APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA GENTE DEL PETRÓLEO
CAPÍTULO
V
NOTA:
CAPITULO I PUEDE LEERSE EN LINK:
CAPITULO II
PUEDE LEERSE EN LINK:
CAPÍTULO III PUEDE LEERSE EN LINK:
CAPÍTULO IV PUEDE LEERSE EN LINK:
Este es el quinto capítulo de
estos apuntes, dedicado a los procesos que hicieron posible la existencia de un
espíritu de cuerpo en la industria petrolera venezolana, sustentado en la
cultura de la organización y en la existencia de liderazgos colectivos, en los
cuales el mesianismo y la improvisación no jugaban un papel importante.
HEROES SIN NOMBRE DEL PETRÓLEO
CAPÍTULO V
Cuando ingresé a la empresa
SHELL, en 1955, fui enviado casi de inmediato a un grupo geológico que se
encontraba trabajando en los alrededores de Siquisique, población larense
famosa por su buen cocuy. Este grupo estaba formado por un geólogo (dos, cuando
yo llegué en mi fase inicial de entrenamiento), un cocinero, un chofer, tres
obreros y un caporal. Se mudaba de sitio con la frecuencia necesaria para
estudiar “áreas” diferentes. Algunas veces podíamos alquilar una casa en alguno de los pueblos cercanos,
otras veces, era necesario armar un campamento, el cual generalmente estaba
integrado por un sitio central para comer, una tienda pequeña para el geólogo,
una tienda más grande para que los trabajadores colgaran sus hamacas, y una “oficina” donde el geólogo tenía sus
mapas y su aparato para estudiar las fotos aéreas de la región y planificar cada
día de trabajo. Después de un desayuno de yuca frita, huevos o fororo, salíamos
a la alborada, a hacer nuestras investigaciones. Cuando me dejaron a cargo del
grupo comencé a tratar de guiarme por mi brújula. Sin embargo, el caporal – un
hombre ya cercano a los 60 años – nacido en el monte, me decía: “Como usted
quiera, Doctor. Pero si quiere llegar más rápido a la quebrada, vámonos por aquí”,
y me mostraba una ruta diferente. Era menos directa, quizás, pero de más fácil travesía.
Al poco tiempo aprendí a hacerle más caso a Ernesto, el caporal, que a mi brújula.
Me di cuenta rápidamente de que hay algo llamado experiencia que supera con
frecuencia (no siempre) lo que se
aprende en las aulas universitarias. En estos pequeños grupos de trabajo en el
interior venezolano el geólogo era, además de geólogo, el médico y consejero
espiritual de sus compañeros de grupo, todos mayores que él. En esta primera época de mi carrera aprendí a
valorar la naturaleza alegre, estoica y optimista de esos recios venezolanos
quienes habían crecido en el campo. Uno de ellos, Cipriano Rojas, debía cargar
las muestras de roca que yo iba tomando durante el día, hasta llegar a tener un
morral lleno que pesaría unos 25-30 kilos, carga que llevaba hasta que
regresábamos al campamento. Con alguna frecuencia pasábamos por una choza
destruida y abandonada y Cipriano me decía: “Esa familia se fue para Caracas,
Doctor”. Mi caporal, Ernesto, había vivido con su mujer por décadas en perfecta
felicidad hasta que el cura de su pueblo lo obligó a casarse por la iglesia,
cuando su hija se fue a casar. Desde entonces, Ernesto me decía: “me siento
como amarrado, Doctor”. Y yo le
comprendía, porque a nadie le gusta ser obligado a hacer lo que ya había
decidido hacer como hombre libre.
Llegué a ver los miembros de mi
grupo como verdaderos héroes ciudadanos. Era gente con familia, trabajaban muy duro,
tenían una sólida ética de trabajo. Se habían amoldado a la disciplina de la
empresa y mostraban perseverancia y deseos de progreso. Uno de ellos sería
eventualmente un técnico en paleontología, después de haber hecho su primaria y
bachillerato ayudado por la empresa.
