Hay confluencias de estímulos que
nos llevan a momentos de inefable bienestar. Creo haber escrito antes sobre uno
de esos momentos, el cual experimenté hace muchos años, volando desde Houston a
Washington DC, en un vuelo de Continental
Airlines (The Proud Bird with the Golden Tail). Viajaba yo todavía en primera
clase, como correspondía a un gerente petrolero de alto nivel, el cielo estaba
azul, el avión apenas se balanceaba suavemente y por los audífonos comencé a
escuchar la octava sinfonía de Antonin Dvorak. La aeromoza me trajo una copa de
vodka Stolichnaya, aromatizada con una corteza de limón. El primer sorbo de
vodka coincidió con el tercer movimiento de esa sinfonía, el Allegretto Gracioso.
En ese momento me sentí invadido por una sensación de total felicidad. Allí, a
35000 pies de altura, rodeado del azul del cielo, con la vodka corriendo suavemente
por mi interior, llenándolo de una dulce tibieza y la maravillosa música de
Dvorak, ello generó una legión de endorfinas desde mi glándula pituitaria,
produciéndome un estado cercano a la beatitud. No recuerdo cuanto duró pero lo
importante no fue la duración sino la intensidad. Quizás minutos, que
parecieron años.
Hoy he tenido un episodio
similar, en un ambiente totalmente diferente. Ahora no fue en la primera clase
de un avión sino en la sencilla camioneta que utiliza la comunidad donde vivo
para trasladar a sus miembros, la mayoría ancianos (a los 86 años soy uno de
los más jóvenes), a los mercados y a los bancos. Hoy ha sido un día de invierno
muy extraño, con unos 17 grados centígrados, de suave brisa, muy soleado, realmente
un bello día de primavera.
Me monté en la camioneta y abrí
mi libro de bolsillo para leer un rato durante el trayecto al mercado, viaje de
unos 15 minutos. El día se veía bello por la ventana, comenzó a sonar en la
radio de la camioneta el concierto #2 de Brahms para piano y orquesta y yo comencé a leer un ensayo de Jorge Luis Borges, la
transcripción de una conferencia dictada en la Universidad de Belgrano en 1978.
En esta conferencia decía: “Cada vez
que vamos al gabinete mágico que es una biblioteca y abrimos un libro su autor
despierta… ellos esperan nuestro llamado para salir de su mudez”. Y agregaba:
“Yo sigo jugando a no ser ciego. Sigo comprando libros…. Me regalaron una
biblioteca de Brookhausen en 20 volúmenes y he sentido la presencia de esos libros
en mi casa como una felicidad”. Borges ciego sentía la presencia de los libros.
Leyendo a Borges, escuchando a Brahms,
admirando un bello cielo de primavera por la ventana tuve otro episodio de
inefable felicidad.
Cuando llegué a mi destino, al
mercado, lamenté que este viaje lleno de bellezas hubiese sido tan corto. Y aunque
no lo había planificado me compré un paquete de uvas, porque pensé que ellas
serían el complemento ideal de Brahms, Borges y el cielo azul de una primavera
anticipada.
3 comentarios:
Los dos conciertos de piano de Brahms son de mis favoritos. Personalmente prefiero el primero, pero el segundo es también especial.
Don Gustavo,las memorias son parte de la vida y poder recordar los momentos especiales es una bendición.
Saludos!
Me parece un acontecer tan aislado a 35,000 pies de altura y tan lejos de la realidad que vivio ud. que condujo a la Venezuela actual.
Mientras ud. volaba tan alto, abajo en la realidad, el sistema de gobierno y politico de Venezuela se venia abajo en sus narices!
No digo con esto de que sea responsable, sino mas bien un pasivo importante sin importancia real, para lo que financiaba y financia la Venezuela actual, en mucho o en parte.
Sin embargo no podemos obscurecer sus triunfos, con una derrota tan aparatosa de sus raices Venezolanas y origines.
Pero que siga la orquesta, mientras que sus esfuerzos se vuelvan cada vez mas inutiles e insignificantes!
Todavia me cuesta encuadrar la capacidad mental Venezolana y la politica de su pais! Y el complejo de depender de USA para todo hasta que echaron a la mayoria de Americanos tambien. Menos mal que todavia hay militares USA en Colombia!
Que viva pues Colombia, por ser despues de todo mas ejemplares y con mas estampa de toreros, y de casta, que los Venezolanos y el burdo Bolivar. Que viva Santander!
Ese mensaje de Jorgito es sencillamente ofensivo para cualquier venezolano que lo lea. Primero que no tiene idea de la situación nuestra. No vale la pena no contestarle.
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