José Giacopini Zárraga
En 2013 visité a Kenneth
Wetherell en su casa situada en Dorchester, una bella aldea cercana a Oxford,
ver: http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2013/09/40-years-later-visiting-ken-wetherell.html. Fue la última vez que nos vimos, ya que mi
querido amigo murió meses después. Pasé todo el día con él, caminando por las
calles de la aldea, visitando la bella capilla de la aldea y conversando sobre
Venezuela. Buena parte de ese tiempo fue utilizado por Ken para hablarme de
algunos de nuestros amigos comunes. En especial, sobre José Giacopini Zárraga.
Me confesó que, a su partida de Venezuela, había escrito un obituario de José
pensando que no viviría mucho más tiempo, pero, en efecto, José vivió unos 25 años más,
hasta los 90 años (1915-2005). Las notas que siguen son parte de ese obituario
que nunca tuvo ocasión de publicarse.
José Antonio Giacopini Zárraga
José, o Giaco, como lo llamaban sus amigos,
nació en Caracas en 1915 en el seno de una familia bien. Se graduó de abogado
pero nunca ejerció la profesión. Sus contactos familiares le abrirían muchas
puertas. A los 24 años fue secretario de la presidencia de Venezuela y me dijo
que, en una ocasión, había manejado al país por varios días, casi solo, durante una transición. A los 26 años
fue nombrado Gobernador del Territorio Amazonas y es todavía recordado allá por
haber importado los primeros tractores.
En su juventud José llevó la vida
un tanto disipada de la Caracas de clase alta. Nunca perteneció a un partido político.
Su rama paternal era muy republicana y su rama materna muy apegada a la
autoridad, por lo cual desarrolló una habilidad para mantenerse entre esos dos
campos. Llegó a ser visto como alguien independiente, discreto, respetado,
confiable. Podía hablar con grupos extremos y conciliarlos. Se convirtió en un
consejero preferido por políticos, empresarios y militares.
José sabía cómo reparar orgullos
ofendidos y con quien hablar para resolver conflictos. Siempre estaba en
estrecho contacto con la gente en el poder, con quienes creían estar en el
poder y con quienes deseaban estar en el poder. Se convirtió en un diplomático
universal, conocido por todos en todo el país, los poderosos y los humildes. En
una ocasión viaje con él al estado Apure y aterrizamos en un pequeño poblado
para reabastecernos de gasolina. A los pocos minutos llegaron los habitantes a
saludar a su amigo José. De mí ni siquiera se ocuparon.
José carecía de malicia. Siempre
simpatizaba y le daba la razón a su interlocutor, quien era tratado con extrema,
casi exagerada, cortesía, no importaba su rango social. En la década de 1940 comenzó
su carrera con Shell en Relaciones Públicas, era lo lógico. Siempre mantuvo una
excelente relación con el dictador Pérez Jiménez y hasta fue parte de su último
gabinete, por breves días antes de su caída. No sabía decir que no. José continuó
en Shell, como confidente, negociador y consejero de sus presidentes. Como Ejecutivo
José no tenía la menor habilidad pero siempre fue un extraordinario conciliador.
Nunca escribió un Memo. En su escritorio conservaba una foto de Jacqueline
Kennedy. No importaba el tema tratado, José siempre figuraba como protagonista
y nos narraba anécdotas relacionadas con el tema donde él había jugado un papel
importante, lo cual – además - era
cierto. Era invitado a innumerables eventos sociales, en los cuales tomaba solo
agua con unas gotas de amargo de angostura el llamado cóctel Giacopini
Especial. En cada evento permanecía unos 30 minutos pero hablaba con todo el
mundo, quienes recordaban al día siguiente que José les había dedicado mucha
atención. Tenía algunos chistes listos para cada ocasión.
Aquí, interrumpo yo, Gustavo,
para recordar uno de esos chistes que ofreció a un grupo en el cual me
encontraba:
Un señor desarrolló una fuerte dispepsia y el
médico le recomendó que volviese a tomar leche materna, para lo cual contrató
una nodriza, muy joven y bella. Cuando el paciente comenzó a “alimentarse” la
joven se fue poniendo cada vez más excitada. El paciente se le quedó mirando y
le preguntó: ¿“Podría usted hacerme un favor”? Y la joven le respondió,
ruborosa: “Pídame lo que usted quiera”. A lo cual el paciente respondió: ¿“Me
podría buscar unas galletitas”?
Tenía otro que involucraba una
yegua y unas monjas que considero no apto para figurar aquí.
Continuó Ken diciendo: “Cuando la
nacionalización tomó lugar, José se convirtió en el asesor político y consejero
del general Rafael Alfonzo Ravard, cargo que conservó desde 1976 hasta 1993. La
última vez que lo vi, en Agosto 1993 fuimos a almorzar y durante el almuerzo
fue objeto de muchos saludos por parte de todos los comensales en el
restaurant. Cuando le comenté sobre su popularidad me dijo que se debía a que
“cuando visitaba el zoológico nunca hablaba mal de los caimanes”.
José era muy eficiente y
efectivo, sin tener poder, riqueza o influencias significativas. No era un gran
organizador ni un gran comunicador de ideas. Quizás su gran cualidad fue la
amistad, sencilla y sincera. Como resultado, no importaba el favor que él
pudiera pedirle a alguien, ya sea desagradable o complicado, siempre obtenía
una respuesta favorable. Todo el mundo se desvivía por complacerlo.
José fue un genio de la amistad.
Hasta aquí el perfil de José que me pintó
Ken Wetherell. Ken, muy inglés, tenía una cordialidad y sencillez especial. Fue
muy religioso y amó mucho a Venezuela y a Colombia. Escribió una Historia de Cartagena,
la cual no he podido conseguir. Cuando lo visité en Dorchester tenía ya un Parkinson
avanzado. Fuimos a tomar el té y nos sentamos el uno frente al otro. Yo comencé
a tomar mi té y, de repente, vi que él no tomaba y comprendí la razón. Tomé su
taza y se la acerqué sus labios, una y otra vez, hasta que ambos – conversando
- tomamos nuestro té. Todo fluyó con perfecta naturalidad entre quien había
sido el poderoso presidente de Shell Venezuela y quien había sido, alguna vez, uno de sus jóvenes empleados.
La vida nos había igualado en la
amistad.
Mi obituario de José, de 2005,
puede leerse en: http://energiapetroleoygasucv.blogspot.com/2010/04/dr-giacopini-zarraga-dr-gustavo-coronel.html
Si hay unas memorias que Venezuela extraña son las de éste señor. Igual las que pudo escribir Ravard. Cuántas cosas interesantes que nunca sabremos se fueron con ellos.
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ResponderEliminarMuy bueno al artículo sobre Giacopini. Lo conocí y era tal cual como lo cuentan.
Buen recordatorio para Don Jose.Un personaje inolvidable para quienes le conocimos
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