Por puro azar, más bien por
serendipia, adquirí esta semana en una de las pocas librerías que aún existen
en Washington DC, un breve y estupendo volumen llamado: “Los Tres Lenguajes de
la Política”, de un politólogo estadounidense, del Instituto CATO, llamado
Arnold Kling. Lo compré por el título, el cual me pareció atractivo y porque
costaba $10 dólares, precio que está dentro de los límites del presupuesto que
me impuesto para libros y vinos.
Lo considero un gran hallazgo y
me ha hecho reflexionar sobre la manera para salir de esta pesadilla. Aunque lo
leído no altera mi posición sobre la solución negociada para Venezuela que algunos
propugna si me ayuda a tratar de moderar mi postura contra quienes difieren de
mi opinión. He estado cometiendo el error, innecesario, de descalificarlos por pensar diferente. El libro
de Kling me hace ver que mi postura puede ser menos agresiva sin que, por ello,
deba cambiar. Por ello, me haré el propósito
de ahora en adelante de ser mucho más reflexivo al tratar de juzgar las motivaciones
de quienes difieren de mi opinión.
En su libro sobre el comportamiento
político en los Estados Unidos Kling dice que los ciudadanos se han ido
nucleando alrededor de tres tribus, las cuales utilizan su talento no para
cooperar entre ellas sino para prevalecer sobre las otras. Define las tres tribus de la siguiente
manera: la Tribu de los Conservadores, la tribu de los Progresistas y la tribu
de los Libertarios. Las tres coaliciones afirman que son moralmente superiores
a la otra, aunque, por supuesto, no
todas pueden estar en lo cierto. El autor agrega que le gustaría ver
discusiones políticas conducidas con menos animosidad tribal y con mucho más
respeto mutuo y más deseo de deliberar constructivamente. Menciona, como
ejemplo de lo que desearía ver, la actitud de un Jurado, grupo que es capaz de
deliberar de manera objetiva para tratar de llegar a un objetivo común, el veredicto.
Pongo esto de Objetivo Común en relieve porque regresaré a este concepto que creo fundamental
para el caso Venezolano. El ensayo de Kling continúa definiendo lo que llama
los tres ejes de los lenguajes tribales, los cuales establecen su manera en base a
dicotomías. Los progresistas hablan de OPRIMIDOS VS OPRESORES. Los
Conservadores hablan de BARBARIE VS CIVILIZACIÓN. Los Libertarios hablan de
LIBERTAD VS COACCIÓN. El autor da ejemplos de cómo cada problema mayor que nos aflige
a nivel nacional o mundial puede verse en términos de esos tres ejes.
Un ejemplo de lo que dice es el
relacionado con el conflicto entre Palestina e Israel. Para los Progresistas el
problema es que Israel, el opresor, es culpable del sufrimiento Palestino, un
pueblo oprimido. Por lo tanto, apoyan a Palestina. Para los Conservadores,
Israel es aliada de los Estados Unidos en defensa de la civilización y de sus
valores básicos contra el nihilismo bárbaro. Para los Libertarios el problema
tiene que ver con un conflicto entre la corrupción del gobierno palestino y el militarismo israelí. El autor
advierte que estos tres ejes no son absolutos y que el asunto es más complejo
de lo que sugiere esta simplificación.
Quienes abrazan un eje dominante hacen pocos
intentos de aprender el lenguaje de los otros. Enfatizan la asociación con quienes
piensan como ellos, leen a, y hablan con, quienes piensan como ellos. Filtran
los argumentos que no encajan en su eje ideológico y hasta presumen – en su
intento de prevalecer sobre los otros a toda costa - que las intenciones de quienes no piensan como
ellos son de menor estatura moral que las propias. El autor define esta
posición como una de pensamiento rápido – Fast Political Thinking – para
anteponerla a lo que él llama Pensamiento deliberado, cuidadoso, mediante el
cual se hacen esfuerzos para tratar de ver lo que puede haber de cierto y de
valioso en la posición ajena. En especial me siento aludido por esta sección
del libro, ya que – en efecto – he llegado a dudar de las buenas intenciones de
quienes difieren de mi posición sobre el caso venezolano. Y esto puede ser, en
algunos casos, no en todos, una postura injusta.
