De
la generación del 28 al chavismo/madurismo: la trágica involución del
izquierdismo venezolano
Muchos
de los venezolanos demócratas de ayer son los colaboracionistas de la dictadura de hoy. Sin
embargo, el proceso de su transformación ha sido lento, insidioso. Muchas de
sus entregas han sido tan leves y aparentemente aceptables que, al ver a verse
en el espejo, les parece que nada ha cambiado. No se dan cuenta, como le
sucedía a Dorian Gray al ver su retrato, de la nueva pequeña mancha de sangre
en el traje, de la arruga cruel en la
cara que no estaba allí ayer.
El punto
de partida de la progresiva prostitución de estos grupos fue inocente, como
suele ser el caso. Fue la creencia, en
la Venezuela del siglo XX, que “todos somos de izquierda”. Fue la Venezuela de la generación de 1928, la Venezuela republicana/anti-franquista de la
Guerra Civil Española, la Venezuela de
“El Morrocoy Azul”, la Venezuela que generosamente dio dinero a manos llenas para los castristas
de la Sierra Maestra, la Venezuela del Ateneo, de Aquiles Nazoa, de
Miguel Otero Silva y de la república del Este……
En esa Venezuela ser de izquierda era lo elegante, lo imperativo. El
ingenio, el humor, la inteligencia, la
generosidad, todo parecía estar del lado de la izquierda, mientras la derecha era
vista como la cueva de Franco, de Gómez,
de los que le cayeron a golpes a Leoncio Martínez, de la gente aburrida que permanecía fiel a sus
cónyuges, cuando en la izquierda no existía la gazmoñería.
La
izquierda venezolana de mucho del siglo
XX fue la del talento avivado por el alcohol, libre de prejuicios burgueses.
Por supuesto, concentraba sus protestas en contra el imperialismo
estadounidense, el sistema que mantenía en el poder a sus dictadores predilectos,
todos de derecha: Trujillo, Somoza, Pinochet, Batista o Castillo Armas. Tan
pronto tuve uso de razón, creciendo en esa Venezuela, leí al Morrocoy Azul
donde escribía mi tío Manolo, quien firmaba Anésimo Onato, leí las novelas de Otero Silva y protesté contra
la intervención de los “marines” en nuestros territorios latinoamericanos. En
la casa de Catia de mi tía Margot, activista del partido Comunista, disfruté de
las anécdotas de mi tío Víctor, veterano de la guerra civil española y del
humor de Aquiles Nazoa.
Sin
embargo, no estaba yo destinado a ser izquierdista. Mis padres eran gente de
centro y se acercaban más a Rómulo Betancourt, a Jóvito Villalba o a Arturo
Uslar Pietri que a los hermanos Machado. Esa influencia de mis padres y de mis maestros
del Liceo “San José” de Los Teques me fue alejando de la izquierda.
Creo
que ello fue en buena hora porque la reacción
de la izquierda contra lo que consideraba, frecuentemente con razón, los abusos
de poder de USA, nos fueron llevando a la Argentina de Perón y de Evita, al Perú de
Velasco Alvarado, a la Cuba de Fidel Castro, a la Nicaragua de los
hermanos Ortega, y a la aparición de Hugo
Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en
Ecuador, Néstor Kirchner en Argentina , José M. Zelaya en Honduras, Fernando
Lugo en Paraguay, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, Ollanta Humala en
Perú y Andrés López Obrador en México.
El péndulo político de América Latina fue pasando del extremo derecho al extremo izquierdo sin detenerse en el medio.
El
impacto de este cambio sobre la gente venezolana que ya arrastraba grandes
afinidades con la izquierda hizo que vieran a este nuevo contingente como “los buenos”. Esencialmente vieron la aparición de este
grupo como la oportunidad de oponerse al “imperialismo” estadounidense. El líder
del grupo, Fidel Castro, fue idolatrado por la izquierda latinoamericana, a
pesar de ser un cruel dictador, autor directo o indirecto de la muerte de miles
de cubanos y de intentos de subversión armada en varios países de la región, incluyendo
al nuestro. Esa idolatría estuvo ilustrada por la carta a Fidel Castro con
motivo de su visita a Venezuela, en 1989. Casi mil intelectuales y políticos
venezolanos firmaron esa carta, la cual decía:
“El Nacional, febrero de 1989
Nosotros, intelectuales y artistas
venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle
públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor
fundamental de la
Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo
y, en consecuencia, de toda América Latina…. afirmamos que Fidel
Castro, en medio de los terribles avatares que
ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de
los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo
una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la
de construir una América Latina justa, independiente y solidaria…”.
Los firmantes de esta carta se
decían demócratas, lo cual era una clara muestra de cómo el proceso de
prostitución ideológica de parte de la clase política venezolana los había
conducido, sin darse cuenta, a divorciarse de los valores fundamentales que
habían comenzado defendiendo años atrás.
