El video de los Maduro-Flores: asesinos, narcos, corruptos y ahora sádicos

 

Ver video aquí:

https://www.youtube.com/watch?v=2dxRj93FWoU&feature=youtu.be

Ayer hablábamos de los cursis y de los cínicos en este blog al referirnos a Roy Chaderton Matos y Wilmer Castro Soteldo, ver: http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2020/12/del-cursilometro-de-chaderton-matos-al.html

Ahora nos toca hablar de ese par de sádicos que ha transformado a Miraflores en Ciliaflores. No solo es que son narcos, como lo ha demostrado la justicia estadounidense al poner en prisión a sus sobrinos por tratar de contrabandear cocaína en los Estados Unidos, a fin de obtener fondos para el padre putativo. No solo es que son corruptos como lo evidencian sus múltiples actos de nepotismo, despilfarro de bienes públicos y extravagancia ridícula en su tren de vida ( ¿se acuerdan del banquete en Turquía?, ¿han visto sus relojes?). No solo es que son asesinos, como lo demuestran las miles de víctimas venezolanas generadas por sus desastrosas políticas hambreadoras. Es que son sádicos porque se jactan de vivir en la opulencia y de mentir descaradamente frente a un pueblo que agoniza por falta de comida, de medicinas, de servicios públicos básicos y, sobre todo, de esperanza, ya que la narco-pareja se encuentra apuntalada por las bayonetas de los traidores de uniforme.

El video de 8:30 minutos de duración que ustedes pueden ver arriba es la más indignante muestra de sadismo que este par de delincuentes haya patrocinado jamás. Presenta una Venezuela falsa, mostrando un grupo de venezolanos vendidos, ellos vestidos con liquiliques de seda, ellas con faldas del mejor hilo, bailando y cantando entre las luces multicolores de un Versalles de pacotilla, una triste parodia de lujos que podría haber sido filmada en la isla del Dr. Moreau, por aquello de que las monas vestidas de seda monas se quedan.

El video representa el punto culminante en la degradación de estos desalmados. Al final del popurrí de canciones que suenan y se ven como una falsa Venezuela aparecen los dos criminales caminando lentamente entre los paniaguados, con sus máscaras, él de liquilique color perro mojado corriendo, ella de vaporoso vestido de quinceañera otoñal, ambos caminando pausadamente, el distribuyendo bendiciones a  los títeres de la escena, ella con aspecto de tímida novia.  Al llegar al frente ambos dan discursos que son la quinta esencia del sadismo. Ella dice con voz cálida y temblorosa que los niños están felices, que el pueblo está próspero, que todos somos una gran familia. El habla de paz y de reconciliación, mientras las campanas doblan alborozadas desde el corral y los bellacos disfrazados de llaneros hechos en Taiwán sonríen con agradecimiento.

Si yo tuviera un látigo en las manos y estuviera frente a ellos trataría de caerle a latigazos a ese par de miserables y  a su corte, pagada con cajas de CLAP y algunos dólares provenientes del contrabando de oro.