lunes, 14 de enero de 2008

ANTONIO FRANCÉS: LA MUERTE DE UN MAESTRO.

El maestro Antonio Francés.

Pocas muertes me han conmovido tanto como la Antonio Francés, una muerte absurda en una Venezuela que cada día se hunde más en el crimen y la miseria moral. Ni siquiera lo conocí bien a título personal. Hablé con él varias veces y sus ideas y su enfoque didáctico y racional sobre los asuntos del país siempre me causaron admiración. La primera vez que hablé largamente con él fue cuando estaba preparando la publicación de su libro: “Venezuela Posible”. En ese libro Francés nos daba a los venezolanos una receta para salir adelante. La receta tenía los siguientes ingredientes:
1.Una economía abierta a la competencia e integrada al mercado internacional;
2. Una mejor preparación de nuestro recurso humano;
3. Una actividad del estado esencialmente limitada al bienestar social y de carácter rectora, no operativa;
4. Una sociedad civil capaz de cuidarse a sí mima, no una de mendicantes;
5. Excelentes servicios públicos;
6. El desplazamiento del populismo por una democracia de raíz.
Según Antonio Francés los venezolanos deberían hacer esfuerzos por evitar que el país siguiera en manos de los “vivos”. La gente honesta y preparada, apuntaba, deben asumir su cuota de participación.
En mi libro: “Venezuela, la Agonía del Subdesarrollo”, publicado en 1990, catalogué a Antonio Francés entre los venezolanos quienes predicaban en el desierto (Vox clamantis in deserto), junto con ciudadanos como Uslar Pietri, Quirós, Olavarría, Arturo Sosa hijo, Carlos Blanco, Aníbal Romero, Moisés Naím, Ramón Piñango, Marcel Granier y otros. Hablaba de este grupo como personas adelantadas a su época, hablando un lenguaje que suena a veces extraño, provocativo y poco ortodoxo. Son y fueron pensadores de avanzada. Por ello casi siempre deben pagar un alto precio ya que frecuentemente el reconocimiento los elude o, cuando lo encuentran, es lejos de la patria.
Francés fue un maestro. En el IESA, organización a la cuál dedicó mucha de su vida profesional, tocó las vidas de centenares de venezolanos, quienes siempre lo recordarán con afecto y nostalgia. Su muerte fue radicalmente opuesta a la que merecía su vida honorable y generosa. Murió a manos de unos desalmados, no sin antes ser objeto de maltratos. Estoy seguro de que enfrentó a la miseria moral que le arrancó la vida con la dignidad del ser humano espiritualmente superior.
Espero que nuestros nietos puedan ver una Venezuela mejor de la que tenemos hoy en día, una Venezuela que tiene muy poco que ver con el país que conocí y amé por muchos años. Se que esa Venezuela está viva aún, en estado latente, esperando el fin de nuestras pesadillas. En la Venezuela del futuro los futuros maestros morirán apaciblemente, rodeados del amor y del respeto de sus conciudadanos. Antonio no pudo tener una muerte así y ello me entristece. Siento que el país adquirió una gran deuda con ese gran maestro que fué Antonio Francés. Aquí honro su memoria y le agradezo todo lo que hizo por su país, nuestro país.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo conocí. Antonio era pederasta. Gay enclosetado que satisfacía sus deseos haciendo viajes furtivos a los barrios, recogiendo niños de 14-15 años que le hicieran favores sexuales por dinero. Terminó en manos de una familia que se hartó de sus abusos y decidió tomar la ley por sus propias manos. No le deseaba ese fin, pero el que a hierro mata...

Anónimo dijo...

Buenas tardes estoy buscando respuestas con respecto a esta historia que me atara toda la vida...por favor nesecito ayuda

Anónimo dijo...

si, yo también lo conocí y era muy especial muy humano y muy intelectual. El q este libre de pecado q tire la primeara piedra, Antonio conocedor ampliamente de la vida, estudió al máximo y disfruto de la vida espero q a los q le hicieron esto mueran de la peor manera.

Anónimo dijo...

este tipo q dice q conoció Antonio q base o prueba tiene para decir esto, apuesto q eres gay o enfermo o imbécil. Antonio ejemplar amigo muy buen amigo y profesional claro personas sin escrúpulos ven las cosas malas nada de las cosas buenas