Me comunica Alberto Tudela, su
hermano, que mi querido amigo, el generoso, cordial y
sencillo Rafaél Tudela Reverter, falleció esta madrugada en el Estado de
Georgia, USA, rodeado de sus hijos, nietos y biznietos. Su esposa de muchos
años, Mariajosé, había fallecido aproximadamente hace un año
y, como suele suceder en estos casos de matrimonios largos y felices, Rafaél la siguió presuroso.
Me tomaría muchas páginas hablar
de lo que Rafaél Tudela significó para mí y, estoy seguro, para muchas personas
que tuvieron el privilegio de conocerlo. Pareció tener un toque mágico para
llegarle al corazón de las personas. Lo
conocí en 1956, cuando recién graduado y trabajando para Shell, asistí a un
Congreso de Ingeniería en Valencia. Rafaél, ingeniero de Petróleos trabajaba
para Creole y me invtó a un “sancocho” de gallina que él había organizado. Allí
tuve oportunidad de hablar con él por primera vez y establecer una amistad que
duró casi 60 años.
Mientras yo disfruté de una buena carrera
en la industria petrolera, Rafaél tenía planes
diferentes a los de ser un ingeniero y gerente empleado de empresa alguna. El
era un empresario nato. Se separó de la Creole y se dedicó a trabajar por su
cuenta en el negocio petrolero, en una época en la cual no existía en Venezuela
una tradición empresarial independiente en esa actividad. Su creatividad lo
llevó a hacer dinero rapidamente, a pesar de que sus actividades de “trader” no
se podían llevar a cabo en Venezuela. Practicamente sin tener dinero estableció
una triangulación entre carne argentina, petróleo de los mercados
internacionales y un transporte naviero que le dejó como ganancia el tanquero.
Y así comenzó su cadena de triunfos comerciales que lo convirtió en uno de los
empresarios más importantes de Venezuela, en una época dueño del emblemático
Hotel “Tamanaco”.
En tiempos felices, con sus hijos Rafaél y Mapy.
En tiempos felices, con sus hijos Rafaél y Mapy.
Mi amistad con Rafaél no tuvo mucho que ver con su actividad económica. Tenía una fuerte base de “química” personal y fué muy facilitada por la amistad de Rafaél con otro de mis grandes amigos de siempre, Alberto Quirós Corradi. Con Rafaél y Alberto compartí idas al boxeo, buenos almuerzos y momentos de gran cordialidad con nuestras respectivas esposas. Rafaél, Alberto y Aníbal Latuff eran conocidos en nuestro grupo como “Los Monstruos”, por ser protagonistas de grandes ocasiones sociales y parecernos "larger than life". Tener la oportunidad de ingresar al grupo de este gran trio de mosqueteros sociales era altamente apreciado. Alberto Tudela, el hermano menor de Rafaél, me dice que – en un momento – él llegó a ser considerado como el “baby monster”.
La sencillez de Rafaél nunca fué
alterada por sus éxitos financieros. Tuvo una profunda vocación de
organizador en el campo educativo, en el
cual promovió las Escuelas Industriales. Fué presidente de la Asociación Venezolana
de Ajedrez y, de las veces que jugamos,
solo le gané un partido y sospecho que fué una concesión graciosa que me hizo.
Me contaba Kenneth Wetherell, quien fué presidente de Shell de Venezuela, que
él solía jugar ajedrez de memoria con Rafaél en los cocteles.
Quisiera mencionar dos aspectos
de nuestra relación que ilustran lo que este querido amigo significó para
mí. En 1981 fuí despedido de la
industria petrolera por haberme insubordinado en contra del Ministro de Energía
y Minas, al protestar con vehemencia por el traslado de Meneven, la empresa de
la cual yo estaba encargado en ese momento, para Puerto La Cruz. Al ser
despedido me convertí en un paria en los círculos cercanos a la industria y al
gobierno de turno. Nadie me hablaba, nadie me llamaba, nadie quería verse en mi
compañía. Un día sonó mi teléfono, cosa muy rara, y era Rafaél. Me dijo: “ Gustavo, te estoy llamando para decirte que
quisiera que te vinieras a trabajar conmigo en mi oficina de Houston. Tu me
dirás cuanto quieres que te pague, pónte tu mismo tu sueldo”. Y así, con esas palabras, me dió un inmenso
apoyo moral. Al final me fuí a Harvard por dos años, como investigador, pero
nunca olvidé la mano solidaria que Rafaél me tendió en un momento crítico de mi vida.
