General Rafael Alfonzo Ravard, presidente de PDVSA, con sus colaboradores, visita a Cardón, 1977. Estoy a su derecha, Alberto Quirós a su izquierda.
Durante mucha de mi carrera
profesional, tanto en la parte técnica como en
la parte gerencial, fui lo que
puede llamarse un número dos. Como geólogo fui alumno de ilustres geólogos a quienes siempre
reconocí como superiores en conocimiento, como Otto Renz y Konrad Habicht,
grandes maestros de la estratigrafía y de la geología estructural o fui colega
de geólogos quienes poseían mayores aptitudes que las mías para la profesión
como el legendario Harold Reading, Amos Salvador, Gustavo Feo Codecido o el
brillante Jacques Follot, muerto prematuramente en Argelia. Luego, en Indonesia
fui número dos del inolvidable amigo Francisco (Frank) Rubio. En el campo gerencial tuve la suerte de ser
allegado colaborador de grandes gerentes como Alberto Quirós en Shell y
Maravén, Rafael Alfonzo Ravard en PDVSA y Alfredo Gruber en CVG. Hago la salvedad
de que no fui necesariamente número dos de estos gerentes en el aspecto jerárquico
sino en mi relación de confianza y en mi capacidad de hacer aportes a sus tareas
más importantes. Solamente en la CVG pude decir que fui número dos en el
aspecto jerárquico. Durante mis años en Virginia, USA, he aprendido mucho
colaborando con Moisés Naím.
Ello me hace recordar una frase
que se le atribuye a Somerset Maugham: “Creo haber estado en las primeras
sillas de la segunda fila”.
De esas experiencias como número
dos en los campos técnico y gerencial he podido derivar grandes lecciones y
grandes satisfacciones. En el campo
técnico pasé la mayor parte del tiempo aprendiendo de los maestros, tanto los
colocados jerárquicamente arriba como los colocados jerárquicamente a mi lado. En
el campo gerencial pasé años muy fructíferos como asistente, colaborador,
consejero o amigo de los números uno
arriba mencionados. Nunca como simple eco o amanuense, sino como soporte,
generador de ideas, a veces critico cuando
era necesario.
Esa experiencia me ha permitido
pensar que el valor del número dos consiste especialmente en mantener al número
uno anclado a la tierra. El buen número uno no solamente posee un sólido
intelecto sino que sabe utilizar el talento de sus subordinados y les da cancha
suficiente para que lo pongan en práctica. Mal número uno es quien se cree
dueño del universo después de escuchar halagos y aplausos, o, en el caso de
líderes políticos, palabras melosas de embajadores de otros países quienes lo
mencionan en el mismo párrafo en el cual mencionan a Bolívar, como fue el
triste caso de Hugo Chávez. Tanto el general Alfonzo Ravard como Alberto Quirós,
con quienes trabajé estrechamente, estaban muy conscientes de sus habilidades
pero siempre conservaron el sentido de la realidad. Rafael Alfonzo Ravard fue
un aristócrata, lo que llamarían en Francia, un mandarín, es decir, un gerente
público de excepción, empeñado en civilizar a su país a fin de cumplir con su
misión. Alberto Quirós fue un hombre
salido de abajo, dotado de una gran
visión y capacidad analítica, lo cual le permitió llegar muy lejos en su carrera
profesional. Alberto no quiso pagar el precio político que se le exigía para
llegar al tope de su carrera, la presidencia de PVSA a la cual tenía claro
derecho meritocrático.
Sobre Alfredo Gruber, todavía muy
activo y haciendo valiosos aportes al país, puedo decir que era y es un
venezolano íntegro y competente, quien puede sentirse orgulloso del trabajo
profesional que hizo en PDVSA y en la presidencia de la CVG, trabajo del cual fui testigo directo como su número dos.
¿Cuáles son las características que debe tener
un buen número dos? Pienso que el buen número dos no está allí
para decirle al número uno que es la última coca cola del desierto sino para decirle,
con entera sinceridad, lo que – en su opinión - debe o no debe hacerse, así ello contraríe la
natural inclinación del número uno a actuar diferente. Sus argumentos, eso sí,
deben ser lógicos y no basados en prejuicios de naturaleza ideológica. El
número dos, por estar exento de la presión que generalmente se ejerce
intensamente sobre el número uno desde los centros de poder, puede evaluar los
pros y contras de una situación dada con mayor tranquilidad. Como decía la
psicóloga Karen Horney al hablar de Freud: al
montarme sobre sus hombros pude ver un
poco más lejos.
