*** ¿Utopía o solución posible?
*** He consultado esta idea con dos
amigos: uno me dijo que era totalmente impráctica. El otro guardó silencio. Ello
me lleva a creer que es posible.
El Principio de Bernoulli se deriva de
la segunda Ley del Movimiento de Isaac Newton. Trata de flujos de una región de
alta presión hacia una región de menor presión, proceso inevitable ya que hay
más presión empujando el movimiento que tratando de detenerlo. Si las condiciones persisten el flujo aumenta
su tasa de aceleración.
El Muro es como una gran falla geológica
Esto es exactamente lo que sucede, en el
plano humano, con los fenómenos de migración. Los seres humanos migrarán
inevitablemente de una zona de alta presión (hambre, desempleo, inseguridad,
dictaduras) a una zona de menor presión (empleo, alimentación, mayor seguridad
personal, libertad). Ello explica por qué Inglaterra está hoy llena de nativos
de países del “Commonwealth”, porque Alemania está llena de inmigrantes del
Medio Oriente y porque los Estados Unidos se encuentran bajo constante presión de la migración ilegal desde
Centro América y México. En este último caso, el fenómeno es realmente uno solo,
porque quienes llegan a las fronteras con USA desde Centro América deben
hacerlo a través de México. Este es un fenómeno que obedece a una ley social
muy similar a las leyes de la física. La gente se desplaza de regiones donde
las condiciones de vida son precarias hacia las regiones que ofrecen mejor calidad
de vida.
Por esta razón las ideas que apuntan a
una solución consistente en barreras físicas, como el muro que parcialmente
construyó el ex- Presidente Trump, no tienen muchas posibilidades de éxito. No
solo representan medidas costosas sino que promueven sentimientos de xenofobia
que terminan por agudizar el problema,
Por otro lado, lo que parecería la solución
obvia, esa de mejorar las condiciones de vida en los países de origen de los emigrantes,
está muy lejos de llevarse a cabo. Aunque los Estados Unidos ha tratado de
hacerlo mediante programas de ayuda económica que han sido, en ocasiones,
masivos, tales como el de la Alianza para el Progreso, de la administración
Kennedy, en el cual se destinaron $20.000 millones para la región, ellos no han
logrado una mejora significativa en las condiciones de vida de la región. El
problema con estas ayudas es que han sido motorizadas, en gran medida, por estrategias
de hegemonía política, frecuentemente destinadas a poner coto a lo que se percibía como amenazas
del comunismo en la región. Mucha de la ayuda económica se quedó en los bolsillos
de los “aliados” ideológicos de los Estados Unidos. Algunas administraciones
han utilizado la amenaza de eliminar ayudas económicas si los países recipientes
no cumplían con sus deseos en lo político.
Entre
1946 y 1980, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua
recibieron importantes aportes de la “Alianza para el Progreso”, iniciada en
1961. Ver: La ayuda
norteamericana en Centroamérica, 1980- 1992 (ucm.es). Según este documento, entre
1980 y 1990 Estados Unidos canalizó
hacia Centroamérica, a través de diversas fuentes oficiales, 8.446 millones de
dólares en ayuda bilateral. Algunos países del área, como El Salvador, llegaron
a recibir en los años centrales de la década, hasta 1.5 millones de dólares diarios.
En 1989-1990 cuatro países centroamericanos se encontraban entre los once
primeros receptores de ayuda de Estados Unidos. El Salvador había llegado a ser
el cuarto receptor mundial en términos absolutos y se encontraba por delante de
Filipinas, Bangladesh y la India.
Estas
sumas de dinero han sido muy importantes pero, ¿adónde han ido a parar? Mucho
del dinero fue destinado a gastos de naturaleza militar y política, orientado a
combatir grupos políticos de izquierda y hasta a promover remplazos violentos del
máximo liderazgo en países no alineados con los Estados Unidos. Las cantidades de
dinero orientadas a mejorar la calidad de vida de los habitantes y a la creación
de fuentes de trabajo local fueron menores. Durante la década de 1980 el PBI de
Nicaragua descendió en un 41%, el de Guatemala y Honduras un 15-18%, el de
Costa Rica un 5%. La pobreza aumentó hasta afectar, a mediados de esa década, al
72% de la población de esos países. El documento arriba citado dice: “El
endeudamiento externo centroamericano llegó a ser de 8.500 millones de dólares
al principio de la década, y continuó aumentando hasta alcanzar unos 22.000
millones de dólares en 1990, lo que significó entre el 75 y el 80% del PIB
total de la región. Entre 1984 y 1988, el servicio de la deuda representó la
mitad de las exportaciones del istmo. Centroamérica se encontró, por todo ello,
en una crónica crisis de insolvencia”.
La moral de esta historia parece ser que,
sin un alivio de la presión migratoria de los países de Centro América y México
hacia los Estados Unidos, no valen muros, amenazas de corte de ayuda o ayudas
atadas a condiciones de naturaleza política.
