miércoles, 27 de noviembre de 2019

Invitación a la aventura

INVITACION A LA AVENTURA
                                                                                                                NO NOS ENCHINCHORREIS
Hace varios años leí un hermoso libro llamado “How to read literature like a professor”,  en el cual un profesor de literatura de Michigan llamado Thomas Foster  decía que todos quienes nos embarcamos en una aventura (A Quest) lo hacemos por una razón que casi nunca es la profesada de manera explícita sino por el anhelo de saber quiénes somos. La aventura es generalmente un viaje al corazón de nuestra propia persona. He tenido algunas aventuras en mi vida: hacer geología de campo en las montañas pluri-ofídicas de Misoa, en el estado Trujillo;  subir al Cerro Santa Ana, en Paraguaná; irme a Indonesia a desafiar a Sukarno para seguir produciendo petróleo para SHELL en Kalimantan (Borneo); renunciar a mi carrera en la industria petrolera venezolana por una cuestión de principios; estudiar de nuevo en una universidad (Johns Hopkins) a los 50 años; regresar a Venezuela en 1989 a ayudar a “componer” al país, sacrificando mi zona de confort en Washington DC; irme a vivir al campo venezolano  a tratar de llevar la civilización a la zona rural; irme a Guayana para tratar de ayudar a manejar la inmanejable Corporación Venezolana de Guayana, CVG.
He recordado estas y otras  aventuras al ver unas viejas fotos  de mi aventura en Indonesia, en los años de 1963 a 1965, hace ya unos 55 años. En mi novela “El Petróleo viene de La Luna” (se puede leer en: http://armasdecoronel.com/portfolio/una-memoria-ciudadana/) explico haber aceptado embarcarme en esa aventura porque me parecía  que debía responder afirmativamente a la emergencia de la empresa SHELL en Indonesia, la empresa que  había hecho posible mis estudios de geología y que hasta ese momento me había tratado tan bien. Aceptar esa peligrosa aventura era un acto de gratitud y de lealtad a la empresa.  Y aunque creo que este fue un factor importante, también estoy seguro de que la razón subyacente fue la de probarme a mí mismo que yo era capaz de enfrentarme a  una situación totalmente novedosa, un reto a lo que usualmente uno llama su “zona de  confort”, probarme a mí mismo que tendría el coraje intelectual y físico  para hacerlo. San Agustín decía: “Nec ego ipse capio totum, quod sum”, Ni yo mismo comprendo todo lo que soy.
Ese anhelo de conocer quien somos es natural. Decía Julián Marías: “Lo que el niño es, se deriva de los padres, de los abuelos, de los antepasados y de los elementos físicos que integran al Cosmos: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, calcio, fósforo, carbono... Pero otra cosa es ¿quién es el niño? El niño que nace es lo que es y es quien es. Y ese quién es justamente lo que tiene de persona, es absolutamente irreductible a todo. No se deriva de los padres, ni se deriva de los antepasados….  hay algo nuevo, algo innovado, algo que ha aparecido que se añade a lo que había antes, que es el quién; el quien de ese niño que acaba de nacer”. Y ese quién somos nosotros y debemos aprender a conocernos.
En este plano de saber quiénes somos, de  descubrimiento personal, mi aventura Indonesia fué muy positiva.  Ciertamente tuvo momentos de riesgo físico, como cuando se atascó el equipo limpiador en el oleoducto que llevaba nuestro petróleo a Balikpapan, donde estaba la refinería. En ese momento Sukarno amenazó con fusilarnos a todos los técnicos extranjeros de Shell, amenaza que nos representó una gran motivación para que resolviéramos el problema. En otra ocasión el sindicato comunista intentó desplazar a nuestro gerente general de su oficina y nosotros, apenas 15 extranjeros, estuvimos tres largos meses ocupando la silla del gerente 24x7, rotándonos en turnos de ocho horas, a fin de no desocupar la silla que era el símbolo de nuestra autoridad, arriesgando a cada instante una confrontación violenta con los miembros del sindicato. En esta crisis aprendí mucho acerca de quién era yo, acerca de mi propia persona, entre otras cosas, que mi sentido del deber compensaba mis temores, así como aprendí bastante sobre mis “enemigos”. Una noche me quedé dormido en la silla del gerente, frente a los tres miembros del sindicato quienes siempre estaban en la oficina con cada uno de nosotros, esperando nuestra rendición.  Inclusive, para mi vergüenza, me había rodado parcialmente de la silla. Al despertar, la oficina estaba a oscuras. Me paré de la silla y abrí cautelosamente la puerta de la oficina. En el pasillo, eran las tres o cuatro de la mañana, los tres sindicalistas estaban sentados en el suelo. Me dijeron: “Lo vimos muy cansado y decidimos esperar afuera a que se despertara”. En esa intensa y peligrosa pugna hubo un lugar para la compasión.  
Una vez superada la crisis con nuestra permanencia en la dirección de la empresa, ellos me dirían la razón de su actitud. Yo los había tratado bien, con dignidad. Ello me fue fácil porque correspondía a mi idiosincrasia, porque en Indonesia yo era un extranjero y llevaba conmigo la experiencia de los extranjeros de SHELL que iban a Venezuela a trabajar. Siempre pensé que la actitud del extranjero debe ser de respeto hacia el país huésped y su gente. Y mucha de la gente de SHELL lo fue. Y quienes no lo fueron también me enseñaron lo que no debía imitar, si es que yo salía de mi país a ser el extranjero en otro país.
Y esa actitud generalmente obtiene una respuesta favorable. Como la compra de alimentos que había pedido a Hong Kong no llegaba a mis manos pregunté a la empresa la razón de la demora. Me dijeron que el comandante militar de Balikpapan era un tirano, quien demoraba esas entregas por hostigarnos. Al oír esto me fui a verlo y le hablé en Bahasa Indonesia, su idioma, sobre la demora de mis objetos (barang barang sadja). El comandante militar (Panglima) me escuchó con una leve sonrisa y de inmediato dio las órdenes para que me entregaran mis objetos en la Aduana. Me dijo: “usted es el primer extranjero de la empresa que me habla en mi propio idioma”.
He aprendido, por experiencia propia, que una salida de nuestra zona de confort, lo que se llama una aventura, frecuentemente ha sido, en paralelo al hecho puramente físico, un viaje al centro de mi propio ser, un acto de descubrimiento personal, una oportunidad de  crecimiento espiritual.

