La Primavera, Boticelli
En los 20 años de casi absoluta
felicidad que he vivido en un pequeño rincón de Virginia, he permanecido –
gracias a la generosidad de mis hijos - en un complejo residencial de grandes
dimensiones, impecablemente mantenido. Son cinco grandes edificios colocados en
forma semicircular, cada uno de ellos de 10 pisos, cada piso con unos 40
apartamentos, es decir, unos 400 apartamentos por edificio, lo cual quiere
decir que el complejo tiene unos 2000 apartamentos, en los cuales viven unas tres
personas en promedio, unos 6000 habitantes.
Es decir, es todo un pueblo, en
el cual existe una mezcla de edades y de razas. Hay muchos habitantes de la tercera edad, por lo cual
casi todas las noches llegan las ambulancias del 911 a llevarse a algún habitante
al hospital, algunos para no regresar.
También hay bastantes niños. Desde
mi ventana, en la mañana, veo los padres llegar con sus niños al sitio donde
los recogerán los buses que los llevarán a sus escuelas. Es un hermoso espectáculo,
ver a niños orientales, latinos, de múltiples nacionalidades caminar bajo el peso de sus libros y abordar los
vehículos que los llevan hacia su progresivo mejoramiento como seres humanos, a
través de la educación.
El complejo tiene una magnífica
zona verde que ocupa casi una tercera parte del “pueblo”. Es un bosque en el
cual se camina en la penumbra, gracias a la concentración de altos árboles.
Transitar por este bosque fue siempre uno de mis mayores placeres, junto a Marianela, mi esposa.
Tomados de la mano, caminábamos
lentamente observando cada árbol, cada
flor, los matices de verde. Nos deteníamos a contemplar la laguna que sirve de
hogar a las marmotas y las tortugas y nos sentíamos parte integral de esa naturaleza.
Ahora camino en el bosque solo,
con una mezcla de paz interior y de nostalgia, pero siempre en sintonía con la naturaleza
que me rodea, de la cual han desaparecido algunos viejos árboles y han
aparecido árboles niños. En estos días, cuando el aire se torna tibio, con
aromas que nos hacen presentir la llegada de la primavera, camino entre la
floresta, con pasos más lentos e inciertos pero con la misma sensación de comunión
con árboles, arbustos y musgos.
Ayer, aprovechando la relativa
suavidad del día, entré al bosque y, de repente, saltó frente a mí el conejo de
la primavera. Es blanco y pequeño, supongo que de suavísima piel, aunque nunca
se ha dejado tocar. Salió de su hueco, me miró a los ojos por un par de segundos y, en ese
momento, me parece – casi podría jurarlo – pareció decirme algo. Le entendí que
él no es el mismo conejo sino un descendiente de los innumerables conejos que se han asomado
por mucho tiempo por ese mismo agujero. Me dice que su tarea es salir y darle a
cada quien que pasa por allí una mirada que le transmita la tibieza de la
primavera, aún a quienes ya están en las postrimerías de sus inviernos. Agrega
que la primavera es el renacimiento, como la bella mujer que Boticelli pintó
adornada de flores. Es la sonrisa de los enamorados y la fragancia de una piel.
Es un recordatorio que la vida es todo poderosa, que siempre habrá un conejo de
la primavera y gente eternamente enamorada de las cosas bellas y de las cosas
nobles.
Salí ayer del bosque sonriendo,
pues pude entender que no hay diferencias reales entre el invierno y la primavera, que casi todo final
contiene semillas de principio.
“Siembra buenos pensamientos y practica actos hermosos y tu vida será una eterna primavera.”
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ResponderEliminarLa humildad construye y reconstruye.
ResponderEliminarEl primero en disculparse es el más valiente. El primero en perdonar es el más fuerte. Y el primero en olvidar es el más feliz.
Aquí llega mucha gente criticando a Coronel, a mí no me gusta, y se los digo y claro se molestan que uno les pare el trote. Me he metido en follones por el uso de mi castellano
ResponderEliminarque es de España no de Venezuela, sin embargo finalmente es un solo idioma con sus matices.
