CINCO DÍAS INOVIDABLES EN HOUSTON
EN LA BELLA CASA DE ALBERTO Y SONJA TUDELA, PREPARÁNDONOS PARA EL BARBECUE.
Acabo de regresar de una visita de cinco días a la ciudad
de Houston, mi primera salida de casa en ocho meses. Esos ocho meses fueron
duros para mí.
Mi cadena de contratiempos llevó a un viejo amigo, Alberto Tudela, a invitarme a tomarme unos
días de “vacaciones” fuera de mi ambiente.
Alberto Tudela, hermano menor de Rafael, con quien también me unió una estrecha
amistad, posee la generosidad característica
de la familia Tudela, de la cual he disfrutado por muchos años. Alberto me
había invitado varias veces a visitarlos, hasta que ya vacunado y recuperado de
mi cirugía, accedí con placer.
Alberto arregló mis pasajes, me consiguió asientos muy
buenos en los aviones y, desde que llegué al aeropuerto de Houston hasta que
salí de regreso, arregló todo lo necesario para que yo me sintiese un invitado
especial en la capital petrolera del mundo. Desde que llegué a su hogar, fui
objeto de atenciones continuas por su parte, su esposa Sonja, por sus hijos y nietos,
quienes viven cerca de ellos. En la casa
de Alberto y Sonja me sentí rodeado de belleza y cordialidad, una luminosa casa
llena de flores y de arte.
Todos los días de mi estadía en Houston fui objeto de
invitaciones y atenciones por un grupo de compatriotas, muchos que no veía en
años y otros a quienes conocí por primera vez, todos empeñados en hacer mi
estadía agradable.
A mi llegada al aeropuerto me estaba esperando Milton
Chaves, a quien conocí en Washington, cuando él estuvo en esa ciudad por
algunos años, con EXXON. Milton e Ingrid, su esposa, son Houstonienses de corazón y, cuando estaban en Washington,
anhelaban regresar a esa ciudad. Ese día me llevaron a almorzar en un
restaurant especializado en comida de mar, incluyendo unas grandes ostras que vienen
del Golfo de México, gorditas y de una gran dulzura natural, realmente suculentas,
las cuales acompañamos con un excelente albariño. En ese almuerzo conocí a un venezolano
ejemplar y de gran prestigio profesional, con quien hice inmediatas buenas
migas, Eduardo Souchón. Eduardo es un médico cirujano de amplísima experiencia
y brillante trayectoria, primero en Caracas y, luego, en Houston, donde hizo cirugía
por muchos años y fue profesor de esa especialidad en la Universidad de Texas.
Ya Eduardo está en su retiro, pero sigue siendo un gran consejero médico tanto
para el grupo de venezolanos de la ciudad como para los médicos jóvenes
asociados con la Universidad. Eduardo es de la más reconfortante venezolanidad,
de esas que mezcla la cordialidad y la sencillez con un profundo sentido
ético.
El martes fuimos a almorzar en el hogar de Milton e Ingrid Chaves y allí
estaban Fred Baptista y su esposa. Fred es el hijo del legendario petrolero venezolano
del mismo nombre, quien llegó muy alto en la pirámide gerencial de
EXXON/CREOLE. Yo ya había conocido a Fred hijo en Washington pero esta vez me impresioné
dado que, en su edad actual, era la imagen viva del padre, con quien yo había
compartido el viaje al VII Congreso Mundial de Petróleo en Ciudad de México, en
1967. Hablar con Fred hijo era como estar viviendo de nuevo mi relación con el
padre. Fred hijo es un extraordinario ingeniero químico y tiene una empresa que
lleva a cabo proyectos de diversa naturaleza en los sectores de refinación y
petroquímicos.
En la tarde pasé un par de horas con Antonio Szabo, a
quien no había visto por casi 50 años, pero con quien he mantenido un cordial y
frecuente intercambio por correo electrónico. En esas dos horas nos pusimos al
día.
El miércoles tuve el honor y la satisfacción de ser
invitado a CITGO por su presidente Carlos Jordá y miembros de su directiva, quienes
nos hicieron (Alberto, Milton, Gustavo) una presentación sobre la empresa y los
retos que enfrenta en esta etapa de su vida corporativa. CITGO es una empresa
que tuvo una trayectoria extraordinaria en manos de la industria petrolera
venezolana, aunque fue posteriormente muy maltratada por los enviados de Chávez
y de Maduro, quienes la han puesto en serio peligro. Sobre esta presentación tendré ocasión de
escribir en próxima entrega de mi blog.
El jueves me buscó Fred
Baptista hijo y me dio un tour de Houston de unas dos horas, durante las
cuales me llevó a la bella universidad de
RICE y al centro antiguo de la
ciudad, el cual está siendo remodelado y donde hay sorprendente número de
nuevos, bellos y lustrosos edificios, de esos que hacen a Houston ser Houston. Pasamos
por el Centro Médico, una masiva ciudad hospitalaria, la más importante de los
Estados Unidos. Fuimos a ver las mansiones de River Oaks, donde viven las viejas
familias del petróleo, muy ricas pero no famosas porque prefieren conservar su
privacidad y huirle a la notoriedad.
