El traidor, ya difunto, Hugo Chávez, firmó en 2012 un decreto
presidencial en el cual se reintegraba al servicio activo y se premiaba a un
grupo de unos 3000 militares golpistas y traidores que lo acompañaron en su
inepta rebelión el 4 de Febrero de 1992. Junto con los desfiles que comemoran
esa fecha de traición este decreto forma parte de lo que podría ser una
antología de la degradación venezolana.
Lo cierto es que, aparentemente, este decreto solo fué cumplido a
medias. Un grupo de los traidores, estimado en 1500 mercenarios de entonces, se
quedó afuera. Este es el grupo que el pasado 26 de mayo se presentó ante el
traidor de turno, Nicolás Maduro, para exigir que los incluyeran en la
repartición de prebendas. Y que sucedió?
Que le cayeron a rolazos y gases
tóxicos, como si fueran estudiantes. Doce traidores, versión 1992, fueron detenidos por las fuerzas traidores del
régimen, versión 2014.
Segun las últimas noticias los traidores de hoy imputarán por
traición a los traidores de ayer.
Este espectáculo singular, esta pelea entre hienas, es lo que nos
faltaba ver en el extenso menú de la degradación nacional. Hemos tenido de
todo: robo descarado, prostitución de la fuerza armada, mujeres sin honor a
cargo del mál llamado Poder Moral, prisiones injustas, torturas, sadismo
militar, bandas anárquicas armadas, peleas entre ciudadanas por un pollo, casas
que se caen a la semana de haber sido habitadas, entrega genuflexa a los cubanos, pedido de “audiencias” a Maduro
por parte de miembros de la oposición, saqueo de divisas, rechazo de sanciones a
narcotraficantes, ladrones y violadores de los derechos humanos por parte del
régimen y de la pandilla de UNASUR, toda una gama de indignidades que nos hacen
sentir verguenza de ser venezolano.
Esta carrera desenfrenada hacia la anomia, hacia la degradación, no
tiene una solución por las buenas. No es posible negociar derechos o pedirlos
como una concesión graciosa a una pandilla de malandros.
La rebelión abierta, sin embargo, no vendrá por razones éticas.
Vendrá por hambre.
Tristemente, tiene razón. Vendrá por hambre. Salvo en las gestas de independencia, creo esa sea la tendencia universal. Lo que sucede es que acá se exageró la paciencia y la apatía mientras que, con una riqueza relativa de la que difícilmente ha gozado ningún país en la historia, se arruinaba económica, social y moralmente a Venezuela, con la indiferencia de muchos y la aprobación de una porción significativa de la población, prostituida a base de migajas. Un caso que será de estudio pero que, ahora mismo, es una tragedia imperdonable.
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