¿Cómo aplicar estos hallazgos de
Kling al caso venezolano? El advierte en su libro que lo que dice es solo
aplicable a los Estados Unidos, no a otros países o culturas políticas. Pero me
parece que su definición de tribus y lenguajes es perfectamente aplicable al
caso venezolano. Según este marco conceptual existirían en Venezuela dos tribus
políticas, algo que – por lo demás - es
bastante evidente: el Lenguaje del Grupo que se autodefine como Conservador, Derechista
y el Lenguaje del Grupo que se
autodefine como Progresista, Izquierdista.
Y sus ejes dominantes pueden definirse de igual manera que en USA: civilización
vs barbarie en el caso del lenguaje Conservador y oprimidos vs opresores en el
caso del lenguaje Progresista.
Desde este punto de vista, es
perfectamente posible decir que los Conservadores/Derechistas han visto y ven
al gobierno venezolano de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro como un régimen dictatorial,
cruel, represivo e ineficiente. Lo ven como representante de la barbarie y desearían
remplazarlo por un gobierno civilizado. Quienes así piensan ven a Estados
Unidos, Europa y los países democráticos de América Latina como aliados.
Por su lado, los Progresistas/Izquierdistas
vieron al gobierno de Chávez y ven al gobierno de Maduro como defensor de los
oprimidos, de los pobres, frente a los
opresores, integrados por el empresariado y las élites sociales, apoyadas y
utilizadas por países imperialistas como
los Estados Unidos. El gobierno no es ineficiente sino que ha estado bajo ataque
de los países capitalistas. El gobierno no es represivo sino que se defiende de
los ataques del imperio y sus cómplices venezolanos. El gobierno no es dictatorial
sino que traduce los deseos del pueblo,
de los desposeídos. Ven a países como Rusia, China, Cuba, Siria y Nicaragua
como aliados
Es necesario hacer la salvedad de
que muchos Progresistas/Izquierdistas no apoyan a Maduro, porque consideran que
ya no representa la casa de los oprimidos, aunque siguen apoyando a los Castro
en Cuba y a Ortega en Nicaragua como expresiones genuinas de la lucha contra la
opresión.
Lo que nos pide el autor del libro que comentamos es que cada
grupo trate de comprender el lenguaje del otro. Cita a Stephen Covey (Los Siete Hábitos de las
Personas muy Efectivas) al decir: primero tratemos de comprender a la otra
parte y luego tratemos de que la otra parte nos comprenda a nosotros.
Confieso que el libro me ha obligado
a reflexionar sobre el caso venezolano y si es verdaderamente posible y
deseable un entendimiento entre las dos tribus venezolanas. Después de haberlo pensado
con más deliberación, tratando de evitar los prejuicios y las trampas
ideológicas contra las cuales nos advierte Kling, aun creo que tal
entendimiento es imposible/indeseable. Regreso aquí al punto fundamental que,
en mi opinión, imposibilita estos dos
grupos para dialogar y entenderse con posibilidad de éxito: Entre
los dos grupos no hay objetivos compartidos.
Creo que las dos tribus
venezolanas estarían de acuerdo en que en Venezuela los opresores deben dejar
de oprimir a sus víctimas. Ese podría ser un objeto compartido. El problema es
que cada grupo define a los opresores y
a los oprimidos de manera diferente. Para los Conservadores/Derechistas el
régimen es el opresor y la población es la oprimida. Para los Progresistas/Izquierdista
el opresor es el capitalismo imperialista y el oprimido es el venezolano pobre
e indefenso. Cada uno de los dos grupos se considera representante de la
civilización en contra de la barbarie. Cada posible tópico a ser objeto de diálogo
y entendimiento estará matizado con
igual intensidad.
