También publicado hoy en El Nacional, septiembre 4, 2022
el rojo dela bandera no es el de la cohabitación sino el de lucha por la libertadDe Timoteo Zambrano a Henrique Capriles, de Luis Vicente León a David Smilde, de Enrique Ochoa Antich a José Antonio Gil Yépez, de Bernabé Gutiérrez a Stalin González, de Eduardo Semtei a Jesús Seguías, ya son bastantes los compatriotas y analistas extranjeros que recomiendan, con mayor o menor vigor, un diálogo, una transacción entre el chavismo- los victimarios - y la ciudadanía venezolana – las víctimas. Estos hacedores de opinión se manifiestan partidarios de un entendimiento entre los dos grupos, ya que todos somos venezolanos. La tesis que avanzan los conciliadores es que Venezuela no tiene otra alternativa que llegar a un acuerdo con el régimen imperante, acuerdo que no podría ser posible a menos que hagamos ciertas concesiones a quienes no desean verse castigados por su conducta en el poder durante los últimos 20 años. Sin exagerar mucho, lo que se está proponiendo cada vez más abiertamente es amnistía, como precio a pagar a fin de lograr una transición a la democracia.
Estos pedidos, algunos de buena fe, otros motivados por agendas políticas o personales, nos hacen sentir bastante incómodos a quienes pensamos diferente. ¿Será que nosotros estamos terriblemente equivocados? ¿Será que somos tercos e insensibles?
El segundo artículo de Luis Almagro sobre este tema enfatiza la necesidad de terminar con lo que él llama el estancamiento venezolano, el cual ve basado en EL TODO O NADA, la proposición que ha imperado hasta ahora en el forcejeo político venezolano. Según Almagro, la continuación de la nada perpetuará la situación actual de estancamiento político, económico y social en Venezuela. Es un extenso escrito de 2400 palabras, pero podemos resumir su postura así, verlo completo en: https://www.infobae.com/america/opinion/2022/08/31/venezuela-o-la-continuacion-de-la-nada/:
- Venezuela está en un infierno sin salida porque todas las fórmulas ensayadas hasta ahora proponen la continuidad de lo que está o borrar todo para comenzar de nuevo. Es una lucha por el todo, sin pensar que ello solo es una lucha por toda la nada.
- Proponemos un sistema de cohabitación con balances y contrapesos que termine con la corrupción y las violaciones de los derechos humanos.
- En Venezuela cohabitar significa complicidad, pero lo que yo propongo es compartir las instituciones, cogobernar, una efectiva separación de poderes
- Eliminar el chavismo no funciona. Proponemos una solución política. Perpetuar el chavismo es muy malo, pero tratar de derrotarlo electoralmente parece ser una tarea imposible
- El camino más corto para la democracia es la participación de todos, tener un estado para todos. No puede quedar gente excluida.
- Hoy Venezuela necesita salir entre todos del infierno en el que está, una construcción política entre todos, un esfuerzo hacia objetivos comunes hecho entre todos. La noción de cohabitación subraya la necesidad de compartir
- Sin un esquema de compartir el poder desde su base, en el que se asegure una participación efectiva del chavismo y del madurismo, de la gente de Guaidó y otros actores, la acción conjunta y coordinada de objetivos comunes hacia el futuro, es esencialmente imposible. El oficialismo debe asumir que sin la oposición la sociedad venezolana seguirá resquebrajada... y la oposición debe asumir que excluir al chavismo y al madurismo significaría una invitación perpetua a reproducir un sistema político de suma cero. Este nuevo escrito de Almagro posee, como el anterior, una excelente intención. Pinta, de nuevo, la deplorable situación actual y reitera su receta de compartir gobierno entre el chavismo y la oposición democrática, una cohabitación que estaría caracterizada por efectiva separación de poderes y efectivos contrapesos institucionales. Almagro agrega una definición más precisa de su receta, la llama una solución política. Y aquí radica la esencia de su pobre factibilidad, ya que la tragedia venezolana es moral, más que política. Como tal, no puede resolverse políticamente, con una simple cohabitación o repartición de poderes. Ello no es posible porque los dos grupos trancados en pugna no son moralmente equivalentes, no desean lo mismo, no actúan con la misma sinceridad de propósitos o tienen los mismos objetivos. Sus objetivos son contrapuestos y esto hace imposible compartir el poder.
¿Compartir qué? Se comparte lo que se tiene en común, no se puede compartir una antítesis de propósitos. Lo que Almagro propone, compartir el todo a fin de que todos tengamos algo, es imposible porque no podemos ser parcialmente totalitarios y parcialmente democráticos, algo honestos y algo criminales.
La bandera venezolana tiene tres colores y ninguno es símbolo de cohabitación entre grupos inmiscibles. El color rojo simboliza la sangre vertida por la libertad, no es un color de coexistencia pacífica. El himno nacional no habla de “comamos pernil que el chavismo dio” …. sino de “gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó” … la constitución no nos habla de “promover la cohabitación entre tendencias opuestas de gobierno: autoritarismo y democracia”, sino del derecho y el deber que tenemos de restituir el sistema democrático por cualquier medio posible, cuando se encontrara lesionado por regímenes de fuerza.
Esta es la situación de hoy.
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