Lo fundamental en el éxito de la relación
entre el número uno y el número dos es que la base existente de confianza
elimina mucho de los obstáculos que el principio de autoridad generalmente impone
al proceso de toma de decisiones. El buen número dos no se siente obligado a cumplir
órdenes en silencio sino que puede debatirlas en igualdad de condiciones
intelectuales con el número uno. Más que un alter ego el número dos tiene la
posibilidad de aproximarse a ser la voz interior del número uno. Tuve la buena
suerte de que el general Alfonzo Ravard me diese mucha latitud para expresar
mis opiniones y me permitiera incluir en sus discursos ideas generadas por los
gerentes y técnicos venezolanos sobre el correcto manejo de la industria
petrolera.
En estas relaciones, por supuesto,
hay siempre un buen substrato de lealtad pero no lealtad incondicional sino
vigilante, así como de afecto personal. El
proceso de utilización de un número dos por el número uno requiere una suficiente
dosis de confianza en la integridad y buen criterio del número dos por parte de
su jefe.
No siempre es así. Sobre todo en el sector
político, el número dos es frecuentemente seleccionado por razones de estrategia
política. Cuando esto sucede el número dos suele transformarse en un rival del
número uno, no ya en su colaborador. Kennedy no confiaba en Lyndon Johnson y
llegó a temer que pudiera remplazarlo. Hay
casos en los cuales el número dos es una amenaza, más que un efectivo
colaborador.
La experiencia obtenida como número dos en mi
carrera profesional me sirvió de mucho para mejorar mi comportamiento cuando me
ha tocado ser número uno en algunas iniciativas ciudadanas. Allí he tenido
colaboradores insignes, extraordinarios números dos, quienes han llegado a
tener tanta influencia como la mía en los procesos de toma de decisiones. He llegado
a comprender que uno puede tener la idea, la visión, pero con frecuencia la concreción
de esa visión es solo hecha posible por quienes tienen un sentido más acentuado
más realista o son mejores estrategas. Así me sucedió en AGROPET, la iniciativa
gerencial petrolera de la etapa pre nacionalización que tuvo tanta influencia
benéfica sobre el curso de la nacionalización, cuyos resultados le deben mucho
a Marcos Marín Marcano y Odoardo León Ponte y, luego, en Pro Calidad de Vida,
la organización no-gubernamental que presidí por diez años, donde los aportes
de Alejandro Fernández, Marcos Marín Marcano, Elita Graterol y Mélida
Colmenares fueron decisivos para el éxito de algunos de los proyectos. Es interesante constatar que algunos de mis más
efectivos colaboradores en esas organizaciones fueron mis superiores en mi
carrera profesional, como Quirós y Gruber. Esto ilustra como algunas veces
somos líderes, otras veces somos seguidores, los papeles pueden cambiar, como
sucede con el vuelo de los gansos. Todo ello ocurre de manera natural, cuando
todos perseguimos un objetivo común.
He disfrutado plenamente de mi
carrera como número dos. He sido partícipe de triunfos y contratiempos, desde
mi posición de segunda fila, una de las caras detrás de las caras detrás de las
caras, como los personajes en los grandes lienzos de Fran Hals. Estuve presente
en la toma de importantes decisiones para las cuales hice aportes de alguna
significación. Si bien no estaré en las páginas de la historia, me consuelo pensando
que es preferible un anonimato que no causó daños, a la notoriedad destructiva
de los Chávez y de los Maduros quienes tendrán un macabro lugar en nuestra
historia.
Excelente comentario, Don Gustavo. A veces ser el numero dos da la oportunidad de tener mayor influencia y ayudar a que se tomen decisiones exitosas. En 'esto me identifico contigo.
ResponderEliminarA mí me gusta verlo de la forma beisbolística, ya que sé que a Gustavo le gusta el béisbol. Dice Tim McCarver que lo importante del middle man o del set up pitcher es que allana el camino para el cerrador y es quizás el personaje del juego que menos se toma en cuenta, pues siempre se ve quién abre y quién cierra. Pocos atienden al set up, que es tan o a veces hasta más importante de quién toma la última entrada. Pero el juego no lo ganas si un set up que haga su trabajo como debe ser. Se extrapola a la vida en sí.
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