jueves, 18 de agosto de 2022

ME BOTARON DE PDVSA Y ATERRICÉ EN HARVARD

 

Décimo séptimo viaje a Serendipia

ME BOTARON DE PDVSA Y ATERRICÉ EN HARVARD

En 1980 fui ascendido de director de MARAVEN a vicepresidente de MENEVEN, una de las cuatro empresas filiales de PDVSA formadas después de la nacionalización llevada a cabo en 1976. MENEVEN era la heredera de Mene Grande, la empresa filial de Gulf Oil Corp. y su punto fuerte era la producción, esencialmente en el oriente del país. Era una excelente empresa de producción y de refinación (Puerto La Cruz), pero débil en aspectos tales como la planificación estratégica y la comercialización, los cuales tradicionalmente se habían manejado desde las oficinas de Gulf en Houston.

PDVSA me envió a MENEVEN, junto con Gustavo Inciarte  y José Mavares, a fin de tratar de llevarla al mismo nivel de integración de  las otras empresas filiales que eran LAGOVEN, MARAVEN y CORPOVEN. Durante nuestra estadía allá enfrentamos inevitables problemas de organización, ya que, no sin razón, la gente Gulf se sentía como invadida por un grupo con una diferente cultura corporativa. Sin embargo, se hicieron rápidos progresos gracias a la disciplina de la organización y al apoyo de excelentes gerentes de MENEVEN como Paco Pradas, Nelson Olmedillo, Néstor Ramírez y otros. La enfermedad de Bernardo Díaz, el presidente de MENEVEN, me colocó en la posición de presidente encargado.

Un día de 1981 me llamó un director de PDVSA, Gustavo Gabaldón, y me dijo que el ministro del sector había anunciado la mudanza de MENEVEN a Puerto La Cruz. Y, en efecto, al día siguiente leí la noticia en la prensa. Como presidente encargado de la empresa yo no había sido notificado de esta decisión y, por el contrario, había enviado un análisis a PDVSA mostrando lo desatinado de esa posibilidad.

Al leer la prensa, le envié a PDVSA y al ministro de turno cartas cuyas copias aún conservo, protestando por esta decisión inconsulta y, en el caso de la carta a PDVSA, renunciando a mi posición en MENEVEN y pidiendo ser enviado a otra empresa de PDVSA, ver copia de mi carta abajo:

 


En esa carta, como puede leerse, yo hacía un pedido de transferencia dentro del sistema PDVSA pero no estaba renunciando a PDVSA.  Sin embargo, por decisión del ministro de la época fui separado de la industria petrolera venezolana, para la cual había laborado por casi 27 años.

En una sociedad como la venezolana mi separación forzada de PDSVSA equivalió a una condena de ostracismo. De repente la gente dejó de saludarme. Asistí a un coctel del sector petrolero  pero debí ausentarme,  al advertir que los asistentes esquivaban mi compañía.  Deseo reconocer, sí,  el apoyo moral que me prestaron en esos momentos difíciles Alberto Quirós, Guillermo Rodríguez Eraso, Jack Tarbes, Nicanor García, Hans Neumann, Rafael Tudela, Jorge Olavarría, Paco González y  algunos otros venezolanos quienes me ofrecieron solidaridad y/o trabajo remunerado.  

Viendo la situación de manera realista concluí que en Venezuela mi carrera petrolera no tenía futuro y que debía  buscar otros horizontes. Me fui a Vermont, USA, donde tenía una cabaña y allí me refugié por largos meses. Éramos solo nosotros, mi esposa Marianela, mis hijos y yo, rodeados de la nieve y de la inmensa belleza de aquel estado de USA.

Un día sonó el teléfono y era Pedro Pick, un brillante gerente venezolano quien se había ido a Harvard. Me dijo: “Gustavo, tengo una invitación de la universidad de Harvard para ti. Desearían que tu fueses un “fellow”en su Centro de Estudios Internacionales, el cual está dirigido por Benjamín Brown y tiene un núcleo de gente extraordinaria como Raymond Vernon, Joseph Nye, Jorge Domínguez, Samuel Huntington y otros. Ellos te pagarían una modesta remuneración, creo que son $200 al mes, pero serás miembro de la facultad de Harvard y tendrás acceso a todos los recursos de la Universidad. Solo te pedirían que escribas un ensayo sobre las empresas estatales de petróleo en América Latina, para lo cual tendrías un año de tiempo. Durante ese tiempo podrás ofrecer un seminario de post grado sobre el tema que selecciones y acceder a todos los eventos y recursos de la universidad”.   