Yo en Valencia tuve una casa como la que tenía Coronel, quizás no sé si la vuelva a ver más
porque la cosa se ha enredado allá y vivo relativamente cómodo en Buenos Aires donde mi hija me ha invitado a quedarme pues ella ha aceptado una beca y se va al fin del mundo a investigar la vida marina.
En Buenos Aires, Gustavo, he descubierto ser un peatón militante, voy a las librerías, hablo con muchos kiosqueros (extrañamente casi todos son venezolanos) y allí consigo nuestros quesos y nuestras "bollerías", cachito, arepa, empanada, tequeño, hallaca y pan de jamón (en diciembre, que aquí es caluroso como si estuvieses en Zaraza). Bebo vino a diario.
El pequeño piso que me ha dejado mi hija tiene 2 habitaciones, la cocina no es grande, pero tumbaron una pared que daba a una especie de lavandero que hacía esquina y la sala es bastante amplia porque ese espacio se "sumó" al balcón. El vecino es un tipo bastante extraño, italiano, que saluda diciendo "auguri" y levantando el brazo como animando una banda. Por supuesto que es lo único que me ha dicho y yo le he respondido siempre "saludos, vecino".
He salido con una dama venezolana que tiene 3 hijos, la primera hija es médico y tiene una hijita y un esposo argentino, su sueño es irse de Argentina. El segundo trabaja en un call center y el otro hijo vive en Panamá con una esposa también venezolana. No puedo entender su modo lujoso de vida porque el hombre lo que tiene es un carrito de hamburguesas aunque entiendo que esa muchacha está conectada de una u otra manera con algún empresario que se anotó bien en algún negocio de comidas en Venezuela como franquicia (que ya cerró porque el Seniat no le dio respiro). No sé mucho más pero si averiguo lo diré aquí.
La dama venezolana es divorciada pero su exesposo aún la llama. Le dio una vida bastante mal llena de maltratos, gritos, humillaciones y finalmente agresiones físicas.
Le he dicho, si quieres quedarte conmigo en algo más formal debes cerrar las comunicaciones con ese señor y salir de tu Estocolmo.
He descubierto que mi felicidad está por encima de la de ella y de la de los demás, en síntesis. Y lo que pareciera una soledad otoñal al fin y al cabo no está tan mal, si vemos el vaso medio lleno, que es lo que todos deberíamos ver.
Ahora recuerdo un poco a Guy Williams, el zorro, que se quedó para siempre aquí en Palermo dejando su vida relativamente cómoda en California. Allá tenía esposa e hijos.
Algo tiene para nosotros, los que somos venezolanos, el ver las cosas con calma, sin apresuramientos. Creo que ése es nuestro mal, querer todo muy rápido, querer que todo llegue ya. Y no es el deber ser.
Tu amigo,
Acosta,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
.. señor, no se le entiende nada de ese mamotreto de incoherencias que escribe; mejor es que no diga nada ...
ResponderEliminarSiempre sale un anónimo 5 a molestar. ¿No ve que el Sr. se está disculpando, zopenco?
ResponderEliminarAl entrometido anónimo 6 que siempre sale: no es con el, zopenco ...
ResponderEliminarA los anónimos 4, 5, 6 y 7,
ResponderEliminarConversación entre dos locos:
- ¿Sabías que el cura está en el hospital?
El otro responde:
- No lo sabía. ¿Qué le ha pasado?
Dice el primer loco:
- Parece que se cayó de la escalera y se rompió una pierna.
- ¿Qué es una escalera? - pregunta el otro loco.
Explica el primero:
- No lo sé. Hace mucho tiempo que no voy a misa...
Vecino de Anónimo 4
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Vecino de anonimo 8: ???
ResponderEliminarSon dos personas que a lo mejor tienen problemas y están buscando
ResponderEliminardisculparse con Gustavo Coronel y en vez de tener un mínimo de humanidad
tienen que venir a meterse con ellos.
