Mi abuelo, Rafael Coronel Arvelo, óleo por Arturo Michelena
Hacia fines del siglo XIX Los Teques era una pequeña aldea
semi oculta en la bruma, hogar de
arrieros, beatas, algunos locos y muchas familias honorables y generosas. Su clima de montaña tenía fama de tener
propiedades curativas para los pacientes tuberculosos por lo cual alojaba
muchos enfermos ansiosos de extender sus vidas. Si Thomas Mann hubiese nacido en
Venezuela, “La Montaña Mágica” se hubiese escrito sobre Los Teques, el
Sanatorio Internacional donde se desarrolla la novela hubiese estado en la
calle Guaicaipuro y el Dr. Behrens se hubiese llamado Teófilo Moros.
En
esos años llegó a Los Teques, en búsqueda de cura para su aflicción tuberculosa,
el gran pintor valenciano Arturo Michelena. En la zona llamada El Pueblo
Michelena alquiló una casa, la cual es
hoy un sitio histórico. Corto de dinero, recibió apoyo de sus médicos, en
especial del Dr. José Manuel de los Ríos, a quien pagó sus servicios con obras
pictóricas tales como La Multiplicación
de los Panes, lienzo que se encuentra hoy en la Santa Capilla de Caracas.
Casa donde vivió Arturo Michelena, en Los Teques
El
tratamiento de su enfermedad exigía con frecuencia medicamentos de urgencia,
incluyendo múltiples balones de oxígeno.
Mi padre me contaba que mi abuelo Rafael Coronel Arvelo, dueño de la
Botica “Camposano”, iba a diario a la casa de Michelena, ambos eran carabobeños,
a llevarle los medicamentos necesarios sin querer recibir dinero a cambio.
Como
fue el caso con el Dr. De Los Ríos, el pintor quiso pagarle a mi abuelo de la forma
en la cual podía hacerlo. Le hizo un retrato al óleo de cuerpo entero. Y, además,
cuando se ausentó de Los Teques y se fue de regreso a Valencia a morir, le
regaló su bufanda, la que había usado en
París, diciéndole que en Valencia no tendría necesidad de ella.
El
retrato de mi abuelo, Rafael Coronel Arvelo, está aún en mis manos. Aunque está
seguro, nos gustaría que eventualmente un museo de prestigio o un coleccionista
honorable pudiera tenerlo, a fin de que se conserve como debe ser, ya que
entiendo es el único retrato de cuerpo entero que pintó Michelena en ese
pequeño formato. Tiene apenas 14 x 9 centímetros.
Aaaaah!
Y la bufanda. En 1950, a los 16 años, decidí irme a USA a estudiar geología y debí
hacer, primero, un curso de inglés en Queens College, Nueva York. Un día de
enero salté del pequeño pueblo de Los Teques, sin anestesia, a Nueva York, en la mitad del invierno. Cuando salí del avión
me asaltó un frio espantoso y mi única protección fue la bufanda de Arturo
Michelena, la cual mi padre había conservado todos esos años. Días después,
cuando me atreví a salir a la calle, pude comprar en una tienda cercana un
abrigo usado, con cuello de piel artificial por el cual pagué $11.
Durante
todos los inviernos pasados en Tulsa, Oklahoma, como estudiante siempre llevé
alrededor de mi garganta la bufanda de Michelena y ella representó una especie
de talismán para darme confianza y permitirme
florecer en un nuevo ambiente, en una nueva cultura, mientras sentía el calor
de mi terruño en la garganta.
5 comentarios:
¿Pero aún conservas la bufanda del maestro?
El cuento favorito mío es cuando te metiste en el bus y llegaste al medio de EEUU y
contigo venía un chamo afrodescendiente que tuvo que irse al final por la cruel ley de segregación de entonces. Para un venezolano eso debió ser totalmente incomprensible.
En rápidos 50 años una persona de color gobernó USA. Algo me dice que tardará pero llegará un hablante del español lo haga.
La votación hablantespañola de USA se va a multiplicar por siete en los próximos 18 años.
Abrazos, amigo.
Acosta.
Ciudad Autómata de Buenos Aires.
Hola Gustavo. Gracias por este relato tan folklorico. Por cierto, ¿Qué pasó con la bufanda de Michelena?
y la bufanda?
Buenos días Ing. La bufanda le daba calor? En la garganta? No le creo... Le cuento usted es de los seres humanos que, reconoce muy bien, la calidez cuando nace en el corazón, y con la carga vibratoria, energetica prodigiosa, que la hacen llegar terceros, o el dueño, la dueña, en fin.Pareciera que no. Pero es asi.Se mueve entre emisor y receptor por el desprendimiento amoroso con el que se da..Aunque a veces tan solo sean cosas que pertenecieron a otras personas, y en algún momento llegaron a nuestras manos. También ocurre cuando uno adquiere algo una obra de arte por ejm que le agrade mucho.Y sin saber de eso, es cautivado. porque? Ni idea solamente Dios lo sabe.O un lugar que pareciera nos lleva a otros tiempos que uno no ha vivido, ni nunca vio antes, o un rostro una cara que uno mira observa.Bueno son misterios sin resolver aún.No le parece? saludos. ,Un abrazo
La bufanda la perdí en una de mis 24 mudanzas de los últimos 65 años.
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