Cuando fui enviado a Lagunillas a
aprender las tareas de operaciones, producción y yacimientos, pude ver nuevas
facetas de ese heroísmo cotidiano. El lago era el escenario de una actividad
constante, de 24 por 7. Las lanchas
salían cargadas de hombres a quienes les esperaba la tarea y regresaban
cargadas de hombres listos para el descanso. Era un ciclo incesante,
interminable. Los helicópteros salían de Lagunillas a toda hora, día o noche,
bajos las estrellas o en medio de truenos y relámpagos. El teléfono que tenía
al lado de mi cama podía sonar en cualquier momento, para avisarme que se avecinaba
una corrida de registros eléctricos en un pozo situado, por ejemplo, en el
Bloque V, a una buena hora de vuelo en helicóptero, o que se avecinaba el
momento de poner un pozo nuevo a producir, lo que se denominaba “completarlo”.
Estos hombres, pilotos del helicóptero, ingenieros, perforadores, petrofísicos,
se montaban en las taritas volantes y se adentraban en la negrura del Lago, una
negrura apenas interrumpida por el fulgor de los relámpagos. En esos momentos
el país entero dormía plácidamente, sin saber que en toda la Venezuela petrolera, desde el Lago hasta
Oriente, desde el Norte hasta el Sur, un grupo de hombres y mujeres protegidos
por sus cascos y armados de gran determinación estaban trabajando sin cesar
para que la nación recibiera el ingreso petrolero necesario para dotar a sus
habitantes de lo necesario. Lo que esta gente del petróleo no podía controlar
era la manera como el Estado ineficiente y ladrón utilizaba ese ingreso. En el
Lago de Maracaibo, en San Tomé, en Guárico, los ingenieros y técnicos entraban
a trabajar casi adolescentes y salían hombres. Algunos morían en plena faena.
Me tocó una noche ir en helicóptero de regreso a Lagunillas con el piloto y el
cuerpo de un trabajador quien había sido víctima de un accidente en una gabarra
de perforación.
Mucho después en mi carrera me
tocó ser Gerente General de la refinería de Cardón, una gran instalación de
Maraven en la península de Paraguaná.
Allí conocí a los refinadores, una clase fascinante de Gente del
Petróleo. La refinería tampoco duerme. Allí todos tienen su teléfono al lado de
la cama. La primera vez que me sonó, a las dos de la mañana, la peor hora, solo
escuché unas breves palabras: Emergencia
en las plantas. Acuda de inmediato. Recuerdo que vestirme, salir hacia las
plantas y llegar allá no debería haberme
tomado más de 6 minutos. Sin embargo, cuando llegué me pareció que era el último,
todos ya estaban allá. Se trataba de una invasión de sardinas a las plantas de
la refinería, aparentemente inducida por las diferencias en las temperaturas de
las aguas del mar y de las plantas, no recuerdo bien los detalles. El efecto sobre
la refinería era dramático. Todas las plantas estaban llenas de miles de
sardinas, paralizando sus actividades. La gente estaba hasta los muslos en
sardinas. Tomó horas de arduo trabajo limpiar las plantas y los ductos de
sardinas. Después de esa invasión la refinería crearía una alianza con los pescadores
de la zona para que sus redes pudiesen actuar como defensa para futuras
invasiones. Habían tratado otros sistemas, ninguno de los cuales funcionaron satisfactoriamente,
incluyendo el uso de tiburones artificiales, hechos de hojalata, colocados como
“centinelas”. Después de la primera espantada las sardinas no se tragaron ese
cuento.
Con los planificadores tuve
grandes experiencias. Vi como evolucionaba el sistema de planificación
estratégica, pasando de un sistema predictivo al desarrollo de escenarios
probables, a fin de poder actuar para que el escenario más favorable se
materializara.
Trabajando con la gente del
petróleo de recursos humanos en Shell, primero, luego en Maraven, siempre
admiré como lograron modificar la cultura organizacional de la empresa a fin de
permitir la libre discusión de conflictos inter e infra -departamentales, permitiendo
la crítica a los sistemas sin que esa crítica se tomara como ataques
personales. Esta separación entre la
crítica al sistema y la crítica personal es algo que no existe en otros
sectores de la vida venezolana, por ejemplo, en el sector político.
LA CLAVE DEL ÉXITO DE LA GENTE
DEL PETRÓLEO: EL LIDERAZGO COLECTIVO
La industria petrolera venezolana
pre-Chávez fue una en la cual los seguidores eran tan importantes como los líderes.
