jueves, 10 de septiembre de 2020

 

    CON LA PANDEMIA: EL REGRESO DE LA 


                                                       En él Los Teques de la primera mitad del siglo XX las casas se apretaban, unas contra las otras a lo largo de las calles del pueblo.  La puerta principal estaba casi siempre semi-abierta para dejar ver al zaguán, vestíbulo que conectaba la calle con la casa. El piso y sus paredes, al menos del suelo hasta la mitad, eran de mosaicos, un símbolo de estatus.  Algunos zaguanes terminaban con una media puerta que daba a la casa como tal, la cual generalmente tenía un corredor que le daba la vuelta al patio lleno de flores y alrededor del cual estaban las habitaciones.  Luego podía o no existir un sitio para el comedor formal, mientras que la cocina estaba hacia el fondo y, aún más atrás, se encontraba el corral, con árboles de guayaba, naranjas y otros cítricos.  Las casas eran frescas y alegres. Montado sobre una mata de guayaba podía ver hacia las casas vecinas.

Todas las habitaciones que daban a la calle tenían ventanas. Y ellas representaban la conexión entre la casa y el mundo exterior. En algunas casas, en especial las habitadas por ancianos, las ventanas tenían celosías, generalmente hechas de madera, las cuales hacían difícil ver hacia adentro desde la calle pero permitía a la gente de la casa ver hacia afuera.

En mi niñez pasaba presuroso por las casas que tenían ventanas con celosías porque me imaginaba que detrás de ellas existían seres monstruosos que comían niños. Es ahora, cuando tengo 87 años, que comprendo que detrás de esas celosías se hallaban ancianos ansiosos de ver hacia el mundo exterior sin ser vistos, porque esa era una época en la cual la ancianidad cesaba de tener vida social. No eran enviados a un incinerador tipo Auschwitz pero, para todo efecto práctico,  habían dejado de existir.

En casas donde había jóvenes  las ventanas eran el sitio clave para ver y dejarse ver, con un “distanciamiento social” impuesto por las estrictas reglas de la época. Ver pero no tocar. Allí se acomodaban las jóvenes para poder hablar fugazmente con sus enamorados o para escuchar una que otra serenata.

La novela  IFIGENIA de Teresa de la Parra tiene algunas referencias sobre el papel de la ventana como área de contacto entre el mundo privado y el mundo exterior. Así lo dice Aura Guerrero Rodríguez en su bello ensayo: “A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970)”:

“El mundo femenino es en Ifigenia un mundo de interiores, no sólo los de la vida interior, sino el de los espacios ocultos a la mirada pública. El mundo femenino se construye en la salita, en el patio interior, donde el rumor de cuchicheos y de faldas se confunde”.  La única apertura del cuarto cerrado de María Eugenia, su única vía de salida es una ventana que da a un patio interior. Su cuarto no da hacia la calle, y la referencia del “afuera” de ese primer nivel espacial son los naranjos y el azul del cielo que puede ver a través de las rejas. No es una apertura verdadera, no la conecta con la ciudad, ni con el exterior. La ventana en Ifigenia tiene una connotación especial. Ya es tiempo de que María Eugenia se quite el luto y se siente en la ventana” “Alrededor de la ventana se articula todo el proceso de socialización que prevalecía en los modos tradicionales de la sociedad de la época. Es la ventana también el objeto a través del cual se manifiesta el luto, disponiéndolas siempre cerradas y limitando con ello el acceso de quienes se hallan en el espacio exterior al ámbito de la intimidad”.

El Corona virus, con su protocolo de aislamiento ha hecho que la ventana recupere parte de su valor como agente de contacto entre los habitantes de la casa y el mundo exterior. En los últimos meses me he aficionado a ver por las ventanas de mi apartamento como método de distracción de mi “casa por cárcel” que me ayuda a mitigar la soledad. Veo hacia afuera, los árboles, los edificios, la gente que camina con o sin sus perros, el camión de bomberos que pasa aullando a responder una emergencia, la ambulancia que entra al complejo habitacional y que seguramente viene a buscar a algún anciano, ya que este complejo donde vivo tiene una alta población de residentes de la tercera y cuarta edades.

