Erwin Arrieta Valera, 1938-2015

Acaba de fallecer en Miami mi amigo, el ingeniero de petróleo Erwin Arrieta. Fue mi amigo cuando ambos éramos jóvenes, en Shell, Lagunillas. Me siguió a la CVP, cuando creímos que  irnos allá era mejor para el país que permanecer en Shell. Nuestros caminos se separaron por algunos años y nos re-encontramos brevemente en la década del 90, cuando fui a la CVG como Director General y él era ministro de Minería y Petróleo en el gabinete de Rafael Caldera. Le renuncié a él, convencido de que la CVG no tenía remedio, sujeta a tantas presiones políticas y a tanta codicia por parte de los caudillos de Guayana, que la veían como sus predios exclusivos.

Una vez que salí de CVG lo dejé nuevamente de ver y, hace pocos años nos re-encontramos de nuevo como miembros de la creciente diáspora venezolana en USA. Él se quedó en Florida, yo me vine a Virginia. Durante estos años de ausencia de Venezuela pude asistir, sin poder hacer mucho por ayudarlo, a su progresivo deterioro físico y a su situación de creciente pobreza, lo cual fue una sorpresa para mí.  Es triste que los venezolanos tengamos que comprar nuestras credenciales de honestidad al alto precio de la pobreza. Un hombre que sirvió al país por años, en posiciones importantes, incluyendo un ministerio y  la presidencia de la OPEP, no debiera haber muerto en la indigencia. Un país que abandona a sus hombres públicos honestos está condenado a tener hombres públicos deshonestos.

Una vez, en la autopista del este me paré a auxiliar a Hugo Pérez La Salvia, quien, ya entrado en años, trataba de cambiar una llanta al borde la avenida. Y dicen que a Betancourt sus amigos le regalaron una casa después que salió de la presidencia  porque no tenía una. Esa no ha sido la norma y todos conocemos a quienes no han sido honestos en el servicio de la Nación, pero siguen recibiendo aceptación de la sociedad en la cual viven. Para una Venezuela sin sanción moral el destino no puede ser favorable.  

Erwin vivió  años importantes en la función pública. Los disfrutó en cuanto a la importancia que ello le confirió en una Venezuela muy sensible al estatus. Pero al final supo regresar a una vida modesta, luego convertida en tragedia personal, debido a su soledad. Nos entristece su partida porque supimos de sus últimos años de estrecheces y angustias que no se correspondían a sus años de trabajo profesional. Se merecía una vejez más tranquila.

A él siempre le hizo mucha gracia una expresión mía, la cual utilizaba con alguna frecuencia para referirme a lo que no tenía una explicación aparente. Yo hablaba de  “una razón misteriosa….”.  Y él me sonreía cada vez que la oía.

Por una razón misteriosa, que nos viene de nuestra Venezuela frívola e injusta, amante de lo material y de lo importante, es decir, de lo intrascendente,  Erwin falleció triste y solo, cuando ha debido estar rodeado de su gente y recibiendo todo el apoyo que su situación requería. Algunos buenos amigos trataron de ayudarlo, lo cual los honra,  pero ya era demasiado tarde.