Formaban una simbiosis que se alimentaba mutuamente. Esto fue posible porque el
funcionamiento de las organizaciones descansaba sobre una base de tres columnas:
la cultura de la organización, los líderes y los seguidores. No era un asunto
simplemente binario líder-seguidores, sino que el contingente humano, la Gente
del Petróleo, debía actuar en el marco de reglas y valores pre-establecidos, de una tradición de
disciplina colectiva. El liderazgo que existía en esta estructura poseía
elementos carismáticos pero su sustentación derivaba de un sistema burocrático en el cual los líderes
eran asignados, por norma, una posición
de autoridad y los seguidores entraban voluntariamente en una relación de obediencia
a las reglas de la organización, las cuales eran bien conocidas y no cambiaban
por capricho de alguien. La fuente de la autoridad del líder era legal,
tradicional, convenida, no impuesta por la fuerza.
Este tipo de organización basada
en reglas, normas y costumbres pre-existentes promovía lo que James Mac Gregor
Burns ha llamado un liderazgo colectivo, transformacional, catalizador de
cambios evolutivos. En este tipo de ambiente organización el pensamiento de
grupo, frecuentemente existente en organizaciones dominadas por un liderazgo
autoritario, era remplazado por el debate libre. Entre los miembros de la
organización no existían ilusiones de infalibilidad, de estar siempre en lo correcto, de ser los
únicos. Cuando Alberto Quirós y Brígido Natera hablaban de la Gente del
Petróleo y decían “Somos diferentes”,
se referían al clima de libertad de opinión que existía en sus organizaciones,
a diferencia del sector político venezolano, donde en el mejor de los casos la
cultura era presidencialista y en el peor de los casos caudillista o dictatorial.
En la industria petrolera
venezolana se permitía la disensión. El pensamiento único, nos advierte Burns,
puede ser un peligro más que una ventaja. El síndrome de la manada, el cual
lleva a la obediencia ciega no tenía cabida en esas organizaciones. En la industria petrolera venezolana de la
segunda mitad del siglo XX la dinámica era
una de discusión, de buena calidad de
información y de retroalimentación a
todos los niveles. Estaba basada en el establecimiento de metas y la constante
comprobación de resultados. Ello hizo posible que la toma de control de la
industria por parte del estado, en 1976, fuese organizada en base a la
existencia de cuatro empresas operadoras integradas, no de una empresa única,
monopolio estatal, la cual es generalmente incapaz de evaluar su eficiencia, ya
que no tiene competencia con la cual compararse. Todos los monopolios
petroleros propiedad del Estado en América Latina han fracasado, con la posible excepción de
aquellos que han permitido una significativa participación del sector privado
en su propiedad y en su gerencia.
UNA POCIÓN “MÁGICA” PARA LA EFICIENCIA Y LA
MOTIVACIÓN.
La industria petrolera
meritocrática poseía algunas características que promovieron su eficiencia,
entre ellas:
·
Un sistema de supervisión y de
evaluación de resultados basado en lo
que Blake y Mouton han llamado un estilo gerencial dual, una preferencia por el
cuidado de la gente y, en paralelo, por la atención al cumplimiento de
objetivos y metas. No era ni un sistema complaciente con los empleados ni uno
donde se debía obedecer sin chistar a un ogro látigo en mano.
·
Unas organizaciones donde los problemas
básicos del funcionario, del empleado habían sido esencialmente resueltos.
Hablamos de los factores llamados “higiénicos”, como el salario, la vivienda,
la escuela para los hijos, el pago oportuno de los beneficios, seguros de salud
y otros. Al estar libre de las preocupaciones
de este tipo el empleado podía concentrase en su trabajo, en el mejoramiento
profesional, en concretar sus deseos de superación. Pasaban a un nivel superior
de lo que Abraham Manslow describió como la pirámide motivacional. Un empleado
que tenga sus necesidades básicas bien atendidas se preocupa de su tarea, de su
superación en la empresa y no está pensando
en cómo hacerse de un sobresueldo, en perjuicio de su empresa
·
La presencia de una trilogía virtuosa
conducente a la motivación: buenas condiciones de empleo; la existencia de una
tradición de excelencia, es decir, la sensación de estar ingresando a una
industria fundamental para la Nación y de gran prestigio por su eficiencia y la
existencia de mentores dentro de la organización, quienes se convertían en modelos
de imitación para los nuevos. Durante mi carrera en Shell/CVP/Maraven/PDVSA
tuve mentores o modelos de comportamiento a quienes traté de imitar por la
admiración y respeto que me causaban, entre ellos: los geólogos suizos Konrad
Habicht y Otto Renz en Shell; Fernando
Delón en CVP; Alberto Quirós en Maraven, supervisores o compañeros de trabajo
quienes exhibían una ética de trabajo y un sentido de responsabilidad profesional que inspiraron mis esfuerzos por ser mejor.
