******OJALÁ VENGAN OTROS VOLUMENES.
Hemos terminado de leer las “Memorias de Ida y Vuelta”, del escritor y político venezolano Ramón Escovar Salom. Este es un volúmen bienvenido en nuestro país, porque los hombres públicos venezolanos no escriben. Con excepción de Pocaterra, Gil Fortoul, Betancourt y otros pocos, así como Escovar Salom ahora, nuestros políticos se van para su casa y se empantuflan, unos a disfrutar tranquilamente de sus bienes mal habidos, los cuáles blanquean en pocos años, y otros a vivir tranquilos con la satisfacción del deber cumplido honestamente. Muy de vez en cuando algunos de nuestros hombres públicos honestos se entusiasma y escribe algo. Este es el caso de Ramón Escovar Salom.
Debo confesar que el volúmen parece ir un tanto de más a menos, a medida que se desarrolla. Todo está muy bien escrito, quizá un poco apresuradamente escrito, aparentemente porque el autor sintió quebrantos de salud y temió no poner terminarlo a menos que se apresurara. Pero a medida que transcurren las memorias parecería que el autor se va haciendo más y más cauteloso, resistiéndose a nombrar nombres de actores quienes todavía estén vivos. Ello va convirtiéndo el volumen en lo que Betancourt llamaba un arroz con pollo sin pollo, porque una buena porción del valor de unas memorias es conocer exactamente que se hizo, quien lo hizo y por qué lo hizo.
Los capítulos iniciales son sumamente interesantes, los dedicados a la niñez y a la adolescencia, ya que ellos pintan una Venezuela de la cuál ya pocos se ocupan. Para quienes estamos cronologicamente un poco atrás, pero no tanto, de RES, es placentero leer sobre la Caracas, la Barquisimeto y la Venezuela de los años 30 y 40, así como son importantes las reflexiones de RES sobre la vida en la provincia y en la ciudad y sobre lo que sería, según el autor, la ciudad deseable.
Pero en esta etapa de su desarrollo el volúmen comienza a vacilar entre ser memoria o ser ensayo. Hubiera preferido la memoria al ensayo, no porque RES no sea un excelente ensayista sino porque de eso tenemos bastante más que lo que tenemos de memorias.
El período que va de 1940 a la caída de Pérez Jiménez es dedicado por el autor, esencialmente, a un recuento de sus viajes. De allí en adelante entra en su etapa de hombre público propiamente dicho, con la fundación del MPR, su entrada a la campaña de Uslar Pietri y su incorporación al FND como secretario general, así como su posterior participación en el gobierno de ancha base del Presidente Leoni. Pero aún en esta etapa predomina el ensayista sobre el autor de una memoria. No hay intimidad con los procesos políticos en los cuáles RES participa. Hay comentarios valiosos pero que parecen, más bien, producidos por un analista externo a los hechos. No es que sean deleznables sino que, simplemente, el lector esperaba más contenido personal, inclusive anecdótico, ese que puede producir solamente quien está allí, en el momento. José Giacopini Zárraga era muy bueno en eso pero nunca lo escribió sino que lo contaba con mucha gracia. Lamento no haberle grabado las decenas de horas que tuve el placer de escucharle. A través de esta manera de escribir para la historia el lector puede acercarse al personaje descrito, puede casi imaginar que estuvo hablando con él. Esto es algo de lo que he echado de menos en el valioso volúmen de RES.
Su tratamiento de lo sucedido durante la presidencia de CAP, su relación con CAP, sus problemas con Blanca Ibáñez, si están descritos en mucho mayor detalle, no así el evento más importante de su carrera pública, la acusación que terminó con la carrera política del Presidente Pérez. Ello hubiera sido también importante, tener esos detalles descritos por uno de los dos protagonistas del evento. Creo que este evento, con todo lo triste que debe haber sido para el Presidente Pérez, como el lo confesó; “Hubiera preferido otra muerte”, debe figurar en un lugar prominente en nuestros textos de pedagogía política, si es que ellos existen. Mucho se ha dicho posteriormente sobre la incongruencia de expulsar de la presidencia a CAP por una suma infinitamente menor a la que ha despilfarrado o robado el actual régimen, pero quienes nos hemos ocupado del tema de la corrupción en la función pública no podemos ver diferencia cualtitativa alguna entre la incorrecta utilización de un poquito y la incorrecta utilización de lo bastante. Siempre tuve simpatía personal por el Presidente Pérez, a quien le debo distinciones, pero siempre he sentido la necesidad de separar lo personal de lo institucional.
Sospecho que RES, hacia el final de su volúmen, comenzó a darse cuenta de dos cosas: primero, que, a Dios gracias, seguía bien de salud y, segundo, que a lo mejor tenía que ponerle más pollo al arroz. Y entonces nos avisó, nos prometió un segundo volúmen. Ello nos alegra porque hemos disfrutado mucho del primero, el cuál pudiera quizás definirse como un striptease parcial, del tipo que promete más de lo que muestra.
RES luce bien, vigoroso, en la foto que adorna el volumen. Sus ojos brillan detrás de los elegantes lentes al aire. Está en mangas de camisa, es decir, presto al trabajo intelectual que ha sido una parte tan importante de su vida. Llegar a los 81 años así, tan bien, es algo que debe agradecerse a los genes y a la vida al aire libre que siempre ha cultivado.
Esperamos el segundo volúmen con la anticipación de cuando estábamos en el cine, en nuestra niñez de Los Teques, viendo la serie del Avispón verde y le decíamos al vecino: “Ahora viene lo bueno!”.
