La gloria anónima es también gloriosa

Ver a Hank Aaron dar la vuelta por el cuadro después de romper la marca del Baby Ruth seguramente representó un momento electrizante para Aaron, pero también para los miles que lo vieron en el parque y los millones que lo vieron en la televisión. Fue un momento de gloria  ante el mundo. La juramentación de Kennedy, el premio Tchaikovsky a Van Cliburn, el primer paso en La Luna de Neil Armstrong, la Coronación de Isabel II en Inglaterra, los aliados entrando en París, el momento de otorgarse un premio Nobel. Todos ellos son momentos de gloria magnificados hasta llegar a ser del tamaño de nuestro planeta. Parecería que la gloria solo es gloria cuando es conocida y compartida por muchos.

Y, sin embargo, esos momentos públicos de gloria son la minoría. Por cada uno de ellos llevados a cabo ante una audiencia de miles o de todo el planeta hay multitud de momentos de gloria anónimos, desconocidos para el público, que transcurren sin que nadie o casi nadie los conozca.

Dejan, por ello, de ser gloriosos?

Será acaso la gloria un evento necesariamente público? Por supuesto que no.  Gloria es fama pero también es honor. Gloria es buena reputación pero también un gran gozo personal. Lo glorioso puede ser totalmente anónimo sin dejar por ello de serlo.

Todos hemos tenido nuestros momentos de gloria, esos momentos en los cuales nos hemos hecho merecedores del reconocimiento de nuestros semejantes. Algunas veces ello ha trascendido, muchas otras veces no. En nuestras vidas comunes y corrientes nos hemos empinado en ocasiones por encima de nuestra condición de ser humano del montón para hacer algún gesto, tomar alguna decisión, destruir algún mito o creencia que retrasaba el avance de nuestra sociedad. En esos momentos hemos actuado como líderes, como representantes dignos del hombre, a fin de contribuir de alguna manera a la mejora de nuestra vida en común. En la mayoría de los casos esos grandes gestos nunca serán debidamente conocidos o reconocidos. Lo que nos ha costado grandes decisiones y hasta  sacrificios personales nunca será premiado con la gloria a la luz pública. Solo nosotros y , quizás, un pequeño grupo de semejantes, sabrán que ello contribuyó significativamente al bienestar colectivo.

Y con eso tendremos que conformarnos.