Para muchos las ventanas de las casas se han convertido en sitios de encuentro con familiares, con novios y novias, con amigos. Un matrimonio estadounidense que lleva 60 años casados protagoniza un emotivo momento en una residencia de Washington a través de la ventana. En Nueva York una esposa de 88 años, ayudada por su bastón, se acerca a la ventana del asilo donde está su esposo, para verlo y cambiar un beso con él. En Carolina del Norte, un anciano de 87 años  se siente conmovido cuando su nieta de 21 años aparece en su ventana anunciando su compromiso. La joven le señala su anillo y le dije: “¡mira, estoy comprometida!' Y él responde, 'ah, bueno, ¿cuándo es la boda?'. Al saber que es en seis meses, se pone triste porque no está seguro de poder asistir.

Los enamorados, los amigos ponen sus manos contra la ventana mientras que el que está adentro coloca la suya. Ese gesto de intimidad y amor vale hoy por todos los abrazos. Se permite llorar y musitar: “Te amo”.

En la Venezuela del siglo XVIII la ventana era protagonista. Así lo explica un viajero austríaco, Carl Sachs: “De acuerdo con el clima, todas las ventanas están previstas no de cancelas o de vidrieras, sino únicamente de rejas, que sobresalen hacia la calle de atrás de cada reja hay dentro de la sala dos asientos fijos hechos en la pared. Aquí, se sienta, pues, por la tarde el bello sexo, en escogido tocado, para gozar del fresco de esa hora, criticar a los que pasan y ser admiradas ellas mismas. Por ningún aspecto se toma a mal que el lento transeúnte se detenga un momento a gozar de la vista del hermoso cuadro frente a la ventana que le sirve de marco”.  

 

En IFIGENIA la autora dice: “Ya es tiempo de que María Eugenia se quite el luto y se siente en la ventana”. Para el ritual existen accesorios: la alfombrita y los cojines. En la ventana se “está”, permanece la gente y se hacen cosas. No es sólo un umbral que separa, sino que por el contrario es una vía de acceso limitado al espacio público. Alrededor de la ventana se articula todo el proceso de socialización que prevalecía en los modos tradicionales de la sociedad de Abuelita. Es la ventana también el objeto a través del cual se manifiesta el luto, disponiéndolas siempre cerradas y limitando con ello el acceso de quienes se hallan en el espacio exterior al ámbito de la intimidad”.

La ventana regresa a jugar un papel de primera línea como bisagra entre el mundo de la intimidad y el necesario mundo de la convivencia social.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Así enamoré yo a mi esposa amigo Gustavo, me costó chaperones y otros pretendientes pero la tercia al final eligió a este que te escribe. Quisiera uno volver a esas épocas más tranquilas, mejores. ¿Será que uno en verdad vuelve, como dicen en la India? Servidor y amigo,
Humberto Acosta
Valencia, Venezuela.

Anónimo dijo...

El "estilo" Español de las casas apareadas coloniales, tenían más aislamiento sonoro lateral en las paredes comunes. Los barrotes/rejas eran de mucho trabajo al horno y hierro acerado al rojo para los diferentes moldeamientos, torneados y puntas.

El zaguán es algo sin igual, siendo un sitio para seguridad intermedia al poco privado frente y acera o calle. Servía también para resguardarse mientras se accesaba la casa o de revisar por ventanillas el o los visitantes.

Llegué a ver en un sitio muy concurrido, el patio central con techo abierto enrrejado. Seguro que habían "gatos" en los tejados!

Este patio central daba mucha frescura y lugar para muchas plantas y matas. Además de las tejas y su función aislante.

No recuerdo haber visto alguna casa de este estilo apareado con patio trasero.

Puertas enrrejadas y no de madera, sucedió posteriormente en la época más moderna.

Ya para mis años juveniles, no era común abrir toda la ventana del frente a la calle. Ya se usaba ventanillas. Mas que todo si era de una habitación y no una sala.

Pero si recuerdo en algunos lugares esa ventana del frente con sólo barrotes de madera y puertas casi siempre dobles de madera.

Qué de cosas amigos!

Enfatizo que no tener una ventana y vista al cielo, es muy deprimente.





Anónimo dijo...

Bellos recuerdos de una época más sencilla. Era un mundo distinto.