·
La existencia de un triángulo Líder –
Seguidores – Organización. El líder
suministraba la inspiración, la organización proveía la estructura normativa
dentro de la cual actuar sin improvisaciones y los seguidores - nosotros –
éramos músculo y pensamiento, una asociación de gente orgullosa de su papel en
el desarrollo de la Nación.
CUANDO LOS SEGUIDORES SE TORNAN LÍDERES
Al menos en dos ocasiones la gente del petróleo trasformó
sus actitudes cotidianas de apego exclusivo a sus tareas profesionales para convertirse en líderes de una postura de
defensa institucional: (1), cuando decidieron, en 1974, entrar de lleno en el debate sobre la nacionalización petrolera
a fin de informar al país cuales eran los verdaderos retos de esa decisión y
como llevarla a cabo de la manera más eficiente y, (2), cuando Hugo Chávez
agredió a la empresa petrolera PDVSA, politizándola y nombrando dirigentes ideologizados
y sin credenciales para ocupar posiciones en la industria.
La primera vez ello se hizo mediante la creación de
AGROPET, una organización de empleados petroleros, no sindical, liderada por
los técnicos de las empresas que no eran miembros de la gerencia de alto nivel
sino miembros de sus cuadros medios técnicos
y profesionales. El sector político vio este grupo como una herramienta creada
por las empresas multinacionales para la defensa de sus intereses, no como lo
que fue, una organización de profesionales petroleros venezolanos diseñada para
defender la nación de una nacionalización ejecutada políticamente, basada en la
ignorancia, la venganza o el odio ideológico.
Lo que prevaleció en esta actuación fue el amor por la camiseta, como
dicen en futbol, la defensa de una organización en peligro de ser convertida en
un instrumento político. Esa acción ayudó a crear las bases para una PDVSA que
se mantuvo esencialmente profesional y libre de interferencias políticas por
algunos años.
La segunda vez fue en 2002-2003, cuando Hugo Chávez
intervino la empresa, nombrando un presidente, Gastón Parra, quien desconocía
la industria y, peor aún, alimentaba una profunda desconfianza y rencor en
contra de la meritocracia petrolera, la cual veía como enemigo natural de su
marxismo. Ello llevó a una defensa de la
empresa por parte de la gente del petróleo, la cual terminó en el despido de
22.000 empleados y el inicio del calvario para PDVSA, al caer en manos de
Ciavaldini, Parra, Ali Rodríguez, Rafael Ramírez, Asdrúbal Chávez, Eulogio de
Pino y Manuel Quevedo, quienes presidieron la creación de una empresa ‘social”
dedicada a consolidar al corrupto caudillismo chavista mientras convertían a la
empresa en una letrina moral. Solo un grupo de sólidas convicciones
institucionales podía actuar con este grado de desprendimiento, jugándose sus
carreras y su futuro.
UNA REDEFINICIÓN DEL HEROISMO
Venezuela es un país sin suficientes héroes, excepto
aquellos que adornan, montados a caballo, las plazas del país. Es,
esencialmente, un país muy corto de héroes ciudadanos, de esos quienes tienen
un libro en sus manos, no una espada. Rómulo Gallegos intentó promover la aparición
de este tipo de líderes civilizadores
cuando escribió “Doña Bárbara”, una elegía del civilismo y de la modernidad,
frente a la violencia y la barbarie. No es que el país carezca de
extraordinarios ejemplos de buena ciudadanía sino que el grueso de los
venezolanos solo parece reconocer el hecho heroico como el derivado de las
guerras y de la actividad política, pasando por alto a quienes con su labor
intelectual, científica, deportiva o humanitaria efectivamente promueven el
ascenso de la sociedad. En Lisboa, Roma, Londres o París uno puede admirar las
estatuas dedicadas a poetas, científicos, filántropos y novelistas. ¿Cuantas
estatuas de gente como esta tenemos en Venezuela? En los Estados Unidos los educadores tienen
estatuas y, en los parques deportivos, hay placas conmemorativas de atletas
quienes han dejado su huella debido a la excelencia de su juego. Ese tipo de reconocimiento
es escaso en nuestro país y ello minimiza la posibilidad de que los ciudadanos
excepcionales sirvan de inspiración a los niños y jóvenes venezolanos. Sin
modelos dignos de imitación y debidamente reconocidos es difícil hacer florecer
una nueva generación mejor a la anterior.