Entonces, ¿qué hacer?
Hay enfermedades que son incurables y
este fenómeno de la migración podría ser una de ellas. Sin embargo, podría ser
posible pensar “out of the box” y combinar diferentes soluciones parciales que
pudiesen bajar la presión en la frontera entre México y USA. Dos que podrían
tratarse en paralelo serían:
Una, programas enfocados con precisión quirúrgica
a aliviar el desempleo en regiones especialmente afectadas por este problema en
Centro América y México. Estos programas serían manejados por empresas mixtas
entre los Estados Unidos y los países donde los programas se lleven a cabo y
podrían combinarse con educación ciudadana que enseñase a los habitantes a ser
emprendedores.
Dos, Algo
inédito, nunca puesto en práctica, sería establecer una zona o zonas de amortiguación (Buffer Zones) entre la frontera
de los Estados Unidos y México, en la cual se establezcan territorios
intermedios entre USA y sus vecinos al sur. Se trataría de una o más franjas de
territorio mexicano, a ser administradas de manera conjunta entre las dos naciones. En esos territorios
que pudieran llamarse PROGRAMA MEXAMERICA o algún nombre convenido entre las partes:
·
Se estructurarían zonas de administración conjunta
USA-México, en la cual la moneda que circule sea esencialmente el dólar
·
Sus habitantes tendrían la categoría de residentes MEXAMERICANOS, la
cual les permitiría trabajar en ese territorio, ganar en la moneda del
territorio y disfrutar de las condiciones de vida que ese territorio les
ofrezca, las cuales serían fundamentales afines a las ofrecidas en territorio estadounidense.
No estarían en México pero tampoco estarían en los estados Unidos.
·
Existiría un sistema de administración comercial y
financiero en línea con las normas y costumbres (filosofía gerencial)
existentes en los Estados Unidos, con disposiciones especiales para promover la
instalación de factorías de la más diversa naturaleza, a fin de estimular la
inversión industrial en cada zona de amortiguación. Las garantías sociales y
los deberes predominantes para los habitantes serían los existentes en USA para
sus ciudadanos,
Se trataría de territorios en el cual
los habitantes pudieran sentirse en un nuevo ambiente social y económico,
pudieran sentirse escapados del foso del atraso, la miseria y la inseguridad,
para sentirse miembros de una sociedad nueva que les permite su libre
desarrollo. Se sentirían en los Estados Unidos sin haberse ido de México.
¿Cuán grandes serían estas zonas de amortiguación?
Pueden ser pequeñas al principio y, a
medida que se van estableciendo industrias, en esa misma medida pueden extenderse.
Al principio pueden ser territorios pilotos, de digamos, no más de unos 200 a
1500 kilómetros cuadrados, el cual es el tamaño de Rhode Island, estado de un
millón de habitantes. Dependiendo de su éxito, pudiesen llegar a ser de unos 40.000 kilómetros cuadrados, con
una densidad de población de unos 300 habitantes por kilómetros cuadrado,
similar a estados de mediana densidad de población en USA, albergando a unos 12 millones de habitantes.
Los residentes de estas zonas de amortiguación
serían seleccionados en base a sus habilidades para el trabajo y sus antecedentes
ciudadanos. Sus administradores pagarían a México un arrendamiento por el
territorio, a ser convenido entre las partes y los accionistas de la empresa
administradora serían los gobiernos de ambos países. La población de este nuevo
territorio sería, idealmente, un 50% mexicana de origen y el otro 50% originario
de los países centroamericanos, en proporción a sus habitantes.
Por supuesto, un proyecto de esta naturaleza
está lleno de obstáculos de todo tipo, político, social, económico, legal. Quizás
la idea, al examinarse en profundidad, no sea factible, ya que simplemente
trasladaría el problema de un sitio a otro, dejando intacta su raíz, el cual
tiene que ver con la capacidad de los gobiernos de proveer las condiciones
adecuadas para que sus habitantes tengan una vida digna. Pero es el tipo de
alternativa digna de pensarse, si existe
la voluntad de superar obstáculos.
Estas
zonas podrían representar un efectivo alivio de la presión inmigratoria sobre los Estados Unidos, fuente de considerable
tirantez política doméstica, y, al mismo
tiempo, una alternativa para miles de seres humanos quienes buscan con ansiedad
una mejora de sus condiciones de vida. De tener éxito, se convertirían en
demostración de lo que puede hacerse, de lograr nuevas formas de vivir, a fin de ser imitados en otras partes de
región y del mundo.
No faltará quien diga que tal zona de amortiguación
representa una especie de purgatorio, antes de la entrada al cielo. Llámese
como se llame, la esencia del proyecto sería hacer de ese “purgatorio” algo
mucho más cerca del cielo y lo más alejado posible del infierno.