sábado, 6 de junio de 2020

Jorge Luis Borges vive en Virginia





En mi adolescencia, junto a miles de jóvenes latinoamericanos, leí a ARIEL de José Enrique Rodó y absorbí su prédica en contra del materialismo estadounidense, lo que él llamó la “Nordomanía”. En mis ensayos juveniles yo escribía sobre lo mucho que nosotros nos ocupábamos de los norteamericanos y lo poco que ellos se ocupaban de nosotros, de como ellos usaban el cerebro mientras nosotros preferíamos usar el corazón. Repetía a carcajadas el viejo chiste del estadounidense que, al saber que éramos de Venezuela, nos daban una carta para entregar en Buenos Aires.
Ese estereotipo ha sido difícil de matar, sobre todo porque el estadounidense de clase media sigue dando muestras de ignorancia sobre nuestros países y porque el latinoamericano de clase media sigue admirando y desconfiando del “coloso” del Norte.
Hace tiempo que me he convencido que catalogar a los estadounidenses como despreocupados de nosotros es una injusta  exageración. Existe, por ejemplo, una Asociación de Estudios Latinoamericanos en los Estados Unidos que tiene unos 13000 miembros. Hay unos 400 colegios y universidades estadounidenses  que ofrecen estudios y carreras dedicadas exclusivamente a América Latina, en todas sus fases políticas, sociales y culturales. Cada año se gradúan en los Estados Unidos centenares de expertos en Latinoamérica. Hay docenas de Centros de reflexión (think tanks)  que incluyen de manera sistemática el análisis de los asuntos latinoamericanos en sus deliberaciones y publicaciones. Donde vivo, en la zona de Washington DC, no hay semana que estos centros de reflexión no ofrezcan charlas sobre la región latinoamericana.  

                            Dibujo hecho por Borges para ilustrar una de sus obras

Un ejemplo extraordinario de este interés norteamericano por la región latinoamericana es que la segunda colección más importante del mundo de manuscritos, ediciones y documentos sobre Jorge Luis Borges, solo superada por la existente en la Fundación San Telmo de Buenos Aires, se encuentra a apenas una hora de viaje por buena carretera de donde vivo. Está en Charlottesville, Virginia, en la biblioteca de la Universidad de Virginia, la institución fundada por Thomas Jefferson.
La historia de cómo se ha logrado esta demostración de amor por Borges comenzó en 1967, cuando el escritor fue invitado por la universidad para dar una charla sobre Edgar Allan Poe, quien había estudiado en la universidad en 1826.  En la audiencia estuvo el joven bibliotecólogo de la universidad Jared Loewenstein, quien escuchó a Borges definir a Jefferson no solo como el arquitecto de la democracia sino como un demócrata de la arquitectura, refiriéndose a los edificios universitarios diseñados por él. Este fue el inicio de una maravillosa relación entre el joven, nacido en un pequeño pueblo de Virginia famoso por su caverna (Luray) y el gran escritor bonaerense. En 1976, después de haber visitado Buenos Aires en búsqueda de material sobre Borges, Loewenstein recibió una oferta de venta de 400 documentos  que incluían cartas, manuscritos y primeras ediciones de libros de Borges, propiedad de un cercano amigo del escritor  llamado Lisandro Galtier. Esta adquisición marcó el inicio de la colección, la cual tiene hoy más de 3000 documentos, adquiridos, dijo Loewenstein, uno por uno. Loewennstein también publicó un libro describiendo todos los documentos del catálogo, ver: https://vimeo.com/239252200 y https://www.amazon.com/Descriptive-Catalogue-Borges-Collection-University/dp/0813913330. La colección incluye todas las primeras ediciones de todos los libros publicados por Borges, incluyendo su primera obra: “FERVOR DE BUENOS AIRES”, 1923, además de numerosas traducciones de obras de Borges  en francés y en alemán.  Contiene también traducciones hechas por Borges de La Metamorfosis de Franz Kafka y de obras de William Faulkner y Walt Whitman. 
El impacto cultural de esta colección ha sido muy grande, ya que ha creado toda una escuela de seguidores y estudiosos de Borges en la universidad y en la región. Me llamó mucho la atención la bella historia de esta joven, ver: https://blog.bookstellyouwhy.com/collecting-jorge-luis-borges-at-the-university-of-virginia, quien se ha convertido en una coleccionista de Borges de primer orden y está íntimamente asociada con la universidad en el mejoramiento de la colección y de su difusión entre el alumnado.
Soy un admirador de Jorge Luis Borges y de lo que fue su incansable búsqueda de la razón de nuestra presencia en el Cosmos, si es que existe alguna. Pocos como él han tratado de levantar esos velos que nos separan del gran misterio. Fracasó, por supuesto, porque nadie podrá entenderlo jamás, al menos en esta etapa de nuestra evolución como Homo sapiens, pero le llegó bastante cerca, gracias a sus  inmensos saltos intuitivos. Admiro también la elegancia de sus metáforas, la profunda melancolía de sus versos,  solo comparable a los mejores tangos y su veneración por los Borges y Acevedos quienes lo precedieron.  
Fue tan argentino Borges que ello lo hizo universal. Gracias a sus obras y al tesón de un joven salido de un pequeño pueblo de Virginia hoy vive cerca de nosotros, en Charlottesville, Virginia, a corta distancia de mi apartamento. Allá podré ir de nuevo a visitarlo, tan pronto haya pasado esta emergencia mundial de la salud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Borges tuvo aprecio por Norteamérica, creció en un hogar bilingüe, hablando inglés y castellano desde pequeño. “Cuando le hablaba a mi abuela paterna” –recordó una vez- “lo hacía de una manera que después descubrí que se llamaba el idioma inglés, y cuando hablaba con mi madre o mis abuelos maternos lo hacía de otra forma que luego resultó ser la lengua castellana…”
En los últimos años de su vida estudiaba el Celta, buscando sus conexiones con el inglés.