El militar venezolano del siglo XXI, con las honrosas excepciones que se
conocen o están por conocerse, es un espécimen
doblemente castrado.
Por un lado, porque ha perdido el coraje de resistirse a la pandilla que ha
asaltado el poder político, convirtiéndose en cómplice, al aceptar manejar de
manera delictiva la importación y distribución de alimentos, al involucrarse en
el contrabando de extracción de hidrocarburos, lo cual le da grandes beneficios
a algunos de sus miembros, a participar – según acusación de países extranjeros
– en el narcotráfico, al entrar a manejar empresas fantasma de servicios
petroleros, al permitir la toma y control de territorio y recursos venezolanos
por bandas de la guerrilla colombiana y por su estruendoso silencio
institucional frente a estas múltiples muestras de prostitución en sus filas.
Por otro lado, porque ha aceptado con sumisión la invasión cubana castrista
en nuestro país, una invasión de todas las esferas del poder político, social y
económico, desde el circulo de protección de los máximos sátrapas, hasta el
manejo de los datos personales de los venezolanos, pasando por el control de
aeropuertos, puertos, agroindustria y hasta participación en los asuntos
petroleros del país, sin contar el traidor aporte de miles de millones de dólares
en transferencia al régimen de los hermanos Castro, el cual estimo en el orden
de los U.S. $50.000 millones durante la etapa chavista-madurista que ha ido desde
1999 hasta hoy.
Esto es castración, en el más liberal sentido semántico de subordinación
servil a los hermanos Castro. El símbolo más odioso de esta castración fue el
sátrapa Hugo Chávez Frías, mascota de Fidel, fidelísimo como adolescente
enamorado del carnicero del Caribe, siempre presto a financiarlo, a
complacerlo, a seguir sus directrices, a reportarse con frecuencia a La Habana,
donde llegó al extremo rastrero de celebrar reuniones del gabinete ejecutivo de
su presidencia. El sátrapa pudiera haber recurrido a médicos venezolanos,
estadounidenses, brasileños, a lo mejor de la medicina mundial para tratar sus
aflicciones, pero prefirió ponerse en manos de la doblemente opaca medicina
cubana, por lo que tiene de poco transparente y de incierta calidad. El curso
de su enfermedad, su tratamiento en Cuba y su muerte, nadie sabe dónde, fueron parte de un circo indigno animado por
payasos como Ernesto Villegas, con informes y boletines productos de la
conveniencia política de la pandilla, una zarzuela tragi-cómica que incluyó decisiones
de estado ilegítimas, entre las cuales se encuentran las que condujeron a la designación del correveidile principal de
Chávez, Nicolás Maduro, como presidente de Venezuela, designación ilegítima
permitida por los doblemente castrados miembros de las fuerzas armadas. Esta
designación fue originalmente un deseo del agonizante Chávez pero se convirtió,
después de su incapacidad física y mental y de su muerte, en una patraña urdida
por el círculo íntimo de mafiosos como Jorge Rodríguez, Rafael Ramírez Carreño,
Diosado Cabello y los castrados militares para asaltar el poder. Tarde han
aparecido chavistas “originarios” y militares caídos en desgracia, ahora aparentemente
arrepentidos de haber participado en este fraude o simplemente llorando la
pérdida del poder, consolándose al contar – como el rico tío Mac Pato – sus inmensas
fortunas en el exterior.
La Venezuela post-chavismo-madurismo tendrá una papa caliente en sus manos.
¿Qué hacer con la institución armada? O,
mejor dicho: ¿Cómo actuar frente a la institución armada? Porque no hay dudas de que esta institución
es parte de la tragedia venezolana, no parte de la solución para Venezuela, ni
es posible visualizarla como aliada en lo que será el penoso y largo proceso de
reconstrucción nacional. Esta es una institución podrida hasta las raíces, la
cual representa un improductivo centro de costos para una Venezuela
empobrecida. Es una institución parásita que no justifica el inmenso dinero que
la Nación gasta en ella, debido a sus turbias actuaciones y a su negligencia
frente a los inmensos problemas de soberanía nacional que sufre el país.
¿Tendrá algún día la Fuerza Armada venezolana la dignidad de suicidarse,
para permitir que la Nación estructure un modelo nuevo de protección colectiva,
de salvaguarda de su territorio? Lo dudamos y eso nos obliga a ser pesimista
sobre el futuro de Venezuela, a menos por un período largo de tiempo. Sanear
esta institución, si se comenzara hoy, tomaría dos generaciones.
La estrategia Castro-Chavista de comprar a las fuerzas armadas fue muy exitosa. Muy simple: aplastar a cualquier militar revoltoso o subversivo, bortarlo o meterlo preso. Asi, se dan un ejemplo a cualquier otro. Promover a unos 2000 "generales" chimbos, corruptos, dandoles riquezas mal habidas, propiedades. 4 veces mas "generales" que en los USA, todos corruptos.
ResponderEliminarEstos, a su vez, mantienen los rangos mas bajos, tenientes, coroneles, sargentos bajo control, con espionaje Cubano, amenazas o sobornos. De esta forma tan sencillo fueron completamente purgadas y transformadas las Fuerzas Armadas. Al igual que la Guardia Nacional, Policias, etc. Botas, encarcelas, aterrorizas a cualquier oficial honorable o subversivo. Los remplazas con ladronzuelos corruptos y complices, multiplicas los rangos superiores con mas ladrones, espias, y "sapos" que delatan inmediatamente cualquier insurgencia. Asi fue como el Chavismo, dirigido en laHabana, conquisto y pudrio a las immudas Fuerzas Armadas de hoy. Asi es que se mantendran en el poder decada tras decada, porque ningun pais extranjero quiere intervenir militarmente, unica forma de tumbar a toda esa gentuza en uniforme.
ResponderEliminarEs verdad lo que dice Sledge. Supieron hacer al principio que le vendieran el alma al diblo.....