domingo, 6 de enero de 2019

LOS BENEFICIOS DE LA NOSTALGIA



Una de las obras maestras que se encuentran en el Mauritshuis, de La Haya, de Carel Fabritius, 1654. Es de pequeño formato pero no desmerece al lado de los grandes lienzos de Frans Hals o Jacobo Ruysdael. 

Al comentar mi escrito en este blog: “Postal de Nueva York, 1951”, ver: http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2019/01/postal-de-nueva-york-1951-cinco-angeles.html,  un buen amigo me advierte en contra de los peligros de la  nostalgia. “Ello puede llevarte a la depresión”, me dice.
Ello me puso a pensar. ¿Será la nostalgia negativa?  ¿Es, acaso, un intento ilusorio de regresar al pasado? O, ¿al contrario, es un tónico para el espíritu?
Hay bastante de cierto en lo ilusorio que significa tratar de recapturar el pasado. Hace unos años mi esposa Marianela y yo viajamos a La Haya, Holanda, donde habíamos vivido durante nuestro primer año de casados, hace ya 60 años. Ese año en La Haya fue idílico por múltiples razones. Teníamos suficiente dinero, viajábamos los fines de semana a Alemania, a Bélgica, a Suiza. Todo era nuevo. Podíamos ir caminando al bello museo Mauritshaus a ver a nuestros admirados pintores  Frans Hals, Jan Vermeer y Jacobo Ruysdael, descubrimos la maravillosa comida indonesia: el Ritjstaffel, el nasi goreng, el gado gado.
¡Qué año! Vivíamos en un cómodo apartamento de la calle Aronskelkewg, completo con el fantasma del dueño, una aparición amable y fugaz que cruzaba el salón de estar cuando estábamos en la pequeña cocina. Fuimos obscenamente felices. De manera que parecía lógico que regresáramos a tratar de recapturar aquellos momentos. 
Por supuesto, ello no fue posible. La Haya hoy es diferente a La Haya de 1959. La calle donde vivíamos ha cambiado. Todavía existía nuestro restaurant favorito, el “Tempat Senang” pero nuestro mesonero de confianza ya no estaba allí y el Rijstaffel no tenía ya el mismo sabor que tenía antes. Las calles donde caminábamos tomados de la mano habían perdido su antigua fisonomía. La Haya 2015 no era ni podía ser La Haya 1959.
Por supuesto que hemos debido saber que ello sería así. El pasado es demasiado complejo para ser recapturado. Pero esta experiencia no solo no me dejó deprimido sino que me sentí mejor, al constatar que “nuestra” La Haya, 1959, era  ya exclusivamente nuestra, que no teníamos que compartirla con nadie, que nos servía para regresar a ella en nuestra imaginación cada vez que así lo deseáramos y que ello nos hacía sentir reconfortados. Ahora comprendo que la nostalgia no requiere un regreso físico a lo que tuvimos, ya que eso es imposible, sino un regreso espiritual a lo que nos ha hecho feliz, donde tuvimos grandes momentos de bienestar y de bellas armonías con la vida circundante. 
La palabra nostalgia, veo en los diccionarios, tiene que ver con un sentimiento afectuoso por los momentos felices del pasado. Tiene que ver con pensar en la gente y con los sitios con quienes y en los cuales uno ha sido feliz. Odiseo vivió siete años con Calipso, una diosa inmortal,  pero nunca olvidó a Penélope, mortal y quizás no tan bella. Pero era Penélope a quien él deseaba y por ello continuó su viaje. Odiseo fue hermano espiritual de Dorotea, la joven que viajó a la tierra de Oz y a quien le fue dada regresar a su hogar y a su gente en Kansas, de donde realmente nunca había salido.  
En el plano científico la nostalgia ha sido considerada como un trastorno con su carga de ansiedad y tristeza, quizás el preludio de la depresión. Pero no es eso lo que siento al rememorar tiempos felices. Lo que siento es una reafirmación de mi felicidad,  una confirmación de quien he sido y de quien soy. Mis viajes periódicos  a las felicidades del pasado me sirven para  reafirmar la felicidad de mi presente, refuerzan mi sentido de identidad. Soy quien soy  pero, para ser quien soy, debo tener conciencia plena de quien he sido.
Sentirme así le ha proporcionado sentido adicional a mi existencia. En cierta forma me ha ayudado a gerenciar el temor que todos sentimos a la muerte, un temor que tiene dos componentes principales: el enfrentamiento al incomprensible concepto de eternidad y la fuerte sospecha de que somos apenas un accidente cósmico, el resultado de coincidencias que nos condenan a desaparecer sin dejar rastro.
Los psicólogos/psiquiatras modernos han descubierto que la nostalgia sirve cuatro propósitos principales en nuestra vida, cito:
 Genera afectos, incrementa nuestra auto-estima, promueve la solidaridad social y nos ayuda a navegar con éxito las vicisitudes de la vida diaria.
Me siento tentado a agregar: Y lava mejor su ropa. 
En este momento estoy escuchando una gaita zuliana. El cantor pide a su interlocutor: “habláame de Maracaibo, oír en:
Esta gaita me hace pensar en 1956, en la Plaza Baralt, en la terraza del Hotel “Detroit”, en la “bajada de la bandera” los domingos por la tarde,   la Maracaibo del Luis Aparicio “El Grande”, donde me casé y donde nacieron mis hijos y  pasé maravillosos días y años.
Para mí esa gaita no es una invitación al pasado ni motivo de tristeza sino una reafirmación de lo maravilloso del presente.   


5 comentarios:

Anónimo dijo...

No es malo sentir nostalgia por las cosas que fueron en nuestra vida. Otra cosa es sentirla por lo que pudo haber sido y no fue. Eso si puede deprimir. No se si me explico. Igual, felicitaciones por el bonito escrito de hoy

Anónimo dijo...

Carajo, ayer mismo me pareció ver a un señor sentado en el sofá de mi apartamento alquilado. Un señor de lentes, tranquilo sentado. No me asusté. Ahora que escribes esto, Gustavo, te pregunto si te pasaba lo mismo en Holanda. De saber que es así todo confirma por el método de la doble verificación que hay vida después de esta vida.

Maria Teresa van der Ree dijo...



Me gusto mucho tu escrito. Recordar es vivir, sobretodo recordándo lo bueno que vivimos. Para la memoria es excelente recorder.......

F J Baptista dijo...

Estoy de acuerdo que los recuerdos del pasado nos llenan y dan alegría. Hay que verlos como lo que son: memorias de otros tiempos que son irrepetibles porque el mundo cambia, pero cuyo recuerdos nos permite agradecer la suerte de haberlos vivido. Me pasa igual con el tiempo que viví en NYC, hoy una ciudad complicada y menos amable de lo que fue en los años 50 y 60. Recuerdo haber ido con mis padres a recibir el año nuevo en Broadway sin demasiada gente ni necesidad de controles de seguridad. Caminamos desde nuestro apartamento y regresamos igual mientras nevaba en menos de una hora en cada sentido. Igual mis memorias de viajes por Europa, primero con mis padres, luego solo y luego con mi mujer. Mucho cambia y no todo para mejor, pero lo bailado nadie te lo quita.
Aprovecho para desearte todo lo mejor en el 2019, especialmente mucha salud y satisfacciones.

Gustavo dijo...

Gracias por los comentarios, María Teresa y Federico. Tengo una foto, Federico, tomada en el DC-3 de Mobil. "ibamos no recuerdo para donde, quizás Morichal, tu papá, Boyd, de Philips, el Director Legal de Creole y yo. Trataré de sacar copia y hacértela llegar.