La otra ocasión que recuerdo con
mucha gratitud fué la vez que me encontró en Caracas y me dijo: “Gustavo, sé
que viene a Caracas con frecuencia (yo vivía en Valencia y hacia trabajos de
consultoría en Caracas) y que llegas a otros hoteles, pero nunca al mío. Eso me duele!”.
Y le dije: “Rafaél, el problema es que yo no puedo pagar el Tamanaco”. Y él me
dijo: “Listo. Tu me vas a pagar lo mismo que pagas en el hotelito donde llegas.
Me sentiré honrado de que llegues al Tamanaco”. Y así fué, hasta que dejé de
viajar a Caracas. Cuando llegaba al gran hotel "Tamanaco", me esperaban siempre en mi habitación una
cesta de frutas, una botella de vino y una tarjeta de Rafaél, dándome la
bienvenida. Que gran señor!
Una noche, coincidí con él y con
Jorge Olavarría en Camurí Grande y los invité a cenar en el Bodegón de Lino, en
Caraballeda. Nos montamos en mi auto y Rafaél fué a guardar algo de él en la
guantera. La jaló y se le quedó en la mano. Llegamos al restaurant y Rafaél vió
un jamón serrano guindando del techo y ordenó bajarlo. Aquellos dos gigantes, con mi modesta colaboración, terminaron
con el jamón y, además, con platos de una “fosforera” que era la especialidad
del sitio. Cundo yo me disponía, aterrado, a pedir la cuenta, Rafaél insistió
en pagar.
Su plena vida en Caracas cambió
dolorosamente cuando fué asaltado por una gavilla de criminales, en su casa, desalmados quienes casi lo mataron. Hubieran matado a cualquier otro que no hubiese tenido
su fortaleza. Después de esa trágica experiencia Rafaél perdió algo de su conducta
de niño grande. Afectado fisicamente también se entristeció. Sus años en
Florida fueron tranquilos pero le fué arrebatada la felicidad de vivir en su
patria. De Georgia, Rafaél emprenderá ahora el regreso a Florida
donde descansará para siempre al lado de su compañera, Marijosé.
Rafaél tuvo algo de cada uno de
los tres mosqueteros: la fortaleza y
apetito por la vida del gigante que era Porthos, la bonhomia y finura de Aramís y la nobleza y
generosidad de Athos.
A su lado siempre nos sentimos hermanados,
discípulos, bajo la sombra protectora de
un inmenso samán.
Adiós, querido amigo. Como geólogo sospecho que no nos veremos de nuevo, pero uno nunca pierde la esperanza.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBello Gustavo, muy bello este sentido homenage que le hace a su Señor Amigo.
ResponderEliminarSi, efectivamente hay Señores
de Señores.
Gracias por compartirlo.
Gustavo, aqui le dejo un cachito de historia relatada por su gran amigo... espero la disfrute tanto como yo.
ResponderEliminarNacido en Caracas en 1931, Rafael Tudela Reverter debe este hecho a un avatar novelesco. «Mi padre era un noble español, nacido en Valencia de origen vasco, en cuya casa se servía de guante blanco y de polainas. Siendo aristócrata se enamoró de mi madre, una burguesa catalana, hija de un industrial muy rico, fabricante de papel y de las cajas en que venían los perfumes de la casa Mirurgia. Cuando mi padre le anuncia al suyo que ha decidido casarse con esta muchacha, muy adinerada pero plebeya, mi abuelo no pone mayores reparos al enlace pero le participa que a partir de ese momento queda desheredado, cual era la costumbre de la época. Enamorado como estaba, mi padre aceptó el desafío y se casó con mi madre, tras lo cual cogió un mapa de América Latina, cerró los ojos y apuntó con el dedo el que sería el destino de la familia: Caracas».
Es así como Rafael Tudela Boronat, hidalgo español de familia rentista, como corresponde, y Rosa Reverter, graduada de concertista de piano en el Conservatorio de Barcelona, cruzan el océano tantos veces jalonado por la aventura y desembarcan en el puerto de La Guaira recién casados, con el corazón infatuado por la saga de los amantes contrariados y en las faltriqueras una pequeña suma que nada más llegar se vio desmedrada por la mitad en la compra de un perfume con el que se encaprichó la joven señora Tudela. «Mi padre era un caballero a la antigua usanza».
