Todos los años millones de nuevos miembros ingresan a su tercera edad. Hace 50 años este club estaba integrado por personas
quienes habían llegado a la edad de 60 años. En aquella época llegar a los 40
años era ocasión para guardar duelo. Cuarentón era un término peyorativo.
Con los adelantos de la ciencia y mejores hábitos alimenticios
y de ejercicio corporal el umbral de la tercera edad se ha ido amelcochando en el tiempo. Sucesivamente, los términos
cincuentón, sesentón, hasta setentón, han ido perdiendo su carga peyorativa,
esa de estar ya listo para el arrastre, para ser remplazados por imágenes de personas
de esa edad bailando salsa o “empatados”
con personas mucho más jóvenes (sobre todo si tienen real), lanzándose
en paracaídas o hasta viajando al
espacio. Lo cierto es que existe un significativo desplazamiento hacia el punto
de los 100 años del término tercera edad.
Nadie más interesado en reforzar este desplazamiento que quienes
ya han llegado a sus setenta. Este grupo generalmente (lo dice la estadística)
se siente maravillosamente bien y se pregunta por qué llegar a los setenta era
visto como algo siniestro. Dicen: me siento de maravilla, esto de envejecer
es como robarle un dulce a un bebé.
Y esto tiene mucho de verdad. Los setenta son años
verdaderamente dorados. Esto es
especialmente cierto si usted tiene algunos ahorros y vive
en un país donde la cultura predominante no ve a la gente de edad como
seres inservibles. Por ejemplo, cuando llegué a USA, en 2003, para quedarme,
ya tenía 70 años pero, con la ayuda de
familiares y amigos, logré empleo. Me sentía animoso, lleno de vida, contento de
haber escapado de la tenebrosa Venezuela
chavista. Mis 70 fueron una fiesta.
El día que cumplí 80 años mis hijos me hicieron una
celebración extraordinaria. El día estaba maravilloso, todo anduvo a la perfección
y muchos de mis amigos estuvieron presentes. Hasta pude decir algunas palabras,
incluyendo una cita del poema de Robert Frost (traduzco):
‘El bosque es amable, oscuro y profundo
Pero aún tengo promesas que cumplir
Y mucho trecho antes de ir a dormir
Mucho trecho antes de ir a dormir…”.
Ese día me sentí inmortal, feliz de estar rodeado de
mi familia y mis amigos. Unos tres días después sentí un dolor agudo en el bajo
vientre. ¿Apendicitis? No. Una hernia inguinal. Por primera vez en mi vida
adulta (pasé una noche hospitalizado en 1938, a los cinco años, cuando me
quitaron las amígdalas) pasé una noche en el hospital y al día siguiente regresé
a la casa, sin hernia.
Sin embargo, como si fuera un robot programado para funcionar
perfectamente por 80 años, inmediatamente después de cumplir esa edad comencé a tener problemas.
Y a conocer diferentes consultorios.
1.
Doctor, me duele aquí…
Ah, eso es osteoartritis… pero como usted es hipertenso
no le conviene tomar calmantes. Aguante.
2.
Doctor,
me siento a punto de morir…
Claro, usted tiene 40 latidos cardíacos por minuto, es
decir, una espectacular bradicardia. Vamos a tener que ponerle un “marcapasos”.
Para compensar estos nuevos achaques mi esposa y yo nos
fuimos de viaje a Portugal: Lisboa, Porto, Coímbra, vinos, aceitunas, sardinas,
monasterios, Cintra, pequeños pueblos, magníficos trenes. Caminábamos unos 6-9 kilómetros
diarios viendo aquellas maravillas. Al regresar comencé a ver sangre en la
orina. Pensé que era de tanto caminar en Portugal. Pero mi médico de cabecera
me dijo: Si te duele es un cálculo. Si
no te duele es cáncer.
Y no me dolía. Decidí operarme de mi lesión y perdí un
riñón y su sistema uretral y, casi dos años después, estoy vivo, de 89.
Claro, he ido adquiriendo una larga lista de pequeñas
y medianas aflicciones, ninguna de las cuales me ha impedido vivir
“normalmente”: camino todos los días, como bien, duermo bien, leo bastante,
escribo en mi blog, pronto tendré un breve libro sobre educación ciudadana en
las librerías de Caracas y en Amazon, estoy suscrito al espectacular New York
Times y vivo plenamente la vida de un ciudadano de modestos recursos en los
estados Unidos. Estoy lo que pudiéramos llamar físicamente y espiritualmente
estabilizado.
Tengo dos recomendaciones para quienes están a punto
de traspasar el umbral de los 80.
A.
IR AL
MÉDICO SOLO PARA LO REALMENTE SERIO
Mi principal recomendación para los que se preparan
para vivir sus 80 es que, a menos que tengan una aflicción aguda, como las que
me llevaron a ver los médicos, resistan la tentación de ir a consultar con
ellos para cada pequeño o mediano síntoma que tengan. No le presten mucha
atención a un dolor por aquí o por allá, a una urticaria o picazón, o a pasajeras
etapas de estreñimiento. Esas son generalmente señales de un proceso normal de
envejecimiento corporal. Tratar de responder a cada síntoma se convierte para
muchos octogenarios en una obsesión, lo cual acrecienta sus achaques y los hace
gastar mucho tiempo y dinero en consultorios de especialistas que generalmente
no ven a la persona de manera integral sino que se ocupan solo del pequeño territorio
corporal de su especialidad. Cuando me pusieron el marca pasos, le pregunté al
médico que lo instaló cuál sería el efecto de ese marcapasos en mi tensión arterial
y me dijo: “mire, yo soy electricista, hágale esa pregunta a los plomeros”. Eso
no lo hubiera dicho José Gregorio!