En nuestra zona de confort solo podemos revisitar, día tras día, la misma película. Es al salir de ella que descubrimos nuevas facetas de nuestra persona. Hay riesgos, sí, pero también maravillosas recompensas. 

4 comentarios:

Sebastián dijo...

En "Una Memoria Ciudadana" recuerdo que Usted menciona el atardecer de Juan Griego en la isla de Margarita. Qué bueno es tener esos 30 minutos diario para detenerse ante esos escenarios y pensar y reflexionar sobre las vivencias. La que más me ha impresionado es en la que Usted camina, luego de horas y horas en los campos petroleros, y con uniforme de campo lleno de tierra, llegando extenuado a su casa, de repente alza la mirada y está el entonces presidente de Shell junto a su esposa, quien lo ve y le pregunta cómo se llama.

Gustavo Coronel dijo...

Y ese encuentro con el presidente de Shell, querido Sebastián, cambió mi carrera para siempre. Fue un caso de serendipity, el cual tuvo influencia decisiva en mi vida.

F J Baptista dijo...

Bello comentario Don Gustavo. La vida esta' llena de momentos especiales, muchos que no hemos planificado o esperado. Feliz Dia de Gracias para ti y todos los tuyos.

alreds dijo...

Apreciado Sr. Coronel, gracias por este excelente articulo. Yo le sigo con frecuencia y leo sus escritos con mucho interes ya que usted tiene la habilidad se expresar lo que muchos hemos vivido y sentimos como venezolanos que andamos por el mundo y a la vez hemos tenido experiencias similares. Mis respetos y mas cordiales saludos.