En Sabana del Medio, a unos 20 minutos de Valencia, donde tuvimos nuestro
hogar por casi once años, hasta nuestra partida de Venezuela, teníamos hectárea
y media sembrada de árboles frutales. Mi único problema, si es que puede
llamarse así, era tener que elegir entre tomarme un jugo de toronja, de
mandarina, una limonada o comerme una piña en el desayuno. Desde la ventana de
mi estudio, donde tenía unos mil volúmenes que debí dejar atrás, podía
verificar cada día el casi imperceptible progreso de las dos matas de cotoperí
que había sembrado, para el disfrute futuro de mis biznietos.
Todo esto lo veo ya borroso, a doce años de nuestra llegada a Virginia,
donde hemos sido extremadamente felices rodeados de hijos, nietos, bellos
bosques públicos y respirando el aire de la libertad. Durante estos años hemos
ejercido a plenitud la profesión de ciudadanos, la más bella profesión del
mundo.
Claro, hemos pagado precios, algunos bastante altos. Quizás el más alto es
el no poder ver de manera cotidiana a los
familiares y amigos que debimos dejar atrás. Me causó mucho dolor no haber
podido estar al lado de mi querido amigo Alberto Quirós, durante sus últimos
días en este mundo, a fin de darle el apoyo con el cual me distinguió por 50
años. Me duele no poder tomar carretera con mi esposa hacia los pueblitos andinos,
donde habíamos comprado un terreno de 800 metros para pasar allí nuestros últimos
años, en Las Piedras, a la vera del camino hacia Apartaderos, el cual ya estará
habitado por alguien de casaca roja. Duele no ver el Ávila desde una ventana,
como podíamos hacerlo cuando íbamos a Caracas, como lo hacía Reinaldo Solar, el
personaje de Gallegos y como luego lo haría el mismo Gallegos desde su casa en
Altamira, donde hoy se dan conferencias sobre la “revolución” en la sala “Frida
Kahlo”, convertido en centro rojo al mando de Roberto Hernández Montoya y su
tribu llena de odio.
Pienso, sin embargo, que en el balance hemos tenido mucha suerte. De
haberme quedado en Sabana del Medio, donde ya la invasión auspiciada por el
Instituto de tierras al mando de Adán Chávez nos llegaba al otro lado del
riachuelo, ya estaría muerto, o de un infarto motivado por la indignación y la
tristeza o de una puñalada de quienes ya se había encargado de robar y hasta
matar en el vecindario. Me salvé de esto hasta el momento de mi partida porque
mi apellido Coronel era confundido con el rango militar. El malandraje invasor
pensaría que tendría mi casa llena de ametralladoras, cuando nunca tuve un
arma.
Ya Sabana del Medio, 2003 no era sitio para andar desarmado sino sitio para
alguien como aquel Marshall Dillon de la serie televisiva GUNSMOKE que no
pelaba tiro.
Recuerdo todo esto porque, a diferencia de los 600 frutales de sabana del
medio nos contentamos hoy con tener algunas maticas en un rincón del pequeño
apartamento donde tenemos la dicha de vivir. En ese mini-Tahití mi esposa tiene, entre orquídeas y
enredaderas, una mata de ají. Y esa mata, amigos, ha aparecido esta mañana con
un bello ajicito del color verde de todos los ajíes bebés pero anunciando ya su
eventual color amarillo intenso, casi
anaranjado. Ese hallazgo ha tenido el
mismo impacto que hubiera tenido en nosotros ver el primer cotoperí de las
matas sembradas en 1998. El ajicito es
un testimonio de vida nueva, una recreación en miniatura del big bang.
En paralelo con este emocionante hallazgo vemos por la ventana que el otoño
ha llegado a su pico en nuestra área. De repente, árboles que lucían opacos
ayer muestran esta mañana colores maravillosos, de avasallante luminosidad, de
una belleza indescriptible.
La vida surge vigorosa en esta mañana dominical. Desde Venezuela llegan
noticias que anuncian el derrumbe acelerado de la pandilla que nos ha causado
tanto daño.
Quizás, me digo, será aún posible comerme un cotoperí Sabana del Medio. Mientras tanto, me maravillo con el ajicito
que ha nacido en nuestro hogar, casi como un primer bisnieto.
Pasa eso don Gustavo, muchos piensan que somos traidores a la patria porque por una u otra razon nos hemos marchado. Como alguna vez conte, la mia fue totalmente opuesta a la suya, pero como usted y muchos otros, tambien deje atras un lugar al que sigo queriendo y en donde tambien se esparcen muchas querencias nuestras. Se por lo que pasan los que quedaron, tambien que ahora es de lo peor en todos los aspectos inimaginables de cuando estuvimos, como tambien que algunos nos miran como ricachones o traidores que huimos del caos; cuando ni ricachona soy y traidora mucho menos: pero escogi.
ResponderEliminarNo obstante, no saben lo mucho que sacrifique ni de mi derrame de dolor, lo incalculablemente valioso que deje al partir como primordialmente todos mis seres queridos, tambien gran parte de mis bienes, y enseres del hogar los que algunos cuantos no solo son economicamente valiosos, sino que fueron mi valiosa herencia materna; algo tan sencillo como puede ser una servilleta bordada por mi madre. Deje mucho si, como mi arbol de mango y mi primoroso limonero, pero al final, si hay algo que es tan cierto como la vida misma, es que por las razones que fueren... arrieros somos y en el camino nos encontaremos.
Había que largarse pero algo sí te digo. Hasta ellos saben que falta poco para su caída.
ResponderEliminarDe Adelis Le'on Guevara...
ResponderEliminarEL MAMONCITO CARNOSO
LE DIJO AL COTOPERÍ
TÚ TE PARECES A MÍ
PERO YO SOY MÁS SABROSO
Sabana del medio, un lugar tan bonito y poco a poco se a dañado, lo único medio bonito en Tocuyito es Safari Carabobo, claro no para todos, si tienes un vecino rojo rojito hay muchos que hacen vida allí, ya lo están dañando con sus super escoltas que no son mas que unos malandros en motos, saludos.
ResponderEliminarTocuyito85
Bello cuando uno ve como crece una matica que uno creia imposible en otro biotopio ... conozco esa sensacion ...
ResponderEliminarveo los comentarios, 2015 y esa era la sensación de que esto ya se acaba, que no pasa de este año, hoy domingo 18 de marzo del 2018 ya no sé qué pensar.
ResponderEliminarWaldo en eso estamos , en eso estamos.... espero que el coronel esté presente y podamos aun regresar , aunque seamos unos viejos ...
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