Oyendo a Pedro Pick, quien se convirtió en un gran amigo y mentor, me entusiasmé y me regresó el alma al cuerpo. Su llamada le  dio un nuevo sentido a mi vida .   

Viajé a Harvard desde Norwich, Vermont, un viaje por auto de unas tres horas, y me entrevisté con Benjamín Brown, quien además de ser un notable intelectual, era vecino, casa por medio, de Julia Childs. Con la ayuda inestimable de Pedro Pick arrendé un apartamento pequeño a dos cuadras de la universidad y Marianela y yo nos mudamos a Cambridge, la sede de la universidad, ya que los hijos iban a estudiar en universidades y bachillerato en otros sitios.

 Mi estadía de  dos años en Harvard fue la aventura intelectual más importante de mi vida. Allí andaba de blue jeans, comiendo helados de fresas, con un morralito lleno de libros, camino de las bibliotecas, a dar una charla o a escuchar alguna otra. A mi lado, en bicicleta, pasaban venerables profesores, algunos de ellos premios Nobel. Pude sentarme a conversar sobre mis actividades con algunos gigantes intelectuales como Raymond Vernon y Samuel Huntington. Me hice muy amigo de Jorge Domínguez, el brillante experto en Cuba, quien llegaría a ser vice-decano de asuntos internacionales de la universidad. La vida en Cambridge, entre libros, frondosos árboles y luminarias del intelecto, me llenó de inspiración y, en ocho meses, escribí un libro: “The Nationalization of the Venezuelan Oil Industry” y logré que fuese publicado por Lexington Books.  De ese libro se hicieron y vendieron dos ediciones y, por primera vez, obtuve una significativa regalía, unos $30.000, dinero con el cual nos compramos un bello auto OLDSMOBILE y pasamos dos semanas de vacaciones en Italia.

La vida en Harvard fue idílica. Me iba desde Cambridge hasta Boston, trotando al lado del rio CHARLES, pasando por MIT, la otra famosa universidad de la zona.  

Una vez, andaba por la universidad en blue jeans y me encontré con un amigo venezolano, impecablemente trajeado, quien me conocía desde PDVSA. Al verme en esa facha me preguntó, muy alarmado: “Gustavo. ¿ Qué te ha pasado”?  Y yo le dije: “Me dediqué a ser feliz”.  

No dudo que él regresaría a Venezuela diciendo que me había encontrado en Cambridge convertido en pordiosero, después de ser director de PDVSA. Sin embargo, en Harvard yo había encontrado que el éxito podía medirse, no solamente en logros de riqueza o de poder sino en términos de satisfacción espiritual.  

De manera que un gran revés en mi vida profesional terminó como un gran éxito en otros sentidos. No solo me permitió oxigenarme intelectualmente en una de las mejores universidades del mundo sino que, a los pocos meses de estar allá, con el dinero de mi liquidación de PDVSA ya transferido de Venezuela  a un  banco de USA, se presentó el viernes negro venezolano. De haber estado en PDVSA ese dinero se hubiera evaporado. Al tenerlo en dólares, se multiplicó significativamente y ello me permitió vivir dignamente.

Y es que nunca se sabe si el daño sufrido puede convertirse – por acto de serendipia -  en bendición.     

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Tremenda injusticia.

Pero la vida suele resolver estas cosas. Tu vives feliz alla y tranquilo,
y el otro en cada entrevista que le hacen en YouTube, Alejandro Marcano
y los otros periodistas, dice una cosa al mediodia y otra a las tres de
la tarde. Muy mal quedo con lo de Leopoldo Lopez, un dia dice algo y al
otro dice otra cosa. Alejandro Marcano dice que no sabe si entrevista a
la misma persona o hay un clon y se lo cambian.

Acosta.
Madrid.

Gustavo Coronel dijo...

