Hoy
tuve el placer de ejercer mi derecho al voto como ciudadano estadounidense por
naturalización. Es la primera vez que lo hago y ello me dio una sensación de
pertenencia en este país como nunca antes la había sentido. Es una sensación de
gratitud hacia un país que me ha recibido con cordialidad y solidaridad y hasta
me ha dado, después de cotizar por 12 años, una pensión de $510 al mes y un seguro médico
que me cubre el 80% del costo de mis facturas médicas, algo que nunca pude lograr en mi Venezuela
natal, después de cotizar por más de 40 años.
Soy
venezolano y soy estadounidense. No veo conflicto alguno en ser ciudadano de
estos dos países, porque lo que deseo para Venezuela es lo que veo en los
Estados Unidos: gente que trabaja, que paga sus impuestos, que tiene seguridad
social, que ve que la infraestructura física del país es bien mantenida, que se
puede vivir modestamente o se puede ser millonario pero en ambas categorías es
posible tener lo esencial: un techo, un auto, educación y salud. Esto es lo que
veo a mi alrededor aquí, en el estado de Virginia, donde vivo, y esto es lo que
he luchado por muchos años por implantar
en Venezuela. Pero, en esa lucha personal, que me ha tomado más de 60 años de
mi vida adulta, no es mucho lo que he
progresado, ya que la he librado al margen de la política y es en ese campo en
el cual, en nuestra región latinoamericana, se pueden obtener resultados significativos .
Venezuela
está hoy más lejos que nunca de tener la calidad de vida que yo desearía que
tuviese.
Esta
mañana fuimos a votar a las 6:30 a.m. , a unos 50 metros de donde vivimos y me
llamó la atención que, al llegar al sitio, todavía hubiese gente haciéndole propaganda
a cada partido. Parecería que la campaña no termina nunca. Por supuesto, me
pareció extemporáneo porque ya yo sabía bien por quién iba a votar. No vi por
ningún lado alguien armado, nada de soldados en la calle con ametralladoras.
Entramos, mi esposa y yo, al sitio, donde nos recibieron con una sonrisa. Di mi
licencia de conducir y ello corroboró mi registro electoral. Me dieron una
boleta de votación y procedí a votar. Todo el proceso tomó unos siete minutos. Me pusieron un pequeño “sticker” en la camisa que
decía Yo Voté. Después, mi esposa y
yo nos fuimos a desayunar en una sitio cercano, sintiéndonos satisfechos de
haber cumplido con nuestro deber y derecho ciudadano. Eso fue todo. Como quisiera ver esto hoy en
Venezuela. Iríamos a votar allá, en la misma escuelita rural de Barrera, Estado
Carabobo, donde todavía debemos estar registrados. Eso sí, rezando porque nos
dejen entrar al país y, más aún, porque nos dejen salir y no quedemos
apuñaleados en algún rincón oscuro de nuestra patria, sin que nadie sepa jamás
quién lo hizo. Ese es un final que no desearía tener.
En
los pueblos de Virginia no hay nada cerrado, todo marcha normalmente. La gente
se ausenta momentáneamente de su trabajo, va a votar y regresa al trabajo. Esto es lo que yo deseo para Venezuela, mi
país natal, donde tengo mis raíces y al cual amo intensamente y por ello me
duele lo que le está pasando. Deseo que una votación presidencial no sea una
dramática puesta en escena, en la cual todo se para y el país se militariza. En
la Venezuela de hoy el militar es símbolo de dictadura y ello corrompe
cualquiera elección.
Vivo
aquí en un ambiente civil - izado, en el sentido más íntimo de la palabra, sin
que haya presencia militar en el entorno, una presencia que en Venezuela ha
llegado a ser sinónimo de opresión y de
abuso. En los Estados Unidos la Fuerza Armada tiene una misión esencial de
protección de la soberanía, de defensa. En Venezuela, la Fuerza Armada es hoy
un organismo podrido, lleno de narcotraficantes, contrabandistas, vividores y
parásitos. Y esto que digo es eminentemente documentable, no calumnio a nadie
al decir esto. Si tuviera una varita mágica la agitaría diciendo: “Desaparece,
Fuerza Armada”, porque si ello fuese posible, Venezuela se vería libre del peor
parásito de su historia.
Uno
de mis vecinos, con quien he hecho una estrecha amistad, sabe que él y yo
votaremos por candidatos diferentes. Sin embargo, no hay en él animadversión.
Me ha felicitado por ir a votar por primera vez. Esta noche, cuando se den los
resultados, uno de nosotros dirá que el país ha cometido un error fatal. Pero
mañana, nos encontraremos en el gimnasio y seguiremos siendo amigos. Sabemos
que los Estados Unidos tiene inmensos problemas y que esta campaña ha sido de
las más amargas de la historia del país porque nos ha obligado a elegir entre
dos candidatos muy impopulares.
En
lo que confiamos ambos es en el sistema de gobierno de los Estados Unidos, el
cual permite contrapesos institucionales que funcionan: Ejecutivo, Legislativo
y Judicial esencialmente independientes. Como quisiera yo tener esto en
Venezuela, país en el cual los tres poderes y los otros dos, Electoral y Ciudadano,
son antros podridos de corrupción.
Voté
y ahora espero el resultado.
Yo tambien vote hoy por primera vez aqui en USA. Que bien me siento no haber votado por el arrogante, populista, demagogo, mujeriego, instigador del odio, sexista, racista y habla paja del trompeta. Ese bicho no paga impuestos y ademas deberia leerse el manual de carre~o a ver si aprende algo bueno.
ResponderEliminarDios, que no gane trompeta............
Llevatelo Willie.
Excelente comentario. Votar y elegir lideres debe ser una actividad normal y sin grandes lios como lo es en EE.UU. En 'este pais donde tambien soy ciudadano, el voto no es solo para presidente y congreso, sino que incluye decisiones para elegir jueces estatales, miembros de las asambleas estatales y municipales, jefes de policia y de los bomberos, y en cada Estado hay consultas especificas como propuestas para legalizar marijuana, poder emitir bonos publicos para distintos proyectos, si es aprueba a no la pena de muerte, etc. Es una eleccion profunda de los que van a ser los lideres de actividades publicas y temas que van a impactar a la ciudadania. Esto es lo que es una verdadera democracia.
ResponderEliminarOjala Venezuela llegue algun dia a esto!