En Noviembre 2007 la producción petrolera de PetroEcuador había descendido a unos 162.000 barriles diarios. El presidente de Ecuador Rafaél Correa decidió, por lo tanto, intervenir la empresa y colocar a la armada ecuatoriana en la gerencia de la empresa. Más de 150 miembros de la marina fueron a engrosar las filas de la empresa petrolera. La misión de la marina era aumentar la producción, las inversiones y elaborar un plan estratégico para la empresa.
Hoy, 27 meses después, la producción se coloca en 183.000 barriles diarios, apenas la mitad de lo que era en la década de 1980, cuando superaba los 360.000 barriles diarios. Peor aún, la producción siguió bajando en 2008, bajo la gerencia de los marinos, hasta lograr una modesta recuperación en 2009, la cuál se ha obtenido mediante la inversión de casi U.S. $3000 millones y el aumento de los equipos de perforación de dos a nueve durante el período, incluyendo dos equipos de la empresa Petróleos de Venezuela (que se necesitarían, por cierto, para parar la declinación de la producción en Venezuela).
Colocar a la marina en el manejo de una empresa petrolera es algo poco usual, comparable a colocar un grupo de geólogos a manejar las fuerzas armadas de un país. Los resultados han podido ser peores pero no son buenos. La industria petrolera de Ecuador continúa en estado de emergencia. La administración de los marinos ha sido indiciada de corrupción. El dirigente sindical Diego Cano alega que la empresa ha indemnizado indebidamente a un grupo de empleados con más de veinte millones de dólares. Entre ellos se encuentra, según Cano, Gonzalo Armendáriz, quien apenas trabajó tres meses en la empresa y cobró más de $71.000 en indemnizaciones. El hijo del presidente de la empresa, Luis Jaramillo, de su mismo nombre, fue empleado de PetroEcuador por seis meses y luego obtuvo un contrato con la flota petrolera. FLOPEC. Sin embargo, el presidente Correa ha dicho que la marina logró identificar a 300 ladrones dentro de la empresa, cuyos nombres aún no se han dado a conocer publicamente. Durante los últimos años también se han llevado a cabo negociaciones poco fructíferas para cambiar los contratos petroleros con las empresas privadas, a fin de convertirlos en contratos de servicios en lugar de los actuales contratos de participación. Según el ex-Ministro de Energía, Fernando Santos, estas negociaciones son injustificadas y han llevado a la pérdida de unos 20 millones de barriles de producción en estos años, debido a la falta de seguridad jurídica para las empresas y la resultante declinación de la inversión. Se puede estimar, por lo tanto, que la nación ha perdido de obtener unos mil millones de dólares en ingresos petroleros (lucro cesante), debido a la obsesión que muestra Correa por tener el control total de esta industria. En el mismo sentido se ha pronunciado René Ortiz, también ex-Ministro del sector, quien critica la presencia de gente que no conoce el negocio petrolero en el manejo de la empresa., es decir, los marinos.
No hay nada más pernicioso para una actividad comercial que politizarla, convertirla en una bandera patriotera. Esto es lo que hace Correa con la industria petrolera ecuatoriana, siguiendo el funesto ejemplo de Hugo Chávez. Correa casi supera a Chávez en malcriadez, interviniendo publicamente en el juicio privado contra Chevron, amenazando a las empresas petroleras privadas con expulsarlas del país y a los países europeos con perforar en una reserva ecológica del Amazonas si no le pagan “vacuna” (una extorsión).
Ideologizar la gerencia, convertir lo que debe ser un negocio en una herramienta politiquera y en fuente de corrupción ha sido el fracaso histórico de YPF en Argentina, Pemex en México,la primera versión de Petrobrás en Brasil, YPFB de Bolivia y, ahora, de la PDVSA chavista en Venezuela.
PetroEcuador ha seguido el insensato ejemplo.
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