El mundo exterior está reaccionando frente a la narco-dictadura de Maduro
con más decisión que la sociedad civil venezolana. Esta sociedad civil ha
dejado por demasiado tiempo en manos de la Mesa de la Unidad Democrática la
implantación de estrategias para la restauración de la democracia en el país.
Esta organización, a la cual le hemos dado mucho apoyo en el pasado, está hoy
sin brújula, carcomida internamente por la mediocridad y los falsos liderazgos.
Es evidente que no responde a las necesidades de la hora en el país. En Venezuela
existe una dictadura corrupta e ineficiente, la cual ha sumido al país en el
caos. Ya no se trata solamente de la victimización de minorías disidentes sino
que se trata de toda una nación humillada, golpeada, por un régimen de narcotraficantes
y ladrones. Una sociedad civil con sangre en las venas ya hubiera tratado de
sacar a empujones a estos delincuentes del poder. El liderazgo que la oposición
democrática ha tenido en los últimos meses ha estado en silencio o, peor, ha
llamado melosamente a un diálogo que solo serviría para oxigenar a la narco-dictadura.
Los facilitadores de este diálogo, pagados por Maduro, han encontrado aliados
en la misma Mesa de Unidad Democrática: Timoteo Zambrano, Manuel Rosales, Henri
Falcón y otros, quienes – con buena o mala intención – han estado efectivamente
sosteniendo la dictadura.
La oposición verdadera está hoy en manos de Leopoldo López, Antonio Ledezma,
María Corina Machado, Enrique Aristeguieta Gramcko, Diego Arria y venezolanos quienes están convencidos
de que la resistencia civil a la narco- dictadura, si bien no representa una
garantía absoluta de victoria, al menos si representa la única postura digna
que debe tener un pueblo acogotado por una pandilla de miserables.
Las humillaciones y los asaltos a la dignidad venezolana por parte del
narco-régimen han llegado a extremos que ningún venezolano digno debe seguir
soportando. La resignación tiene que dar paso a la resistencia activa. La
sociedad civil venezolana debe llamar a sus integrantes a resistir, a la calle, y debe iniciar los intentos de
lograr que sus miembros: los colegios profesionales, los maestros, los
estudiantes, los empresarios, los sindicatos, los partidos políticos, todas las
organizaciones cívicas, con la Asamblea Nacional al frente, vayan a una protesta sostenida en el tiempo,
la cual incluya, si es necesaria, una huelga general.
En la región se están dando pasos cada vez más decididos para aislar y
sancionar a la narco-dictadura venezolana pero estos pasos deben encontrar un
eco interno en el país. Somos nosotros los agraviados, no son los países de la
región. Por mucho tiempo nos hemos quejado del silencio de esos países y hemos
alegado que ese silencio nos dejaba indefensos ante la narco-dictadura. Ahora
que los países se están moviendo con decisión en nuestro apoyo no podemos
quedarnos de brazos cruzados internamente.
Las fuerzas cívicas deben manifestarse en Venezuela. Los comunicados
grupales o individuales deben dar paso a un comunicado de la Sociedad Civil,
como un todo, en el cual se manifieste la decisión del país de colocarse en
rebeldía en contra del narco-régimen. Si el prostituido ejército venezolano
tratara de reprimir al pueblo debería llegarse a una intervención regional para
evitarlo y para llevar a quienes traten de usar la fuerza armada contra los venezolanos
a prisión. La pretensión del títere cubano, Nicolás Maduro, de que él representa
al país y de que las sanciones en su contra y en contra de sus
narco-colaboradores son sanciones contra el país, son un insulto a la inteligencia
de la comunidad internacional y de la sociedad civil venezolana.
Es la hora de actuar conjuntamente, desde adentro y desde afuera, en contra
del narco-régimen chavista.
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