lunes, 4 de septiembre de 2023

PINTORES HOLANDESES DEL SIGLO XVII, LA BELLEZA DE LA SENCILLEZ

 

                                                  Retrato, Frans Hals, en el Mauritshuis

El año 1960 fue muy especial para mí .  En enero de ese año me casé con Marianela Criollo,  con quien tendría un feliz matrimonio por 62 años, hasta que la muerte nos separó. Casi inmediatamente después de casados la empresa SHELL me envió a La Haya, Holanda, a formarme como geólogo regional, esa especialidad que es a la geología petrolera  lo que el internista es a la medicina, es decir, aquél quien toma todos los datos geológicos y geofísicos de una zona dada y los integra a fin de evaluarla desde el punto de vista de sus potenciales recursos petrolíferos.

Marianela y yo pasamos un poco más de un año en La Haya, lo cual fue profesionalmente maravilloso para mí y representó una extraordinaria luna de miel de larga duración para un par de jóvenes venezolanos en la Europa de aquellos años, aun resentida de los horrores de la segunda guerra mundial. Compramos un pequeño REANULT Dauphine y cada fin de semana hacíamos viajes a localidades cercanas, tanto en Holanda como en Bélgica, Alemania o hasta Francia y Escocia, si teníamos más días disponibles. Durante ese maravilloso año en La Haya descubrimos los tesoros de la comida indonesia, especialmente el gran banquete llamado Rijstaffel,  en restaurantes de la Haya tales como el Tempat Senang (aún existe), el BALI o el GARUDA.  Descubrimos los arenques y el Oude Genever. Paseamos por Scheveningen y por los bosques de Wassenaar. Llegamos a admirar y a querer ese bello país, lleno de gente trabajadora y culta. Vivíamos en un apartamento de la calle Aronskelkeweg número 18, el cual compartíamos con el bondadoso fantasma del dueño, a quien veíamos pasar fugazmente por la sala de vez en cuando.

Quizás lo que más me impresionó de La Haya y de Holanda fueron los museos que alojaban las obras de arte de sus pintores del siglo XVII, la llamada edad de oro del arte holandés: Rembrandt, Frans Hals,  Veermer, Ruisdael y muchos otros. El impacto que me causó ver estas obras maestras cambió mi apreciación por el arte pictórico, tibio hasta ese momento. La grandeza de las obras de Rembrandt como La lección de Anatomía, la gente del pueblo pintada por Frans Hals, las escenas domésticas de Jan Veermer, los sombríos y poderosos paisajes de Ruisdael me cautivaron y me sentí fascinado por la hermosa sencillez  de los cuadros de pequeño tamaño, naturalezas muertas y retratos.

EL MUSEO MAURITSHUIS

Rápidamente descubrimos una joya en el centro de la ciudad, el museo llamado MAURITSHUIS, muy compacto  en comparación con el Rijks Museum (Ámsterdam)  que alojaba innumerables tesoros de la pintura holandesa del siglo XVII. En ese pequeño museo encontramos todos los grandes maestros de la pintura holandesa del siglo XVII,  pero también encontramos  obras de pintores de la misma época menos conocidos, quienes cultivaban una pintura minimalista, sencilla y, debido a esa sencillez, de una sublime belleza. Casi a la entrada del MAURITSHUIS encontramos un pequeño cuadro que muestra un jilguero, Es un cuadro de una espartana sencillez que nunca he podido olvidar.

 


El museo MAURITSHUIS, en el centro de la ciudad de La Haya


                                               El Jilguero, Carl Fabritius, 1654

Este cuadro es uno de los pocos que se conocen de este pintor, quien murió víctima de una explosión accidental ocurrida en Delft en Octubre de 1654, el mismo año en el cual pintó esta obra de arte. Fabritius fue sacado de los escombros  de su casa todavía con vida pero murió poco después, a los 33 años. Todas sus obras fueron destruidas por la explosión. De esa misma explosión se salvó el insigne maestro Jan Vermeer, el autor de la Joven con zarcillo de perlas.

ADRIAN COORTE

En el cuarto 11 del museo pudimos ver varias  naturalezas muertas del pintor Adrián Coorte, quien se especializó en pequeñas y exquisitas  obras maestras, con frutas, vegetales y mariposas que representan, en mi criterio, la más absoluta belleza, la belleza de la sencillez.

Por ejemplo:

 

 



 

Y otras maravillas:

 


Fresas



Durazno con Mariposa y caracol

En ese año que pasamos en Holanda, cuando teníamos 23 y 25 años respectivamente, Marianela y yo comenzamos nuestro largo y  maravilloso viaje. Haber pasado ese año en La Haya nos abrió nuestras mentes, aprendimos a disfrutar de la naturaleza, a apreciar la belleza de la sencillez y la austeridad y ética de trabajo del pueblo holandés. Fue un año de deleite para nuestros cuerpos y nuestras almas. Lo único que no logré hacer fue aprender a andar en bicicleta.

A nuestro regreso a Maracaibo nació en la bendita tierra zuliana nuestro primer hijo, gestado cerca del mar de Scheveningen, en  la felicidad generada por nuestra maravillosa experiencia holandesa.  


1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerdo las Rookworst con cerveza y pan negro (de centeno). En Holanda yo viviría encantado de la vida.

Señor Abdo.
Uruguay.