Mi interés en este texto es resaltar que de una tragedsia personal puede salir algo benficioso ya que la vida tiene mucho de serendipia. Yo no he olvidado pero ya perdoné.

Anónimo dijo...

Fue lo mejor, luego del Viernes Negro la cosa ya empezaba a ponerse mala, no es lo mismo con dinero en US$ aguantando varios meses tranquilo que viendo esa angustiante bajada que la moneda nacional tuvo a partir del 14 de febrero de 1982 y que no ha parado desde entonces. NADIE quiere bolivita, todos quieren son Washingtons y Franklins.

Te hicieron un favor, Gus.

Anónimo dijo...

Muy interesante su relación Sr. Coronel. A mi me ocurrió algo similar, con la diferencia que afortunadamente renuncié antes del Viernes Negro de una de esas filiales después de 21 años orgullosamente laborados, y con la liquidación de prestaciones convertidas en USD nos permitió rehacer nuestras vidas fuera de Venezuela.
A pesar de haber renunciado con tristeza, en esa época ya se veía venir la tragedia que le caía encima al país y estábamos convencidos que era la mejor decisión, cómo en realidad ocurrió.

Anónimo dijo...

' ¿Anónimo 4, pero Usted renunció porque tenía una oferta mejor o sintió que el ambiente en Venezuela se estaba volviendo complicado por la inseguridad?

- Gustavo, ¿Y el general Alfonzo Ravard, qué te dijo luego de leer tu carta?

Anónimo dijo...

Renuncie básicamente por las razones que usted menciona. Primeramente por la inseguridad, lo cual me llevo a trazar un plan para irnos del país antes que se agravara la situación, y luego comencé con solicitar ofertas para conseguir trabajo antes de renunciar.

Tuve la buena fortuna de recibir una buena oferta basada en mi experiencia técnica y profesional adquirida en la Industria petrolera en Venezuela, por lo cual se me facilitó para tomar la decision de renunciar e irme con la familia para comenzar nuestra nueva vida en otras tierras.

Anónimo dijo...

Hizo bien anónimo 4, ya la cosa estaba escalando hacia esto de ahora, y creo que hasta más o menos el octubre del 88, cuando el famoso episodio de los tanques rodeando a Consalvi, la situación empeoraba a pasos agigantados.

A raíz de aquella "noche de los tanques", Reinaldo Leandro Mora dijo que, visto tal hervidero, daba igual quién ganara. Los militares iban a hacer todo lo posible porque ese individuo no entregara en el 94.

Ese hecho no fue investigado, se dice que la orden de dejar todo así fue del nunca bien ponderado Ochoa Antich, casualmente el ministro que "enfrentó" a Chávez el 4F92, a quién previamente había puesto al frente del batallón con mayor poder de fuego de la Nación, el batallón José Leonardo Chirinos, luego de que el general Héinz Azpúrua lo detuvo por comprobarle planes de conspiración.

Sólo en Venezuela, amigos.

Anónimo dijo...

Los negociadores opositores con el gobierno necesitan que gente como Coronel se mantenga en el exilio, tener a una persona como Coronel en PDVSA no era lo que le convenia al establishment copeyano y por eso es que el individuo de marras lo saca.

Aprovecho para decir que si gente como Gustavo, no Gustavo, sino gente con las agallas suficientes, estuviesen dentro de Venezuela, no les resultaba tan sencillo ir a cada rato a sentarse a hablar con el comunismo para seguir disfrutando ser los "opositores".

Un cuarto de siglo en esto y el ciclo no cambia, calle, protestas, salen los mismos de siempre a apaciguar y luego a sentarse a negociar para ver si les lanzan nuevas migajas. Los mercaderes.

Gustavo Coronel dijo...

El General Alfonzo Ravard se manifestó muy apesumbrado en privado pero me dijo que la decisión era política, a nivel del ministro y que él no podía oponerse. Eso le hubiera costado el empleo. De todas formas, el general no duró mucho más en su posición, porque ya la política jugaba un papel más y más importante en PDVSA. Ello se comprobó después, ya que quien remplazó al General Alfonzo fue precisamente el ministro del sector.

Unknown dijo...

Buenas tardes le escribo de la productora Mood Hunter en Colombia, estoy interesada en hablar con usted para una posible participación en un documental de los años 80 venezolanos.