Ayer Domingo apareció el
presidente de la Conferencia Episcopal venezolana reclamándole al líder de la
oposición Henrique Capriles la razón por
la cual hablaba del 11 de noviembre como una fecha tope para el diálogo. Esta
postura de Monseñor Padrón es equivocada.
Dice Monseñor Padrón: “Caracas, noviembre 6 - El presidente de la
Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), Monseñor Diego Padrón, manifestó que no
entiende por qué opositores como el gobernador del estado Miranda, Henrique
Capriles, han puesto el 11 de noviembre como fecha tope para decidir si se
retiran o no de la mesa de diálogo que encabeza el Vaticano. Manifestó
que “el 11 no es la hora cero, porque Venezuela el 12 y 13 va a seguir (…) No
entiendo que sea una fecha definitiva para acabar el dialogo si al día
siguiente no se consigue todo. No hay que perder la esperanza”. Explicó que el diálogo busca abrir espacios para
sentarse en una mesa “con una agenda concreta que ayude a encontrar
soluciones”. En el marco del escenario en que se desarrolla el proceso
encabezado por el Vaticano, Monseñor considera que “el peligro es matar el
diálogo”.
Monseñor, con todo
respeto, usted está equivocado. Eso no es lo que el país desea. Eso es lo que Maduro
y sus hampones desean. Un diálogo sin
límite de tiempo significa la consolidación de la dictadura y, posiblemente, la irreversibilidad de la dictadura. Esta es
la postura de Henri Falcón, pero no
debería ser la de usted.
Monseñor: lo que dice
Henrique Capriles, con lo cual estoy en pleno acuerdo, es lo que dice Leopoldo
López y lo que dice María Corina Machado: si en diez días el gobierno no muestra
ninguna señal significativa de rectificación, ello condena el diálogo.
Monseñor: el país tiene 17 años sufriendo los abusos de esta mafia de ladrones
y narcotraficantes. Y usted habla de que “no hay que perder la esperanza”. Usted dice que el 12 y el 13 Venezuela va a
seguir. Si, Monseñor. Va a seguir. Ya llevamos 300.000 muertos y eso va a
seguir. Ya los hampones del régimen se han embolsillado $300.000 millones y eso
va a seguir. Los narco-generales han hecho desastres y eso va a seguir.
Monseñor: usted dice que
el “peligro es matar el diálogo”. No se da cuenta usted, Monseñor, que el
diálogo venezolano es como el puente sobre el rio Kwai? Quienes hayan visto esa película entenderán
lo que deseo decir. El puente era la creación del comandante británico pero
favorecía a los japoneses. Sin embargo, el comandante británico trató de
impedir que fuese destruido porque se había enamorado de su obra. El diálogo
venezolano y el desmantelamiento del proceso de desobediencia civil han sido la
idea del Papa (no dudo de con la mejor buena intención) y ello lo hace
intocable para la Conferencia Episcopal.
Pero, Monseñor, si ese diálogo es una farsa, no podemos continuarlo.
Quienes adversamos este diálogo con la mafia
de hampones que ha arruinado al país, no somos monstruos sedientos de sangre,
como dicen algunos. Somos venezolanos animados del propósito de ver salir del poder
a la indigna mafia de ladrones que está allí atornillada. El enviado del Papa nos hace una advertencia
apocalíptica: o hay diálogo o podrían haber ríos de sangre. Monseñor: si esa
tesis hubiese prevalecido en la Europa de 1938 en Inglaterra se hablaría hoy alemán.
Chamberlain, no Churchill, hubiera sido
el forjador de la historia. Hitler hubiera dominado al mundo.
Monseñor: ningún país puede
vivir de rodillas. Muchos de los países que han luchado por su dignidad y su
libertad han pagado el precio de su sangre. Pero la rebelión venezolana puede y
debe ser pacífica. La Iglesia debe ponerse al frente de esa rebelión pacífica. Y la razón es sencilla: la pasividad ante la
mafia de ladrones y criminales que nos han acogotado durante 17 años le ha
costado 300.000 muertos al país.
Se dirá que esos muertos
no ocurrieron en las manifestaciones. Pero, Monseñor, no por ello son menos muertos
y menos víctimas. Han ocurrido en una Venezuela prostituida, en la cual las
fuerzas policiales y la Fuerza Armada están al servicio de la dictadura y no se
ocupan de combatir el delito sino de mantener al régimen en el poder. Démonos cuenta de que, mientras hablamos de
comprar paz a cualquier precio, el régimen continúa matando, apresando y
persiguiendo.
La Venezuela digna no
puede conformarse con obtener limosnas del régimen, a cambio de reconocerlo y
permitir sus desafueros. Debe rebelarse
en contra del régimen. Estoy convencido de que el sentimiento que anida en el
corazón de la iglesia venezolana es uno de solidaridad con el pueblo oprimido.
Ese sentimiento no se está expresando con claridad.
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