Algún día la gente del petróleo será justamente reconocida
por sus esfuerzos y sus sacrificios y servirá de inspiración a nuestras futuras
generaciones. Habrá plazas, parques y avenidas que lleven sus nombres.
Estimado Gustavo: cuantas palabras viejas, es decir cuantas historias decrepitas.
ResponderEliminarNo me malinterprete, nutro un sano respeto por usted y su blog.
Sin embargo es muy fácil escribir muros de palabras casi fuesen liricas dedicadas a heroes desconocidos de una Venezuela que fue y que ahora yace en manos de otros herederos.
Usted es una voz crítica, lejana y vacía que proviene desde el exterior: un llamado a la recuperación, a la lucha u otras nobles causas desde el comfort de un jardín es tan grotesco como cualquier otra propaganda de palacio.
La nostalgia es tan apoteosica como la incomprensión del presente y sus notas saben más a tedioso articulo de revista de partido (desconosco cual sea su partido pero permitame mal usar el ejemplo sovietico).
Las desgracias del presente son fruto de un pasado que en su momento fue mal interpretado y abusado hasta lo inverosimil, si la realidad es la que vivimos de debe a graves fallas cometidas.
Como querer recuperar una mujer amada que nos ha abandonado sin remedio años atras: así suenan sus historias, su escritura bizantina. Por que no escribe de Petroleo en la actualidad, del mundo que avanza, por que se empeña en autocelebrar el pasado de un pais fallido? Por que sigue resentido?
Qué triste es el primer comentario. La verdad con gente así uno comprende por qué Venezuela se jodió. No son capaces de comprender lo que Gustavo está escribiendo. No hay pizca de resentimiento en Gustavo. No tiene nada que ver con lo que está planteando el comentario del anónimo 1. Cuando salió de la petrolera en los 80, se lo llevaron a Harvard. Si hoy esa Universidad es considerada de las mejores del mundo, hoy se pierde de vista.
ResponderEliminarNo se trata de "autocelebrar" nada (de dónde se habrá inventado esa palabra tan fea). Se trata, y esto es el foco de estos párrafos, de rendir un tributo, cosa que ocurre con absoluta normalidad en cualquier lugar del mundo.
Pero Ud. lo ve como resentimiento porque se proyecta en Gustavo. Allá Usted...
Y, Gustavo, donde quiera que se encuentre, gracias por escribir estas historias desconocidas que de otra forma se perderían para siempre.
No vale la pena comentar lo dicho por el anonimo #1. Simplemente se trata de otro pobre CHAVISTA.
ResponderEliminarGracias por estos comentarios, los favorables y los desfavorables. Considero un deber ciudadano escribir sobre mis experiencias. Si muchos más lo hiciéramos ello podría sentar las bases de un futuro bien informado, el cual pudiera evitar los errores del pasado.
ResponderEliminarY, si, Anónimo #1, escribir es un intento de restaurar el país que una vez existió y que ahora está practicamente destruido. Para quienes no tenemos armas de fuego la palabra es la única herramienta que podemos esgrimir para derrotar los horrores del presente, para recordarle a los olvidadizos compatriotas que en un momento las cosas se hicieron mucho mejor.
Las tres primeras lineas escritas por Anonimo-1 explican el nivel personal y cultural del mismo.
ResponderEliminar"No me malinterprete, nutro un sano respeto por usted y su blog.
Sin embargo es muy fácil escribir muros de palabras casi fuesen liricas dedicadas a heroes desconocidos de una Venezuela que fue y que ahora yace en manos de otros herederos. "
En otras palabras, un tremendo ignorante o un escribano tarifado por los rojos.