“Hoy vi al enemigo y el enemigo somos nosotros”
Walt Kelly, artista creador de Pogo
Al cambiar impresiones sobre el país entre un grupo de
amigos de clase media, gente muy bien informada, he llegado a pensar que si extrapolo
estas conversaciones a lo que millones de venezolanos como nosotros pudiera estar conversando, ello
podría explicar lo difícil que se nos ha hecho salir del miserable régimen
chavista. Como decía Pogo, hoy vi al
enemigo y el enemigo somos nosotros.
En nuestro pequeño grupo hay dos posiciones encontradas:
Una, la mayoritaria, la cual podríamos llamar pragmática,
tiende a ver el proceso político que se
desarrolla en Venezuela desde una perspectiva estratégica convencional. Para
esa posición el diálogo es una estrategia que teníamos que llevar a cabo, dada
la insistencia internacional. No podíamos aparecer intransigentes. Piensan que,
a pesar de que no ha dado mucho resultado, ha servido para revelar la
naturaleza macabra del régimen (como si eso no se supiera ya hasta la saciedad)
y para “captar al Vaticano como aliado”, citando al padre Virtuoso. Agregan que, lamentablemente,
la oposición ha perdido ese round, porque no envió a la mesa del diálogo a sus
mejores hombres sino a un grupo mediocre. Añaden que, si – por ejemplo - se nos propusiera la salida de Maduro a
cambio de la amnistía para Diosdado Cabello, deberíamos aceptarlo de inmediato,
porque el país “saldría ganando”.
La otra perspectiva, minoritaria, que podríamos llamar
idealista, no ve lo que ocurre en el
país como un proceso político convencional, como los que solíamos tener en el
pasado, durante el bipartidismo adecopeyano. Esto que tenemos hoy es diferente,
es una situación que enfrenta a un régimen dictatorial, despótico, corrupto,
cruel e inepto y a una población que desea libertad, democracia, comida, medicinas
y seguridad ciudadana. Para quienes defienden esta postura el diálogo entre
víctimas y victimarios es visto como inmoral e inaceptable. Piensan que la
estrategia pragmática que acepta el diálogo es equivocada porque valida el
crimen cometido y abrirá la puerta a una recurrencia futura de la barbarie que
hemos visto florecer en Venezuela durante los últimos 17 años. Aparecerán “otros
candidatos a ser Chávez”, algunos ya andan por allí (Henri Falcón, Rodríguez
Torres, Cliver Alcalá). Negociar una salida de Maduro por un borrón y cuenta
nueva para Cabello sería ceder principios que deberían formar parte de nuestra
columna vertebral espiritual. La solución para Venezuela no es una negociación
con el Diablo sino la rebelión ciudadana, la resistencia a toda costa, la
protesta masiva, la huelga general indefinida, la decidida acción cívica cueste
lo que cueste.
Quienes disienten de esta postura idealista la creen
rígida e impráctica. ¿Quién va a liderar este movimiento? ¿No nos conducirá a
la guerra civil? ¿No atenta contra la Unidad de la oposición? ¿No está la gente
cansada de tanta marcha? Vean que diez de los cancilleres de la región nos
piden mantener el diálogo. La misma Iglesia está confundida e indecisa, parece
decir una cosa en unos labios y otra cosa en otros labios. Algunos de la MUD
opinan en contra del diálogo pero otros no han rechazado la convocatoria del 13
de Enero. Argumenta el grupo pragmático que quienes lideran la postura principista
o están en prisión, como Leopoldo, o tienen una baja puntuación en las
encuestas, como María Corina. El grupo pragmático piensa que el régimen está
implosionando. Dice: Dejemos que termine
de hundirse solo.
Sin embargo, quienes se adhieren a la postura idealista
argumentan que 21 expresidentes latinoamericanos rechazan el diálogo y que dejar
implosionar al régimen quizás resuelve el problema político pero no el problema
ético. Para que el país pueda redimirse moralmente es necesario que el régimen
sea expulsado, no solamente que muera de ineptitud. Por otra parte, dice este
grupo idealista, el dilema diálogo o sangre es falso. No le hemos dado la
debida oportunidad a la protesta masiva para desecharla a priori. Si los
ciudadanos se rebelan haciendo uso de sus derechos y deberes constitucionales,
dicen los idealistas, la Fuerza Armada no se atreverá a masacrarlo, pero el
otro grupo responde: ¿quién se atreverá a poner esto a prueba? Mientras los pragmáticos
argumentan que la huelga general fracasó en el pasado los idealistas insisten
en que cada circunstancia es diferente y el pasado no tiene por qué repetirse
(con perdón de Santayana).
Cuando pienso que en Venezuela todos quienes deseamos ver
al miserable régimen chavista fuera del poder parecemos girar en torno de estas
perspectivas contrapuestas llego a la conclusión de que no vamos a salir nunca
del lodazal, a menos que aparezcan líderes que destranquen este estancamiento y
puedan inspirar al pueblo a rebelarse. Encuestas dadas a conocer por el periodista
Norberto Mazza indican que un 67% de los venezolanos quiere calle, protesta, rebelión,
actos creativos de desobediencia civil. Solo parecen esperar líderes que los
lleven por ese camino. Por cierto, ese líder o líderes no tienen por qué ser de
la MUD. Pueden venir de cualquier sector de nuestra sociedad civil. Según las
encuestas los tres líderes con más aceptación en Venezuela son Leopoldo López,
Henrique Capriles y, lejos, Henry Ramos Allup. María Corina está muy baja, a
pesar de sus admirables esfuerzos. Para mí esta admirable compatriota debería
estar de segunda, después de Leopoldo.
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Post data: en lo que sí está de acuerdo el grupo es que
la MUD debe llevar a cabo una renovación de su liderazgo. Gente como Timoteo
Zambrano debe irse, no más guabineo entre los líderes. Un nuevo Secretario General
es necesario. Cuando el equipo de béisbol está perdiendo botan al manager, no
porque el manager sea mala gente sino porque el equipo requiere un nuevo motor.
¿Quién podría ser un nuevo Secretario General? Se
barajaron varios nombres entre el grupo, pero solo uno pasó, unánimemente, el examen.
No estoy en libertad de dar su nombre aquí.
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