CONTINUA...
http://www.analitica.com/bitblioteca/msocorro/tudela.asp
Un tremendo venezolano, muy injusto que haya tenido que irse por ese hecho lamentable que significo que unos resentidos le hicieran daño. ES LA HISTORIA DE MILES DE EXILIADOS VENEZOLANOS QUE HUYEN DE LA DELINCUENCIA.
ResponderEliminarEl desgobierno de Chavez fue el culpable de esa tragedia porque chavez era un resentido que con tantos complejos hizo del odio la moneda comun en ese pais.
Pero, que queda que hacer en un "pais" donde un delincuente como Yonny Bolivar sale de la carcel a matar una muchacha embarazada de apellido Urquiola, antes de cumplir una condena y la "menestra" iris valera lo tuviera de amante como "arregla ascensores" y con ese sueldo comprar una 4runner ultimo modelo que cuesta 1600 sueldos minimos.
Hermoso reconocimiento a un Caballero y a una forma de vida que tenemos que recuperar. Trabajo Honesto y Decencia, bienes escasos en la Venezuela de Hoy.
ResponderEliminarLuis
Rafael Tudela Reverter fue un gran venezolano, un hombre brillante y exitoso en los negocios, un maestro del ajedrez, pero mas que nada un hombre de principios y un amigo como pocos. Sus cualidades humanas, decencia y lealtad con su familia y sus amigos seran recordadas por los que tuvimos la oportunidad de conocerlo bien.
ResponderEliminarQue bueno es escuchar esos relatos de esas vivencias con su amigo Tudela y "Cabellito". Traen una brisa fresca a las continuas noticias de confrontacion en Venezuela. Yo disfruto mucho de sus articulos y las hago parte de mi poco tiempo libre que tengo al tener que trabajar mucho en los EEUU para poner el pan en la mesa. Pero no me pelo sus articulos Don Gustavo, son parte de mi rutina. Gracias por escribir lo que yo leo.
ResponderEliminarLLevatelo Willie
Gustavo, que grato leer tu misiva sobre Rafael Tudela con quien comparti momentos sibaritas en su Club Le Gourmet del Hotel Tamanaco.
ResponderEliminar--
Que Dios lo tenga en la gloria.
J.L.A.D.
@Vienna
He recibido con mucha tristeza la grave noticia de la muerte de mi buen amigo Rafael Tudela, con quien compartí muchas veces y a quien le insistí viniera se visita a CCS porque la extrañaba mucho. Es cierto lo que escribes de las secuelas que no solo en su físico sino también en su alma y su amor por Venezuela lograron esos delincuentes, que en mala hora pretendieron hacerle tanto daño a un hombre que era el mejor de los caballeros que he conocido en mi vida. Un abrazo a Mapy y a Toyota desde Caracas y que a través de su blog hago previo al contacto que en las próximas horas efectuaré.
ResponderEliminarDescanse en paz, Rafael Tudela. ¿Qué ocurrió con los autores del asalto? ¿Lograron atraparlos?
ResponderEliminarSaludos señor Coronel, quien aqui le escribe fue un modesto empleado de la recepcion del Hotel Tamanaco, y quien modestamente tuvo el breve privilegio de haber conocido a ese gran SEÑOR Rafael Tudela. Inclusive tuve el privilegio de haber recibido instrucciones directamente de el porque llegue a ejercer funciones de Asistente a la Gerencia y pude constatar la calidad humana y la inmensa estatura de empresario y ejecutivo que poseia. Que aun siendo un hombra de un importatnte caudal economico, su naturaleza humana nunca reflejo un apice de desden hacia la gente que le rodeaba. Inclusive para mas señas, la fiesta de su hija de quince años la organizo en el salon principal del Hotel Tamanaco e invito a muchos de los empleados del hotel, y de lo cual fui participe. Que gran tristeza el conocer esta noticia y de la muerte de su esposa hace un año. Ademas de perder un ser humano de estos kilates nuestro pais ha perdido un hombre de cuya madera es la que se necesita para poder construir un pais prospero y de mucha armonia. Señor Tudela le admire mucho en lo personal asi como en su gran proyeccion de hombre que probo con su accionar su gran intelecto y habilidad de construir progreso. Pido a Dios que lo cobije en su regazo a usted y a su señora esposa. Paz a sus almas. Jesús E. Barroso V.
ResponderEliminarUn enchufado corrupto fue ese tipejo
ResponderEliminar