“HÉROE ES AQUÉL QUE QUIERE
SER ÉL MISMO”
Ortega y Gasset
Hasta agosto pasado
nunca había oído nombrar al novelista John Williams, del mismo nombre del
compositor de la música para STARWARS, y de un extraordinario guitarrista
clásico, quien ha hecho mucho por difundir la bella obra de Antonio Lauro en
todo el planeta.
Este John Williams que
vine a conocer en agosto fue un novelista estadunidense de escasa producción, apenas cuatro novelas,
de las cuales rechazó la primera por considerarla mediocre. En agosto pasado,
cuando cumplí 90 años, recibí una de sus novelas, “STONER”, como uno de los
excelentes regalos de cumpleaños de mis amigos y amigas. Leí en la introducción
que esta novela había languidecido por años en el escenario literario estadounidense
hasta que hace algunos años, tiempo después de la muerte del autor, fue “redescubierta”, pasando a ser un best
seller y considerada como “ una novela
perfecta”.
Lo cierto es que la
novela me causó una excelente impresión, debido a la precisión de su prosa y a
los lúcidos atisbos del autor sobre el sentido de la vida. El protagonista es
un modesto profesor asociado de literatura de una universidad del medio oeste
estadounidense, quien pasa toda su vida allí, en un estado de semi anonimato,
llevando una vida académica bastante ordinaria, la cual – sin embargo - corresponde a sus deseos más íntimos y llena
sus ambiciones. Lo que parece haber sido una vida oscura, fracasada, nos deja
la impresión al final de una vida heroica, apegada a los principios, con una
vida académica que compensa por las carencias y vacíos en su vida doméstica y
sentimental.
Al terminar de leerla
quedé con ganas de seguir leyendo algo más de Williams y adquirí “AUGUSTO”,
novela histórica que tuvo desde el inicio más suerte que “STONER”, pues ganó el premio Nacional de Literatura (National Book Award) en 1972 y ha sido llamada por el Washington Post “la mejor
novela histórica escrita por un estadounidense”. Acabo de terminarla y, de
igual forma que la STONER, me ha causado una profunda impresión.
Como bien lo dice Daniel
Mendelsohn en su introducción a AUGUSTO los dos protagonistas de estas dos novelas,
por un lado un modesto y oscuro profesor de literatura en una universidad del
medio oeste y por el otro lado el primer emperador de Roma, el dueño del mundo
por más de 50 años de gobierno, durante el cual Roma llegó a ser el mayor
imperio jamás visto por la humanidad, no pueden ser aparentemente más diferentes
en todo sentido. Y, sin embargo, a medida que uno va leyendo se va dando cuenta
del mensaje esencial de Williams en sus dos novelas, esto es, que al final del
día todos somos muy parecidos en nuestra evolución personal , hasta aparecer irrelevantes –
al tomar en cuenta el tiempo- aún
dentro del limitado marco histórico en el cual nos hemos movido.
Augusto, el emperador,
al final de su larga vida de 76 años y de su largo mandato de más de medio
siglo, escribe a uno de sus pocos amigos aún vivos y le dice, entre muchas
otras cosas, “Tu y yo hemos llegado a la edad en la cual podemos sonreír de
manera irónica al darnos cuenta de lo trivial a lo cual han descendido nuestras
vidas”. Y le agrega: “Sabrás que los dátiles que me envías, a los cuales le he puesto
tu nombre, te hacen más conocido en Roma que todos los libros que has escrito”.
En su introducción
Mendelsohn es quien nos llama la atención al hecho que el famoso protagonista,
Augusto, llega al final con la misma carga de decepción del modesto profesor.
El mismo autor, Williams, dice en torno a sus dos novelas: “Las maquinaciones
del poder son muy parecidas en la Roma Imperial y en una universidad…. Lo mismo
sucede con los conflictos institucionales, a pesar de que ellos sean menos dramáticos
en la universidad de Stoner que en la Roma de Augusto. Es también casi idéntico
el conflicto interior de cada personaje cuando debe enfrentar las exigencias de
su trabajo con los intereses de la familia.
De nuevo, en el momento
final de la recapitulación aparece la angustiosa comparación entre lo que la
persona fue y lo que deseó haber sido. Al final lo que pudimos haber hecho se
evapora frente a lo que realmente hicimos. Una frase de Ortega y Gasset en sus “Meditaciones sobre el Quijote”, suena
especialmente apta para hablar de los protagonistas de Williams: ‘héroe es
aquél que quiere ser él mismo”.
Al final de la vida cada protagonista llega al
convencimiento de está solo, que ya no puede ser algo diferente a lo que fue,
lo cual pone en peligro sus deseos de trascendencia y le deja solamente la
esperanza de que en algo pueda él o ella haber influido en el curso de….
de qué?
Conclusion... al final del dia todos somos irrelevantes. Espero poder irme de esta tierra sin "regrets" por lo que he hecho o lo que he dejado por hacer. Asi como en la cancion que cantaba Frank Sinatra...
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