a Bernard Shaw
a Aparicio a Vizquel.
A la entrada del parque de beisból de Pittsburgh, ahora llamado PNC (el nombre de un banco), antes el Three Rivers Stadium, hay una bella estatua de Roberto Clemente (ver arriba). Clemente, nacido pobre en su nativa isla de Puerto Rico, llegó a ser uno de los íconos de una ciudad que posee una profunda tradición deportiva. El puente que lleva al stadium lleva su nombre, así como parques de recreación y escuelas de la ciudad de Pittsburgh y de otras localidades del estado de Pennsylvania. En la ciudad de San Juan, P.R. el Coliseo deportivo también lleva su nombre.
Roberto Clemente nació en 1934 y murió en un accidente de aviación en 1972, aún activo como pelotero, tratando de llevarle auxilios a las víctimas del terremoto de Managua. Para ese momento ya había acumulado méritos más que suficientes para ingresar al Hall de la Fama del beisból. Había conectado 3000 hits y su promedio de por vida era .317. Entre varios records Clemente tiene el único “Grand Slam” conectado dentro del parque, diez hits consecutivamente conectados en dos juegos y tres triples en un solo juego. La naturaleza trágica de su muerte contribuyó a que pudiese ingresar al Hall de la Fama de manera póstuma, sin que se esperaran los cinco años de rigor. 92% de los electores le dieron el voto.
Clemente fue un jugador completo: fildeando, bateando, corriendo las bases, con un poderoso brazo. Después de un primer año de dificil adaptación llegó a ser una estrella, aunque siempre pensó que su condición de latino le restaba reconocimiento. La manera como ha sido premiado por la ciudad y la región devirtúa esa percepción que tuvo el gran Roberto.
De Pittsburgh a Niagara-on-the lake hay varias horas de camino y en este pueblo de Ontario, Canada, el beisból no es el deporte favorito. Allí solo se habla de hockey. La pequeña ciudad tiene un teatro que lleva el nombre de George Bernard Shaw y allí este dramaturgo Inglés es tan famoso como lo es Clemente en Pittsburgh. Hay una bella estatua de Shaw, pequeña pero de excelente factura (ver arriba). Aunque Shaw no sabía mucho de beisból si hizo dos o tres comentarios sobre este deporte. Uno de ellos: “ La ventaja del beisból sobre el cricket es que se termina más rapido”. Otro: “ De quien era el bebé de Ruth?”, al oir hablar de Babe Ruth. Un tercer comentario: “Es sorprendente ver como los espectadores pueden hablar mientras ven el juego y como le recuerdan al bateador de turno las infidelidades de la esposa o a su progenitora, a fin de hacerle perder la concentración”.
De Niagara-on-the lake fuímos a Cooperstown, a visitar el Hall de la Fama del beisból. Allí nos encontramos con algunos viejos conocidos. Uno de ellos fue Leon Day, un pitcher negro que jugó para el “Vargas”en Caracas, en 1940. Mi padre me llevó a verlo jugar a San Agustín y nunca olvidé su nombre. Day está en Cooperstown, es ahora un inmortal del beisból. También ví allí a Luis Aparicio y Omar Vizquel ( ver arriba). Omar aún no es miembro del Hall de la Fama pero está presente por tener el record de más juegos jugados en su posición de campo corto, record que tenía, precisamente, Luis Aparicio. Sobre Luis Aparicio es poco lo que se pueda decir que no se haya dicho. Recuerdo el día que su padre Luis le entregó el guante en Maracaibo. Recuerdo sus juegos al lado del segunda base Nellie Fox, su velocidad en las bases, su gran sentido de la anticipación. Pero lo que más recuerdo de Aparicio es su impecable conducta dentro y fuera del terreno de juego. Que gran ciudadano, en un país donde esa categoría no abunda! Aparicio es una gloria de Venezuela, no solo por sus proezas deportivas sino por su impecable postura ciudadana.
Aparicio comenzó una larga línea de notables paracortos venezolanos. Luego llegaron Chico Carrasquel, David Concepción y Oswaldo Guillén, los más destacados pero también otros excelentes como Alex Gonzalez, César Gutierrez, Pompeyo Davalillo, Enzo Hernández y Alvaro Espinoza. En total, casi 20 paracortos venezolanos han actuado en las grandes ligas.