Los octogenarios no deberían tener sino un solo médico:
un gerontólogo o, al menos, un geriatra. El problema es que los gerontólogos han
desaparecido, es una especie en extinción y los geriatras son ya bastante escasos.
Y es comprensible. Porque cuando un octogenario va al
médico y enumera sus quejas ellas suman entre seis y diez: hipertensión,
reflujo gástrico, dolor en el pie derecho los lunes y en el pie izquierdo los
martes, fibrilación auricular, artritis, gota una vez al año, picazón
generalizada, fallas en el motor de arranque, neuropatías diversas, mareos,
visión a veces borrosa, etcétera, etcétera, como decía Yul Briner en “El Rey de
Siam”. Frente a listas tan extensas no hay
especialista que valga.
El médico debe
estar preparado para enfrentar ese cuadro multisápido y eso solo puede hacerlo
un gerontólogo o, al menos, un geriatra, alguien que conozca los íntimos
resortes del proceso de envejecimiento y le añada al componente curativo o
paliativo una buena dosis de empatía, cualidad esencial en el médico que muchos
especialistas han olvidado debido a su casi inevitable astigmatismo profesional.
A mí, solamente a mí, porque no los recomiendo a nadie
más, hay tres alimentos que me han resultado muy reconfortantes: uno es la cebolla no picante,
especialmente la cebolla peruana, que es dulce y jugosa, aunque en USA también
la cultivan en la zona de Vidalia, estado de Georgia. Otra es el limón, un
tercero el whisky escocés, el “blend”, no el “single malt”. Los uso de manera
estrictamente empírica.
B.
TENER UN
PROYECTO
Tengan siempre un proyecto, no importa cual sea, pero
que sea algo en lo cual ustedes estén interesados y puedan desarrollar, siempre
con algo pendiente para mañana. En mi caso, escribo y siempre tengo un tema en
la mente. Creo que los ancianos somos un potencial agente de innovación en
nuestras sociedades. Tenemos la virtud de carecer de ambiciones personales a
futuro. Ninguno de nosotros se ve como candidato presidencial, como émulos de
Adenauer. Por ello podemos dar ideas, elaborar proyectos que vayan a beneficiar
al colectivo, sin estar pensando en “como quedo yo ahí”. Por eso un grupo, aún pequeño de
octononagenarios, hemos establecido el GRUPO ULISES, dedicado a la tarea de
señalar caminos claros, dignos y civilizados para un futuro en el cual no participaremos pero
cuya suerte nos es preciosa, dada nuestra condición de seres civilizados,
buenos ciudadanos, empeñados en justificar el nombre de Homo sapiens para
nuestra especie. El presidente del GRUPO ULISES es Rodolfo Izaguirre y yo soy
su secretario general de (relativa) organización.
Aceptamos nuevos miembros, cuya única cuota de ingreso será una idea sobre cómo podemos mejorar nuestro país. Los invitamos a integrar nuestro club.
Por cierto:
En Enero 2023 tendremos nuestro primer proyecto en la
calle, llamado Fábrica de Ciudadanos.
Los mantendremos informados. Mientras establecemos nuestra sede permanente
pueden enviar sus intenciones de pertenecer a este grupo a coronel.gustavo@gmail.com e iremos
incorporándolo en nuestra lista de miembros.
9 comentarios:
En Japón los ciudadanos más importantes son los más ancianos.
Ello explica por qué Japón es el tremendo país que es.
Y acá en USA se ve mucho setentón y ochentón trabajando nuevamente luego de su retirada formal de sus profesiones tradicionales, ya sea por necesidad o por que simplemente les gusta estar activos ..
Qué excelente invitación. Me inscribo y por favor, espero que me admitan a trabajar en ese proyecto. No importa si es de portero o el que prepara y reparte el café; elabora y reparte la correspondencia, etcétera, etcétera!!!
Rwady para zaroar en este interesante equipo. Con alta experticia ciudadana
Gonzalo Acosta González.listo a incorporarme a los proyectos y a crearlos.
Gonzalo: dáme tu email y dáme una idea de lo que piensas que podemos hacer para mejorar la sociedad venezolana. Que edad tienes? Si lo dseseas dám un poco de info. sobvre tu actividads previa.,
mi correo es coronel.gustavo@gmail.com y estoy a tu orden
Gonzalo: dáme tu email y dáme una idea de lo que piensas que podemos hacer para mejorar la sociedad venezolana. Que edad tienes? Si lo dseseas dám un poco de info. sobvre tu actividads previa.,
mi correo es coronel.gustavo@gmail.com y estoy a tu orden
Muy buenos dias. Envié un mail hoy 17 enero 2023. Muy interesado
Johnny Marcano
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