Hoy, con los dictadores Castro y Chávez ya muertos, siguen aferrados a
los restos de esa ideología prostituida, siguen llamándose de “izquierda”, aún dicen
ser progresistas y demócratas, aunque han terminado colaborando con una brutal
dictadura. Le permitieron a Chávez sus abusos y su corrupción porque se
manifestaba como líder de una cruzada regional en contra del “imperialismo” estadounidense.
Ahora se han convertido en colaboracionistas del régimen de Nicolás Maduro,
porque este régimen se aferra a la confrontación con los Estados Unidos, como la
única bandera que le queda al cadáver
andante del fascismo que fuera propugnado
por Ceresole y adoptado por Chávez. En nombre de esa bandera han sacrificado
los valores y principios que dijeron algún día defender y cierran los ojos frente
a la tragedia venezolana. Algunos de quienes transitan ese camino de indignidad
han aprovechado – ¿por qué no? - para
enriquecerse.
Hoy este izquierdismo extraviado pide, con total descaro, una salida “pacífica”
que garantice impunidad a los miembros de la pandilla que arruinó a Venezuela. Sus
integrantes se fueron prostituyendo y hoy están chapoteando en el mismo pantano
moral junto con Maduro y su pandilla.
ResponderEliminarTambién trajeron profesores chilenos comunistas para las universidades.
En el año 1946 hubo el Decreto 321 contra los colegios privados. Lo recuerdo muy claramente porque fui lider de los estudiantes en esa época, tenía 14 años.
Hubo una gran marcha de los estudiantes y los profesores de los colegios católicos y privados.
Fiel retrato de la realidad.....
ResponderEliminarEn el fondo, todas las izquierdas están mal orientadas. Aún las menos extremistas poco a poco terminan yéndose hacia el extremismo cuando el sistema comienza a fracasar. Siempre la solución que creen funciona es la de mayor control y decisiones a nivel de los jefes del movimiento. Así ha pasado en Cuba y hoy en Venezuela.
ResponderEliminarLo que el Señor Coronel plantea, son verdades incuestionables. Ya basta de seguir creyendo que el Socialismo es una panacea, cuando la realidad es que es una doctrina que empobrece y esclaviza al ser humano. No es que en Venezuela ha sido mal aplicado. Por el contrario, lo aplican con el librito en la mano. Si no, preguntar a los rusos bajo lenin y stalin, a los chinos bajo Mao, a los camboyanos bajo Pol Pot, a los cubanos bajo Castro.
ResponderEliminarLa lista a que hace referencia el Sr. Coronel, la recuerdo. Una serie de personas que se decían de gran sensibilidad social, alabando a un tirano cruel y hambreador¡ Que verguenza! Y hasta donde yo se, no conozco que alguno haya tenido la grandeza de alma de rectificar y decirlo públicamente.
El comunismo fue perverso desde siempre. Desde Marx. Lo previó Dostoiewski (los demonios). La primera experiencia con Lenin fue criminal y convenintemente ocultada. Contaron desde el principio con la alcahuetería internacional. Empezando con John Reed. Los escritores y artistas fueron o tontos útiles o entusiastas. Hollywood fue uno de los bastiones. Escritores como Hammett, Hemingway, Dos Passos (arrepentido), Mann (luego feroz crítico). El tan criticado macarthismo no fue sino una reacción ante una evidencia aplastante.
ResponderEliminarEso continúa hasta hoy. Hollywood y el cine de otros países, la intelectualidad, las universidades, siguen siend cuarteles del mal llamado "progresismo". Aunque se han escrito ya bastantes libros sobre el comunismo, no se compara la cantidad con los escritoa sobre el nazismo.
En el terreno simbólico siguen triunfando, a pesar de la derrota transitoria en la Guerra Fría, que acabó con la URSS y la Europa comunista.
Se ha explotado, especialmente en Hollywood, el tema nazi hasta
la náusea. Sin embargo el comunismo no es tocado, salvo ocasionalmente, como en el caso de "the killing fields" sobre Camboya. No se filma sobre Lenin, Mao, Kim Il Sung, Stalin, el gulag, etc.
Tres libros que recomiendo:
-Memoria del comunismo:de Lenin a Podemos, de Federico Jiménez Losantos, especialmente por su retrato de Lenin.
-El fin de la inocencia: Willi Müzenberg y la seducciôn de los intelectuales, de Stephen Koch, cabal disección de la penetración ideológica comunista en Occidente desde los años 20.
-la tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza humana, de Steven Pinker, mucho más amplio en la temática, pero un alegato demoledor acerca de la imposibilidad del comunismo.
Ahora se reúne en Caracas este mes el Foro de Sao Paulo. El mal absoluto que representa esta ideología perversa pretende destruir más paises. Nos corresponde enfrentarlos, derrotarlos y enterrarlos. Es cuestión de supervivencia.