión, cuando se refiere a
la longevidad como: “un insomnio que se mide por décadas..no ignorar que estoy
condenado a mi carne, a mi detestada voz, a una rutina de recuerdos….”.
Provocaba decirle: carajo, Jorge Luis,
échate un trago, no seas tan pesimista.
En “Buenos Aires” atisba el
multiverso, los universos paralelos. Dice: “He nacido en otra ciudad que
también se llamaba Buenos Aires…. Alguien casi idéntico a mi, alguien que no
habrá leído esta página – lamentará las torres de cemento y el talado
obelisco”.
Y, hablando de “Los Justos”
los enumera: “un hombre que cultiva su jardín…el que acaricia un animal
dormido… el que prefiere que los otros tengan razón… esas personas… están
salvando al mundo”.
“Los Conjurados”, 1985, es el ultimo libro que aparece
en la antología, publicado un año antes de la muerte de Borges. Allí dice “solo
podemos dar lo que ya hemos dado…solo podemos dar lo que ya es del otro…. Toda
obra humana es deleznable pero su ejecución no lo es”, citando a Carlyle. Dice
también que ha observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. “No
pasa un día”, dice, “que no estemos en el paraíso….la belleza no es privilegio
de unos cuantos nombres ilustres”.
Ya ochentón, le pesa la vida. En “Triada”
confiesa: “el alivio que tu y yo sentiremos en el instante que precede a la
muerte, cuando la suerte nos desate de la triste costumbre de ser alguien…”.
(Zapateé pá otrolao, Borges. No me meta a mí en ese asunto).
En el bello “Alguien soñará” nos hace
niños de nuevo o nos recuerda que nunca hemos dejado de serlo: “Alguien soñará
que Alonso Quijano puede ser Don Quijote sin dejar su aldea… la vida no es un
sueño pero puede llegar a ser un sueño…”.
Se lamenta, una vez más, de su
ceguera, “On his blindness”: “Yo querría ver una cara alguna vez…el goce de
libros que mi mano reconoce… las altas aves y las lunas de oro… [solo me queda]
el hábito del verso”.
“La Larga Busca” parece ser un
buen sitio para despedirme, para efectos de esta nota, de Borges. “hay un
animal invisible que los hombres buscamos y que nos busca… no puede medirse..ni
contarse.. las formas que lo suman son infinitas… suele descender fugazmente…
habita los espejos… acecha en la mirada de una mujer, en la ignorante aurora….”
Siento que Borges está siempre
agazapado detrás de nuestra puerta, sonriéndose como un niño de nuestra
incapacidad para ver lo que él parece haber visto.
Habrá gente que no esté de acuerdo conmigo pero una de las injusticias más grandes de la historia es que García Márquez y Vargas Llosa tengan un Nobel y a Borges, por ser un verdadero genio, le haya sido negado de manera tan descarada.
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