Una vez más
las hojas caen suavemente y las ramas frondosas se desnudan, despidiéndose hasta
la primavera. John Keats canta el otoño diciendo: “Quienquiera que te busque ha de encontrarte
sentada con descuido en un granero, aventado el cabello dulcemente”….
sentada con descuido en un granero, aventado el cabello dulcemente”….
Para el
poeta las bellezas del otoño comparan con las bellezas de la primavera. Nos
dice, en su elogio de la tercera estación: “¿Dónde están los cantos de la
primavera? Sí. ¿Dónde fueron? No pienses más en ellos, tú también tienes tu
música”.
Y de verdad
que la música del otoño es magnífica, alternativamente majestuosa con sus
colores rojos, amarillos, ocres que le dan al paisaje una belleza que tiene que
ser vista para ser justamente apreciada, con sus días de una admirable limpieza
azul, de suaves brisas, dulces manzanas y gigantescas calabazas. La naturaleza
nos da un espectáculo de suprema y última abundancia y bondad que precede los rigores del invierno, la oscuridad
y el frío. El otoño es como un orgulloso canto de desafío de lo que va a morir.
El consuelo
del hombre es que más allá del invierno le espera la primavera, la reafirmación
de la vida. Las hojas caídas del otoño
serán remplazadas por nuevas hojas de un verde tierno, por una promisoria
tibieza que trae de la mano un nuevo ciclo.
1 comentario:
La esperanza siempre. Reciba de mi parte un gran abrazo.
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