Ello imposibilita un diálogo, el
cual presupone la existencia de objetivos comunes. En Venezuela lo único que
podría existir entre ambos grupos venezolanos es una negociación, pero no un
diálogo. Algo similar a lo que existió entre los estadounidenses y los
vietnamitas para terminar con la Guerra de Vietnam. Pero aquello fue una
negociación entre una parte claramente victoriosa y una parte derrotada. No
existían entre aquellos dos bandos objetivos compartidos de buenas intenciones,
de deseos de libertad, democracia y de bienestar para todos. Aquello fue una reunión
de ganar-perder.
En Venezuela la visión del QUE no es común a los dos bandos, por lo tanto
no puede existir un diálogo sobre el COMO. En Venezuela habría que negociar entre las
partes, en una atmósfera de ganar-perder.
En esa negociación entre que me das y que
te doy ambos grupos tendrían que pagar altos precios, uno de salida, otro
de entrada: El régimen de Maduro tendría que entregar el poder y los mayores
responsables de la actuación del gobierno tendrían que ser enjuiciados. El
gobierno de Guaidó podría acceder al poder pero tendría que incorporar algunas
figuras del anterior régimen al nuevo gobierno de transición y se perdonaría a mucha
de la gente responsable por la tragedia venezolana.
Al no existir una base común
posible para el diálogo, es posible ver que el significado de una negociación
sería, simplemente, la de martillar los términos de un arreglo en el cual ambas
partes tendrían que ceder algo sustantivo. Las preguntas que se hacen en torno
a una negociación son básicamente dos: (1), ¿Cuál sería el impacto sobre la
Venezuela futura de concederle al régimen saliente garantías y perdones? Y,
(2), ¿Es estratégicamente deseable para el gobierno de Guaidó ir a una
negociación en este momento? La primera pregunta tiene una importancia espiritual
fundamental, porque muchos venezolanos verían con asco una negociación en base
a la cual el régimen culpable se va “tranquilamente” del poder, sin ser enjuiciado,
sin que el dinero mal habido pueda ser recuperado, una negociación en la cual
las víctimas no obtengan una retribución moral y material. Una negociación de
este tipo no contribuiría positivamente a crear una sociedad venezolana futura
más decidida a defender la verdad, la honestidad y la justicia. La segunda
pregunta es solamente estratégica, sin componente ético. Tendría que ver con cuando es el mejor momento para que se lleve
a cabo una Negociación entre las partes. Creo que este no es ese momento.
El régimen de Maduro está significativamente debilitado y la acción combinada
de la población protestataria y de las sanciones internacionales lo acerca a un
punto de implosión. Como en el ajedrez, Maduro ha perdido caballos, alfiles, al
menos una torre y la mayoría de sus peones y está bajo jaque frecuente. ¿Para
qué correr el riesgo de aceptar unas tablas en las cuales Maduro retendría
privilegios y ventajas que son moralmente inaceptables y le permitiría un
futuro regreso al poder? Hay que pesar cuidadosamente
cual es la vía que le da a Venezuela, la nación, la mejor oportunidad de ser,
de nuevo, una nación respetable y respetada: ¿el rechazo firme frente al
régimen o la transacción y la entrega parcial de principios que son
fundamentales para la dignidad colectiva?
2 comentarios:
Una vez mas me siento identificado con sus conclusiones, sin embargo, creo en la oposición existe mas de una tribu como usted llama a las corrientes políticas. Por mi lado puedo identificar a una tribu con una conciencia de superioridad moral y otra, que preferiría negociar una salida "honrosa" para los sátrapas. Como usted bien concluye, quiero pensar en una solución que haga de Venezuela un verdadero país de ciudadanos y no solo un territorio económicamente viable.
d I c e n qq c u a n d o e l e s f u e r z o n e c e s a r i o n o p r o d u c e r e s u ltados s u f i cien t e me n t e b u e n o s , p a r a el ca s o de paises / n a c i o n e s p r o b l e m aticas q u e se pega lo malo c o m o el sucio a la r o pa y la p i e l, aun a los mejo res im pe rios.
se ra q cu an do no hay propo sito de Imp e rio ver da de ro qq o c u rre lo q u e me n cio no y lo que de cla ra este linro ame ri ca no...?
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