El jueves por la noche, en el hogar de Alberto y Sonja, asistí
a un maravilloso “barbecue”, con amigos
antiguos y amigos nuevos. Todo el día anterior, y ese día de la reunión, la esposa
de Fred Baptista, Wanda, había estado llenando la casa de flores, colocando cada
manojo y cada color de flor en el debido sitio y planificando la logística para
el evento. Esta labor me maravilló y me
hizo ver cuán estrechos son los lazos de amistad entre este grupo de
venezolanos, quienes se propusieron hacer
mi visita inolvidable.
AGRADECIENDO LA HOSPITALIDAD Y EL AFECTO
En esa reunión estuvimos:
Alberto y Sonja Tudela, Edgar y
Marina Martínez, Alberto Luis y Javiera Tudela, Milton e Ingrid Chaves, Antonio
y Pam Szabo, Carlos y Dalia Jordá, Federico y Wanda Baptista, Eduardo e Isabelita Souchón, Luis Fernando
Quintero y Deborah Quintero, Luis
Urdaneta, Winston y Thais Carrillo, Virgil y Edna Haney, Teo y Luisa Rísquez Carlos y Carmen Martínez,
Fernando y Liliana Acosta, Jorge y Sally Lechín, Juan Andrés y Aisén Chacín y yo. La
casa, las flores, la comida, las bebidas, el servicio a los invitados, todo fue
extraordinario. El tiempo estuvo ideal. Alberto dijo que habían deseado invitarme
para que yo pudiese cambiar de escenario por unos días y pudiese sentirme
rodeado de amigos. Luego, yo dije a mis amigos que, en esta etapa de mi vida,
me identificaba mucho con las palabras de Alfred Tennyson en su poema ULISES
(extractos del poema):
Nunca es tarde para
buscar un mundo nuevo
La vejez tiene su
honor y sus tareas
Es mucho lo que nos
han quitado pero es mucho lo que nos queda
Aunque ya no
podemos, como antaño, mover cielos y
tierra,
Somos quienes somos
y seguiremos buscando, m encontrando, luchando, sin rendirnos jamás.
Y les hablé de mis proyectos para el futuro, un libro
sobre la Venezuela que vendrá y el Programa FABRICA DE CIUDADANOS. Los sentí
como mis accionistas, a quienes debía ofrecer un Informe de Progreso.
Durante esta reunión pude conversar con amigos a quienes
no había visto por muchos años y conocer algunos nuevos. Me reencontré con mis
viejos compañeros de trabajo Winston Carrillo, Teo Risquez, Luis Fernando
Quintero. Me encontré de nuevo con un vigoroso Virgil Haney, a sus 93 años.
Disfruté de verlos a todos. Me di un gran paseo por lo que en USA llaman
“Memory Lane”.
El viernes me llevó al aeropuerto Juan Andrés Chacín,
hijo del geólogo Juan Chacín, quien tuvo una extraordinaria carrera en la
industria petrolera internacional y venezolana y con quien trabajé en la
primera etapa de PDVSA. Juan Andrés es un valioso profesional joven, con quien
me sentí muy a gusto de inmediato.
Regresé a casa. Me sentí muy feliz y reconfortado en Houston. Regresé a Virginia
con agradecimiento y maravillado de haber encontrado tanto afecto y de sentir
tanta solidaridad por parte de antiguos y nuevos amigos, algunos de quienes son
los hijos de mis viejos amigos.
Regreso a mí hogar con Houston en el corazón, donde me
sentí colmado de genuino afecto, una semana que siempre recordaré con alegría y
gratitud. Espero verlos a todos de nuevo, queridos amigos.
2 comentarios:
Me alegra mucho tu artículo sobre un viaje lleno de alegrias y recuerdos. Yo vivi dos años en Pasadena, un pueblo que quedaba a veinte minutos de Houston. Alla decian: "Hurry Back"...
Saludos, Un abrazo,
MT
Una maravilla lo que nos cuenta, Dr. Coronel. Hace una década, ya vivía en el centro del país, estuve en Houston acompañando a una amiga que iba a una conferencia. Mientras ella estaba en su conferencia, yo salí a dar unas vueltas por la ciudad. En una venta de garaje vi unos libros encima de una mesa y me llamó la atención uno amarillo, "Lonesome Dove", del galardonado Larry McMurtry.
Era una primera edición en español de una gran época de Plaza y Janés, 1990. El señor que lo vendía, hablando un español más que aceptable, me dijo que lo compró para aprender palabras nuevas en nuestro idioma, ayudado por un diccionario. Un gran libro que cuenta una gran historia.
¡Reciba un abrazo y felices de saber que fue recibido tan calurosamente por sus amigos!
Publicar un comentario