lunes, 27 de junio de 2016

Digna de Venezuela rehúsa diálogo con Sátrapa Piticastro


                                   Para Américo Martín
La señora Digna de Venezuela está pidiendo una separación de cuerpos de su esposo Sátrapa Piticastro, pero aceptó reunirse con un Comité de Conciliación integrado por un psiquiatra español, un abogado dominicano y un sacerdote panameño. Con su brazo en cabestrillo y mostrando algunos moretones en su avejentada cara llegó puntualmente al sitio de reunión. Se sentó frente al trío que le sonreía y expuso su caso:
“Tengo 17 años de matrimonio con ese señor, quien me prometió que cuidaría los niños de mi anterior matrimonio, nada de dejarlos solos en la calle, y que sería un esposo ideal. Ustedes deben saber que llevé al matrimonio mi cuantiosa fortuna personal compuesta de acciones petroleras y numerosas empresas, una gran herencia. Mi nuevo esposo me prometió administrarla con sumo cuidado, de acuerdo con mis intereses. Me prometió amor eterno. Y me casé con él.
Al poco tiempo, sin embargo, me di cuenta de que tenía un temperamento muy violento.  Comenzó a hablarme en lenguaje destemplado, como no debería  hablarle un esposo a su esposa. Llegó el día en que pasó de las palabras a la acción y me dio unos golpes. Cuando reaccioné con entereza y lo boté de la casa, regresó con el rabo entre las piernas, acompañado de un primo militar y me pidió perdón y me juró que no lo haría más.  Por algún tiempo dejó de pegarme pero seguía insultándome con frecuencia. Comenzó a darle dinero, mi dinero, a sus amigotes del barrio. Mis vecinos me decían que tuviera paciencia, que él se compondría y hasta el brasileño de la ferretería me dijo que Sátrapa era el mejor esposo que él había visto,  pero su actitud se fue agravando, hasta el punto que me pegaba casi a diario y dispuso de mi fortuna. Hoy estoy en la ruina, aborrezco a mi esposo y quiero separarme de él lo antes posible, este mismo año, porque parece ser que si espero hasta el año que viene hay una disposición escrita falsificada por él, la cual  le permitiría seguir disfrutando de mis pertenencias. Quiero que me regrese el dinero que me ha robado y que sea castigado por la justicia por los maltratos físicos y espirituales que me ha causado”.
Los miembros del Comité de Conciliación la escucharon con suma atención. El psiquiatra español  le dijo:
“Es indudable que usted ha sufrido mucho. Mi recomendación es que venga a verme con su marido y que los tres comencemos a explorar maneras de mejorar esa relación. Hoy en día tenemos muchas técnicas de conciliación que me hacen optimistas sobre una solución satisfactoria. Claro, será un proceso largo y complicado pero, al final, creo que lo podremos lograr”.
La señora Venezuela respondió: “Lo de largo y complicado no me suena bien, Doctor. Necesito resultados urgentemente.  Imagínese que soy asmática y no puedo comprar ya las medicinas que necesito. Ni siquiera me estoy alimentando bien. Que Sátrapa me devuelva mi dinero y que sea castigado por sus abusos”
El abogado dominicano intervino: “Esas exigencias suyas harían difícil la reconciliación, querida señora. Su esposo tiene derechos legales y constitucionales  que deben ser respetados y es mejor no entrar en esa discusión conflictiva.  Podría verse afectado el éxito del diálogo”. El sacerdote panameño concurrió: “Todos somos hijos de Dios, querida amiga. El perdón es esencial para que no exista odio en  nuestros corazones,  para que alcancemos el reino de los cielos. Dios se encargará de premiar a los justos y castigar a los malvados, no piense usted  en venganzas. No intente usted pasar de ser víctima a ser victimaria”.
La señora Venezuela dijo, con voz algo alterada: “No hablo de venganza, Padre. Hablo de justicia, no es lo mismo ni es razonable de su parte confundir los dos términos. ¿No se dan cuenta ustedes de que, si no hay justicia, Sátrapa Piticastro seguirá en su abusiva actitud? Ustedes no conocen a Sátrapa como yo he tenido la desdicha de conocerlo. No han vivido con él.  Por eso es que sus llamados a la concordia francamente me decepcionan.  La impunidad, Padre y Doctores,  es el gran escudo de los malvados. Piensen ustedes que no solo me he arruinado materialmente sino que estoy hasta perdiendo el nombre de Digna, al soportar por tanto tiempo tanto abuso, tanta humillación. Mis vecinas me ven con lástima pero  murmuran: ¿Por qué Digna aguanta tanto maltrato en silencio? Si ella no se rebela, ¿por qué tenemos nosotros que meternos en ese lío? Con el perdón de la palabra, dirán: que se joda Digna”.  
El psiquiatra le habló con suave voz: “paciencia, Doña Venezuela, no se altere. Aquí estamos para ayudarla.  Pase esa página. Así lo han hecho otras señoras tan maltratadas como usted y han logrado comenzar  de nuevo, una vez que los esposos indeseados murieron de muerte natural, reconfortados con champaña y santos óleos, en sus villas de la Costa Azul o de Punta Cana. El tiempo todo lo cura, mi señora, usted todavía es una mujer joven que puede conseguirse otra pareja”.
La señora Venezuela salió de la reunión llorosa. Al regresar a su casa llamó a Asamblea, su mejor y casi única amiga y le dijo: “Asamblea, vamos a tener que dar la batalla solas porque los demás me “aman”  tanto que me quieren obligar a seguir atada a Sátrapa”.

Viendo la actitud digna de Digna de Venezuela y de  Asamblea, sus vecinas han comenzado a responder positivamente para ayudarlas  a salir de Sátrapa.  Hace unos días le dieron un revolcón a Sátrapa, quien cometió el error de enviar a la cachifa a insultar a todo el mundo en el vecindario, pero solo logró que se burlaran de ella. 

4 comentarios:

  1. Muy bueno!! Al estilo de Laureano Marquez!

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  2. "Hace unos días le dieron un revolcón a Sátrapa, quien cometió el error de enviar a la cachifa a insultar a todo el mundo en el vecindario, pero solo logró que se burlaran de ella. "

    Pobre cachifa..

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  3. Buena esa............me encanta la metafora.

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