Se le enfrió el ducto a Hugo Chávez.
“Habrá Rafaél Ramírez pá rato en PDVSA”.
Hugo Chavez, dándole otra “buena” noticia petrolera a los venezolanos.
Ayer me comí un dulce de lechoza mientras leía las declaraciones de Hugo Chávez sobre el gasoducto del sur. Según el informe de El Universal el presidente de la república socialista y revolucionaria de Aguajestán se ha dirigido cabizbajo a la nación para informar que se le ha enfriado el gasoducto del sur. En el dialecto presidencial esta aseveración equivale a un RIP. Para el proyecto bandera de la revolución continental ya no hay esperanzas. El presidente ha dicho que ese “enfriamiento” se debe a maniobras y presiones en la región, cuyo origen y naturaleza no quizo o no pudo revelar. “No podemos obligar a nadie a aceptar el gasoducto”, aseveró. “No íba a hacer un buen negocio sino a ayudar a nuestros vecinos”, continuó, como si Venezuela fuera de él, admitiendo que el proyecto le hubiese dado cuantiosas pérdidas al país. Y rememoró el momento en el cuál se había enterado de cuanto gas tenía Venezuela. En una reunión no especificada, cuenta: “Se me acercó un funcionario Argelinoy me confesó que nosotros teníamos muchisísimo gas pero que los norteamericanos no querían que esto se supiese para ellos poder controlar nuestras riquezas”. Después de esta conversación histórica con el funcionario Argelino, aparentemente más conocedor del gas venezolano que los técnicos despedidos de PDVSA, el presidente se convenció de que el proyecto de gasoducto del sur debía ser acometido. “Analicé las matrices energéticas de América Latina” añadió, y me dí cuenta inmediata de que a la matriz le salía cañería. Decidió, pués, recordando sus promesas del dia de los enamorados, darle lo suyo a la matriz energética latinoamericana
“Le ofrecí el gasoducto primero al presidente Cardoso del Brasil”, añadió el presidente experto en lo gaseoso. Aseveró que sabía perfectamente que “no podría vender el gas a Brasil y Argentina a los precios internacionales que pagan los gringos” sino que lo vendería a la mitad del precio. Hizo gala de una cultura de crucigrama en materia de economía del gas al hablar de precios por millón de BTU’s en el Norte y en el Sur. “Si yo estuviera pensando en dinero nunca hubiera planteado el gasoducto”, dijo con voz grave. Al decir esto, seguramente no se dio cuenta de que estaba admitiendo un crimen gigantesco contra la nación venezolana: regalar sus recursos a otros países, subsidiar a otros gobiernos con riquezas que nos pertenecen a todos los venezolanos y no a él.
Lo que aparentemente no le dijo el Argelino o, si se lo dijo, Chávez no le entendió (su inglés se limita a palabras aisladas tales como donkey y mr. Danger) es lo siguiente:
Las reservas probadas de gas Venezolano requeridas para garantizar un suministro al gasoducto por 20 años o más, el tiempo mínimo para justificar la inversión, no existen. El gas natural venezolano está casi todo asociado al petróleo. Para producir más gas habría que producir más petróleo. PDVSA no tiene suficiente capacidad de producción para ello y, si la tuviera, la OPEP no permitiría que ello sucediera. En Venezuela, por el futuro previsible, no habrá suficiente gas disponible para nuestra demanda doméstica, ni taladros sufiientes para perforar nuevos pozos ni gente capacitada para manejar esos nuevos taladros ni gerentes petroleros idóneos para supervisar un esfuerzo de la magnitud requerida. Tampoco habrá recursos financieros propios suficientes para acometer este esfuerzo ni habrá inversión extranjera o tecnología como la que se requiere, ahora que las empresas multinacionales han sido tratadas como basura por el Ministro Ramírez y sus compinches, obligando a dos de las más importantes a abandonar el país.
El dinero, los 25000 millones de dólares o más, que se necesitarían para financiar la construcción de este gasoducto, no existe en PDVSA. Esta suma equivale a casi todo el monto de las reservas internacionales de Venezuela. Utilizar recursos de esta magnitud para construir un gasoducto que no daría ganancias al país, como lo admitió el presidente, es una locura de marca mayor. La locura de un presidente no es justificación ni excusa para el horrendo crimen que se cometería.
El impacto ambiental de un proyecto como este constituiría una inaceptable agresión contra la humanidad. La cuenca amazónica es el último gran reducto de verdor que queda en el planeta. Ya está expuesta a demasiados riesgos, abusos y peligros, como para agregarle una agresión de esta magnitud.
Cuando se consideran estos obstáculos al proyecto de Hugo Chávez es evidente que no han existido “maniobras misteriosas” en su contra. Esta locura, esta estupidez de marca mayor, que retrata de cuerpo entero la irresponsabilidad e ignorancia de Hugo Chávez, no podia tener aliados. Lula y Kirchner le siguieron la corriente a Chávez para ver cuanto dinero o cuantas ventajas podrían obtener, mientras los bufones de la corte petrolera celebraban alborozados el exabrupto.
El enfriamiento del ducto de Chávez representa la victoria del sentido común contra la insensatez. Por un momento los contratistas de PDVSA estuvieron eufóricos. Se imaginarán ustedes cuantas comisiones, cuanta corrupción no habría en la compra de 500.000 tubos de gran diámetro para el gasoducto, de 50 o más grandes compresores, de miles de kilómetros de carreteras de servicio destrozando el corazón del Amazonas, de estudios técnicos y financieros de varios kilos de peso sobre lo que un niño pudiera ver que es una locura. En esa orgía del gasto insensato y criminal los grandes ganadores serían los amigotes del régimen, ganancia obtenida a expensas de la miseria de nuestro pueblo.
En el enfriamiento del gasoducto no hay misterios ni maniobras. Este es solo el colapso de otra locura, de otra ruta de la empanada, de otro gallinero vertical. El gasoducto era otro insulto a la inteligencia de los venezolanos.
Pero, la culpa no es del ciego sino de quienes le dieron el garrote con “tramparencia”. Los laxantes no son suficientes para expulsar la tenia solitaria. Es necesario un vermífugo.
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