En apenas tres días de viaje asistí a un gran triple play
El gran Leon Day, 13 ganados y uno perdido en Venezuela,1940.Roberto Clemente nació en 1934 y murió en un accidente de aviación en 1972, aún activo como pelotero, tratando de llevarle auxilios a las víctimas del terremoto de Managua. Para ese momento ya había acumulado méritos más que suficientes para ingresar al Hall de la Fama del beisból. Había conectado 3000 hits y su promedio de por vida era .317. Entre varios records Clemente tiene el único “Grand Slam” conectado dentro del parque, diez hits consecutivamente conectados en dos juegos y tres triples en un solo juego. La naturaleza trágica de su muerte contribuyó a que pudiese ingresar al Hall de la Fama de manera póstuma, sin que se esperaran los cinco años de rigor. 92% de los electores le dieron el voto.
Clemente fue un jugador completo: fildeando, bateando, corriendo las bases, con un poderoso brazo. Después de un primer año de dificil adaptación llegó a ser una estrella, aunque siempre pensó que su condición de latino le restaba reconocimiento. La manera como ha sido premiado por la ciudad y la región devirtúa esa percepción que tuvo el gran Roberto.
De Pittsburgh a Niagara-on-the lake hay varias horas de camino y en este pueblo de Ontario, Canada, el beisból no es el deporte favorito. Allí solo se habla de hockey. La pequeña ciudad tiene un teatro que lleva el nombre de George Bernard Shaw y allí este dramaturgo Inglés es tan famoso como lo es Clemente en Pittsburgh. Hay una bella estatua de Shaw, pequeña pero de excelente factura (ver arriba). Aunque Shaw no sabía mucho de beisból si hizo dos o tres comentarios sobre este deporte. Uno de ellos: “ La ventaja del beisból sobre el cricket es que se termina más rapido”. Otro: “ De quien era el bebé de Ruth?”, al oir hablar de Babe Ruth. Un tercer comentario: “Es sorprendente ver como los espectadores pueden hablar mientras ven el juego y como le recuerdan al bateador de turno las infidelidades de la esposa o a su progenitora, a fin de hacerle perder la concentración”.
De Niagara-on-the lake fuímos a Cooperstown, a visitar el Hall de la Fama del beisból. Allí nos encontramos con algunos viejos conocidos. Uno de ellos fue Leon Day, un pitcher negro que jugó para el “Vargas”en Caracas, en 1940. Mi padre me llevó a verlo jugar a San Agustín y nunca olvidé su nombre. Day está en Cooperstown, es ahora un inmortal del beisból. También ví allí a Luis Aparicio y Omar Vizquel ( ver arriba). Omar aún no es miembro del Hall de la Fama pero está presente por tener el record de más juegos jugados en su posición de campo corto, record que tenía, precisamente, Luis Aparicio. Sobre Luis Aparicio es poco lo que se pueda decir que no se haya dicho. Recuerdo el día que su padre Luis le entregó el guante en Maracaibo. Recuerdo sus juegos al lado del segunda base Nellie Fox, su velocidad en las bases, su gran sentido de la anticipación. Pero lo que más recuerdo de Aparicio es su impecable conducta dentro y fuera del terreno de juego. Que gran ciudadano, en un país donde esa categoría no abunda! Aparicio es una gloria de Venezuela, no solo por sus proezas deportivas sino por su impecable postura ciudadana.
Aparicio comenzó una larga línea de notables paracortos venezolanos. Luego llegaron Chico Carrasquel, David Concepción y Oswaldo Guillén, los más destacados pero también otros excelentes como Alex Gonzalez, César Gutierrez, Pompeyo Davalillo, Enzo Hernández y Alvaro Espinoza. En total, casi 20 paracortos venezolanos han actuado en las grandes ligas.
En apenas tres días de viaje asistí a un gran triple play
de la fama: Clemente a Shaw a Aparicio a Vizquel. Y hasta tuve una ñapa de lujo: Leon Day!
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