La verdad que cada vez tengo menos Fe en los venezolanos. Egoístas, echones,
poco empáticos. Con razón su país se les fue al carajo. Con ese
material "humano" poco o nada se puede hacer.
Gente como estos burlones son un gentuza sin alma que se mete con personas que probablemente son miles de veces mejores personas que ellos. Los típicos "bullys" que seguro en sus casas recibían coñazos por parte de sus padres y tienen que desahogar sus frustraciones con los demás que no les han hecho nada ni tienen que ver con sus problemas intrafamiliares.
ResponderEliminarPues yo no veo nada de malo en lo que escribe Fabian ni en lo que escribe Acosta.
ResponderEliminarSe entiende todo. ¿Será que el criticón anónimo sin compasión humana no sabe leer?
En verdad parece que los criticones anónimos no tienen compasión humana como ya lo han dicho otros anónimos. Pero también los anónimos que se creen sabelotodo y que son imponentes, groseros y regañones dejan mucho que desear ...
ResponderEliminarMuy de acuerdo con lo que escribe el ultimo anónimo ..
ResponderEliminarPero estemos claros nadie se metió con nadie hasta que un anónimo vino a meterse con lo escrito por uno de los dos señores. Yo no le veo ninguna necesidad a eso. Y menos al dialoguito ese que el otro vino a poner. O nos respetamos o mejor que Gustavo cierre los comentarios, parece que se tratara de un kinder. No hay derecho a venir aqui a insultar a nadie.
ResponderEliminarNada bueno se puede esperar de personas que no respetan a los mayores que quizás se comunican con Gustavo porque tienen los mismos sentimientos y atraviesan por cosas similares. Debe ser que ellos creen que serán jóvenes toda la vida o son inmunes a la enfermedad, a la soledad y al exilio. Pobres almitas.
ResponderEliminarSin insultar por favor, respetémonos los unos a los otros, y en especial los jóvenes deben respetar a los ancianos …
ResponderEliminarEso de sugerir que el señor Coronel cierre los comentarios me parece que es una cobardía por parte de ese anónimo. El derecho a la libre expresión es lo más importante, cómo lo es en los Estados Unidos que hasta está en la constitución como 1ra enmienda.
ResponderEliminarTiene razón el último anónimo, y estoy de acuerdo. Hasta uno escribió sin ningún tapujo que el y que le “para el trote” a otros que se atreven a escribir lo que a él no le gusta. Que desfachatez.
ResponderEliminarTiene que haber respeto, nadie había insultado a nadie hasta que el anónimo vino a meterse con lo que puso o fabian o acosta. Nadie tiene que venir a decir nada malo de alguien que solamente se está expresando sin agredir a absolutamente nadie.
ResponderEliminarLeyendo a Acosta, se nota que se refería a las personas que vienen a insultar a los demás. Nadie debería insultar ni al autor del blog Gustavo (aquí todos hemos visto cómo algunos participantes le dicen cosas porque no está a favor de Trump y tiene todo su derecho porque es un librepensador) ni a nadie que participe. Me parece una actitud incorrecta, yo creo que se puede debatirn deas sin caer en esas peyorativas.
ResponderEliminarSi lee bien lo que escribió el anónimo, lo que hizo fue expresar su opinión en la forma como se dijo y que no lo entendía. Me parece que no hubo irrespeto alguno y que lo que hay es mucha sensibilidad por parte de algunos que escriben por acá.
ResponderEliminarDebo confesar que estos comentarios me decepcionan. Quien escribe anhela recibir comentarios pertinentes a su trabajo pero estos que veo aqui, casi en su totalidad, no tienen mucho que ver con lo que escribo.Es descorazonador.
ResponderEliminarSr Coronel, ánimo y siga escribiendo cosas tan bellas. Es ahora que he leído su blog desde hace tiempo, pues he tenido un problema de salud que ya estoy superando. Yo también disfruto de la naturaleza y de lo que nos hablan las plantas y los animales. Con todo afecto.
ResponderEliminarPB