Hemos terminado de leer las “Memorias de Ida y Vuelta”, del escritor y político venezolano Ramón Escovar Salom. Este es un volúmen bienvenido en nuestro país, porque los hombres públicos venezolanos no escriben. Con excepción de Pocaterra, Gil Fortoul, Betancourt y otros pocos, así como Escovar Salom ahora, nuestros políticos se van para su casa y se empantuflan, unos a disfrutar tranquilamente de sus bienes mal habidos, los cuáles blanquean en pocos años, y otros a vivir tranquilos con la satisfacción del deber cumplido honestamente. Muy de vez en cuando algunos de nuestros hombres públicos honestos se entusiasma y escribe algo. Este es el caso de Ramón Escovar Salom.
Debo confesar que el volúmen parece ir un tanto de más a menos, a medida que se desarrolla. Todo está muy bien escrito, quizá un poco apresuradamente escrito, aparentemente porque el autor sintió quebrantos de salud y temió no poner terminarlo a menos que se apresurara. Pero a medida que transcurren las memorias parecería que el autor se va haciendo más y más cauteloso, resistiéndose a nombrar nombres de actores quienes todavía estén vivos. Ello va convirtiéndo el volumen en lo que Betancourt llamaba un arroz con pollo sin pollo, porque una buena porción del valor de unas memorias es conocer exactamente que se hizo, quien lo hizo y por qué lo hizo.
Los capítulos iniciales son sumamente interesantes, los dedicados a la niñez y a la adolescencia, ya que ellos pintan una Venezuela de la cuál ya pocos se ocupan. Para quienes estamos cronologicamente un poco atrás, pero no tanto, de RES, es placentero leer sobre la Caracas, la Barquisimeto y la Venezuela de los años 30 y 40, así como son importantes las reflexiones de RES sobre la vida en la provincia y en la ciudad y sobre lo que sería, según el autor, la ciudad deseable.
Pero en esta etapa de su desarrollo el volúmen comienza a vacilar entre ser memoria o ser ensayo. Hubiera preferido la memoria al ensayo, no porque RES no sea un excelente ensayista sino porque de eso tenemos bastante más que lo que tenemos de memorias.
El período que va de 1940 a la caída de Pérez Jiménez es dedicado por el autor, esencialmente, a un recuento de sus viajes. De allí en adelante entra en su etapa de hombre público propiamente dicho, con la fundación del MPR, su entrada a la campaña de Uslar Pietri y su incorporación al FND como secretario general, así como su posterior participación en el gobierno de ancha base del Presidente Leoni. Pero aún en esta etapa predomina el ensayista sobre el autor de una memoria. No hay intimidad con los procesos políticos en los cuáles RES participa. Hay comentarios valiosos pero que parecen, más bien, producidos por un analista externo a los hechos. No es que sean deleznables sino que, simplemente, el lector esperaba más contenido personal, inclusive anecdótico, ese que puede producir solamente quien está allí, en el momento. José Giacopini Zárraga era muy bueno en eso pero nunca lo escribió sino que lo contaba con mucha gracia. Lamento no haberle grabado las decenas de horas que tuve el placer de escucharle. A través de esta manera de escribir para la historia el lector puede acercarse al personaje descrito, puede casi imaginar que estuvo hablando con él. Esto es algo de lo que he echado de menos en el valioso volúmen de RES.
Su tratamiento de lo sucedido durante la presidencia de CAP, su relación con CAP, sus problemas con Blanca Ibáñez, si están descritos en mucho mayor detalle, no así el evento más importante de su carrera pública, la acusación que terminó con la carrera política del Presidente Pérez. Ello hubiera sido también importante, tener esos detalles descritos por uno de los dos protagonistas del evento. Creo que este evento, con todo lo triste que debe haber sido para el Presidente Pérez, como el lo confesó; “Hubiera preferido otra muerte”, debe figurar en un lugar prominente en nuestros textos de pedagogía política, si es que ellos existen. Mucho se ha dicho posteriormente sobre la incongruencia de expulsar de la presidencia a CAP por una suma infinitamente menor a la que ha despilfarrado o robado el actual régimen, pero quienes nos hemos ocupado del tema de la corrupción en la función pública no podemos ver diferencia cualtitativa alguna entre la incorrecta utilización de un poquito y la incorrecta utilización de lo bastante. Siempre tuve simpatía personal por el Presidente Pérez, a quien le debo distinciones, pero siempre he sentido la necesidad de separar lo personal de lo institucional.
Sospecho que RES, hacia el final de su volúmen, comenzó a darse cuenta de dos cosas: primero, que, a Dios gracias, seguía bien de salud y, segundo, que a lo mejor tenía que ponerle más pollo al arroz. Y entonces nos avisó, nos prometió un segundo volúmen. Ello nos alegra porque hemos disfrutado mucho del primero, el cuál pudiera quizás definirse como un striptease parcial, del tipo que promete más de lo que muestra.
RES luce bien, vigoroso, en la foto que adorna el volumen. Sus ojos brillan detrás de los elegantes lentes al aire. Está en mangas de camisa, es decir, presto al trabajo intelectual que ha sido una parte tan importante de su vida. Llegar a los 81 años así, tan bien, es algo que debe agradecerse a los genes y a la vida al aire libre que siempre ha cultivado.
Esperamos el segundo volúmen con la anticipación de cuando estábamos en el cine, en nuestra niñez de Los Teques, viendo la serie del Avispón verde y le decíamos al vecino: “Ahora viene lo bueno!”.
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