Los 21 años de régimen chavista en Venezuela han llevado al país al nivel
de Haití. Los venezolanos que han podido se han ido de país. Quienes permanecen
en el país, aún los “chavistas” sin poder político y sin conexiones
languidecen, sujetos a recibir limosnas del régimen. Quienes rechazan al
régimen lo hacen, mayoritariamente, de la puerta de sus casas para adentro,
pocos son quienes protestan públicamente.
Los líderes políticos, lo hemos dicho antes, pertenecen a tres grandes grupos:
uno minoritario, apegado a los principios, corriendo los riesgos de mantenerse
firmes; un segundo grupo cuyo tamaño está creciendo, el cual promueve una
especie de coexistencia pacífica con el régimen, basado en la premisa de que no
son suficientemente fuertes para rebelarse y un tercer grupo francamente colaboracionista,
cuyos miembros desean obtener alguna cuota de poder político y económico.
Los miembros del primer grupo se han mantenido fieles a lo que Emmanuel
Kant llamaba el Imperativo categórico, al apego a los principios basados en reglas
universales. Para los miembros de este grupo lo ético debe hacerse, no porque
vaya necesariamente a producir el mejor efecto a corto plazo, sino porque es lo
que debe hacerse. Es una actitud deontológica, es decir, basada en lo que es nuestra
obligación, nuestro deber.
Los miembros del segundo grupo se aferran, en el mejor de los casos, a un
utillitarianismo o pragmatismo que apunta a resultados que pueden mejorar, en
alguna forma, la condición existente para el mayor número de personas. En el
caso venezolano, sería como lograr mayor acceso a medicinas, alimentos y
condiciones generales de vida. Este apego al pragmatismo tiene su representante
filosófico en John Stuart Mill, quien argumentaba que lo que debe hacerse es lo
que produce las mejores consecuencias.
Los miembros del tercer grupo no parecen estar animados de ningún deseo de
ver beneficiados a sus semejantes. Para ellos lo esencial es el beneficio
personal y los demás que se las arreglen como puedan.
Yo he opinado en otras notas publicadas en este blog que es el segundo grupo
el que representa hoy el mayor peligro para las posibilidades que Venezuela
pueda recuperar algún día su lugar entre la comunidad de los países civilizados,
un sitio que ha perdido para asombro y horror de todos los seres humanos
decentes del planeta. Lo creo así porque existe en su seno una tendencia patológica
hacia una transición que los lleva de ser pragmáticos bien intencionados a ser
francamente colaboracionistas.
¿Por qué lo creo así? La actitud ciudadana – cualquiera que esta sea - sienta un precedente, muestra un ejemplo para quienes vendrán después. Bolívar
es venerado porque abandonó su posición cómoda de criollo, su vida personal,
sus riquezas, arriesgó su salud, todo, para dedicarse a la liberación de su
pueblo. Su actitud de sacrificio es lo que lo ha convertido en un héroe. No todos
podemos ser héroes al nivel de Bolívar pero si podemos actuar en base a principios
que puedan sentar un ejemplo para nuestros semejantes, un ejemplo del cual
nuestros descendientes o nuestros vecinos del barrio o de la urbanización puedan sentirse orgullosos. Es posible actuar
a fin de generar ejemplos dignos de imitación. El progreso de una sociedad
tiene como un ingrediente importante ese orgullo colectivo por quien lo hizo
bien. Muchos jóvenes desean ser atletas por el ejemplo de un Galarraga, atleta
y ciudadano excepcional, no por el ejemplo de Edwin Valero, el boxeador
chavista quien mató a su esposa. En Francia el héroe es De Gaulle, no Laval, en
Inglaterra el héroe es Churchill, no Chamberlain. En Bárbula el héroe es Girardot,
la historia no registra los nombres de quienes se retiraron del lugar para
vivir algunos años más.
¿Cuál es el ejemplo que dan los miembros de este segundo grupo, utilitarios
o pragmáticos? Si bien es cierto que muchos están animados de las mejores
intenciones de mejorar en algún grado el desastre venezolano, al sentarse con
quienes han sido culpables del desastre están dándole al resto de la población
un mensaje desolador. Le están diciendo, “con
esta gente no podemos, vamos a ver que podemos obtener de ello para que nos
dejen vivir un poco mejor”. Ellos saben que, al sentarse en una mesa con
estos criminales, tendrán que hacerle concesiones, todas las cuales tenderán a
ofrecerles ventajas de permanencia en el poder a los criminales, o garantías de
que no serán enjuiciados, o algún tipo de clemencia para sus crímenes.
Cualquiera que sean los beneficios a ser obtenidos por los criminales del
régimen, ellos vendrán a expensas de la aplicación de justicia. Este resultado
puede resumirse en desastroso mensaje al país: “El crimen si paga”. Exactamente
lo opuesto a lo que nuestros padres y maestros nos hicieron creer y en lo cual
todavía creemos. La magnitud de los crímenes de esta gente es tan enorme que
desafía toda imaginación, nadie que tenga sangre en las venas podría sentarse a
dialogar con ellos.
Negociar con el régimen chavista representa una rendición de principios y
valores universales que dan un triste mensaje al país. El liderazgo, por definición,
existe para guiar a los pueblos por los caminos del progreso, de la dignidad y
de la libertad, no para transarse con los criminales que los han arruinado.
Cuando los líderes dan este triste ejemplo los seguidores no aprenden nada que
no sea la sumisión y el arreglo resignado con quienes los han victimizado.
¿Cuál es la salida honorable, la que puede restituir a los venezolanos su
dignidad perdida? Es la rebelión,
expresada en sus diversas maneras de desobediencia civil, protestas callejeras,
alzamientos cívico-militares con ayuda externa, huelgas generales indefinidas,
lo que sea necesario para expulsar de raíz esta mala yerba.
¿Que no se puede? Un gran amigo mío me dice que los militares “son leales
hasta el día que dejan de serlo”. De igual manera, digo que no se podrá hasta
el día que se pueda, hasta el día que ocurra y, ese día, la gente dirá: Gloria
al bravo pueblo. Mientras tanto ello no suceda la gente seguirá diciendo: Pobre
pueblo.
1 comentario:
Esta gente negoció para estar en la crema de las licitaciones y lo de los casinos. Si puedes busca hoy armando.info para que veas lo de troudi, el del metro de Caracas, Portugal lo tiene arrinconado por la lavandería. Capriles le nombran Odebretch y tiembla. Por ese caso hay hasta un exmandatario que se suicidó en Perú. Y hay otro, enfermo alcohólico, en vías de ser llevado ante la justicia peruana.
En Venezuela, como bien suponen, no se abrió ni una averiguación.
El último apague.
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