NOTA: te invito a entrar en mi sitio virtual armasdecoronel.com si deseas leer dos mis libros e información sobre mi trayectoria.
"No sabemos lo que nos pasa y esto es, precisamente, lo que nos pasa".
José Ortega y Gasset
Citado por Moisés Naím en su libro: "La Revancha de los Poderosos"
A pesar de estar caracterizada por un mestizaje indígena-europeo- africano en variados porcentajes pero de razonable homogeneidad, casi con un idioma común, viviendo bajo climas tropicales y subtropicales benignos, la población de América Latina se encuentra social, económica y políticamente estancada, sin visible progreso, esencialmente sumisa bajo la autoridad de líderes políticos generalmente ignorantes, de escasa visión y frecuentemente muy corruptos. Ese triste liderazgo, sin embargo, es el que los pueblos de la región toleran o, peor aún, eligen con entusiasmo, con resultados que llenan de indignación y de vergüenza a los ciudadanos dignos que no se resignan a ser comparsa de los grandes desastres.
Leer sobre quienes gobiernan la mayor parte de los 670
millones de seres que habitan América Latina es
un ejercicio melancólico. La lista incluye a Nicolás y Cilia, los payasos
danzantes de Venezuela; Pedro Castillo, el ignorante peruano de grotesco sombrero;
Jair Bolsonaro, el pomposo y arrogante destructor de la Amazonia en el Brasil,
a ser remplazado próximamente por el demagogo y deshonesto Lula; los rapaces y
cursis Kirchner-Fernández de Argentina; la parasitaria familia Zelaya en
Honduras; la macabra pareja pedófila nicaragüense, Daniel Ortega y Rosario
Murillo; la podrida oligarquía de los
Castro en Cuba; el cocalero retozón Evo
Morales en Bolivia; el obispo gozón
Fernando Lugo del Paraguay; el amigo de lo ajeno, Rafael Correa de Ecuador; el
autócrata populista Nayib Bukele de El Salvador. Y, por supuesto, el paracaidista
de indigestas lecturas, el narcisista Hugo Chávez, de Venezuela, quien, armado
de miles de millones de dólares derivados del petróleo, irrumpió como elefante
en una cristalería en la escena política mundial, dejando a su muerte una
destrucción material y espiritual gigantesca en Venezuela.
De una colección de líderes como estos no fue posible, ni
lo es, ni lo será, esperar que América Latina pueda abandonar el pantano de la
mediocridad en el cual chapotea. Podremos, eso sí, disfrutar de grandes hazañas
individuales de miembros de nuestras sociedades en los campos artísticos,
deportivos o literarios, pero esos casos no harán más que acentuar la
disparidad entre la brillantez individual de minorías y la ignorancia del
liderazgo combinada con la mansedumbre de las masas, las cuales se muestran
resignadas o hasta orgullosas de formar parte de sociedades de medio pelo (en
Los Teques usábamos mucho el término “simiricuire”).
Frente a esta realidad histórica uno corre el riesgo de
pensar que ello se debe a una inferioridad congénita, pensamiento que no solo
es sacrílego (políticamente incorrecto) sino probablemente equivocado. Hay
tantos casos de brillantez y dignidad individuales en nuestra región que ello
parecería demostrar que nuestros genes o cromosomas no son inherentemente
inferiores sino que la razón de la mediocridad mayoritaria es otra. Parecería
más probable que esta mediocridad que satura la geografía latinoamericana sea
más bien un fenómeno cultural, el producto de una cierta manera de ver la vida,
la cual ha transcurrido en un ambiente benigno que exige relativo poco
esfuerzo.
Si ello fuera cierto, la solución del problema no sería
mucho más sencilla que si el asunto fuera genético, puesto que una cultura
progresivamente cementada durante más de 500 años ya ha adquirido el poder de
una segunda naturaleza. Por decirlo así, el guante sería parte casi indivisible
de la mano.
En la década de 1990, creo recordar, nos visitó en
Venezuela un premio Nobel de economía, Douglass North. En una entrevista dada a
un periódico local, respondiendo a una pregunta sobre nuestros problemas
sociales y políticos, dijo: “Hay una tendencia a pensar que la solución a esos
problemas reside en cambiar la constitución, enunciar nuevas leyes o
reglamentos. Eso no es cierto. Lo que se
requiere es un profundo cambio actitudinal”.
Ya De Tocqueville
lo había advertido así en su visita a Estados Unidos, cuando dijo que el éxito
de esa sociedad no se debía a sus leyes sino a las costumbres de sus
habitantes, a lo que él bellamente denominó como los “hábitos del corazón”.
Esto no es nada fácil de lograr y no podría ser logrado
por gobernante alguno en el término de su gobierno, no importa cuán brillante,
visionario y eficiente pueda ser. Y la razón es muy sencilla: ello tendrá que
ser un proceso social de naturaleza generacional, no podrá ser llevado a cabo
en un ciclo normal de gobernanza democrática sino en el curso de dos o más
generaciones. Para lograrlo se requiere un plan que sea adoptado como política de
estado por sucesivas administraciones democráticas del país.
Este es el tema que desarrollo, haciendo énfasis en el
caso venezolano, en un relativamente breve libro de unas 35-40000 palabras que
está listo para ser editado, el cual podrá leerse en copia dura o como libro
electrónico. Los mantendré informado porque lo considero importante de
transmitir. Ha sido el tema principal de mis reflexiones por los últimos 30
años.
Esperaremos ese nuevo libro, Gustavo, bien por tu actividad de alta valoración de las estrategias de autogobierno como lo que nos contaste quisiste hacer en Sabana del Medio allá en Carabobo con la organización de una estructura de propietarios. Hace unos años conocí a una mujer de apellido Solá que vivía por allí por Montalbán y me contaba que lamentablemente todo el esplendor de la zona se ha venido abajo con la improvisación chavista y el problema del hampa.
ResponderEliminarAhora para INRI pusieron al gorilón del Juan Carlos Loyo otra vez como ministro del área productiva alimentaria, me imagino que pasará de nuevo que comprará unos pimentones en el mercado y los pegará en las matas pero con el pequeño detalle de olvidar quitarles las etiquetas solo para decirle a la prensa que sus planes son exitosos y la robolución no va mejor porque no hay pasado más tiempo (eso pasó, yo no lo estoy inventando).
Créemos, la gente que vivimos en Safari Valencia y que nos tuvimos que ir, que parte del problema es la envidia y eso que Chávez llevaba siempre en su discurso: "Ser rico es malo pero no aplica si yo y mis amigotes somos cada vez más ricos y ustedes cada día más pobres, a votar por mí, que al menos les tiro migajas".
La tragedia latinoamericana es una y está condensada en lo que le dijo Jorge Giordani al ingeniero Lameda, volcado en esta entrevista de Gladys Rodríguez:
https://www.youtube.com/watch?v=VfbURKm72EM
Acosta,
Madrid.