COMIENZO A ATRAVESAR MI DARIEN
En el umbral de los 90 años asisto a mi primera
cita de 2023 con mi médico, quién es amable aunque un tanto distante.
Me dice: “Vamos a revisar su historia” y va
recitando:
“Hernia
inguinal, reparada; insuficiencia venosa moderada; gota crónica en el pie
izquierdo (último episodio hace cuatro años); bradicardia y block cardíaco (se
instaló marcapasos);Osteoartritis generalizada; Hiperlipidemia, bien controlada
con estatinas; Reflujos gastroesofágicos ocasionales controlados con Omeprazol;
artritis reumatoide moderada a severa; episodio de hematuria severa, identificación
de masa cancerosa uretral, cálculo renal
e hidronefrosis renal: riñón y uréter removidos quirúrgicamente; cistoscopias
de control cada seis meses; moderada calcificación aórtica; neuropatías
generalizadas; cataratas, removidas quirúrgicamente en 2021; enfermedad
arterial coronaria; fibrilación atrial paroxística; hipertenso desde 1963, razonablemente bajo control; contracciones
ventriculares prematuras, PVC’s. “.
Al terminar su enumeración, me ausculta, me
palpa los tobillos y me dice: “Todo luce
bajo control, se ve en excelentes condiciones. Me gusta su camisa, ¿cómo se siente?”.
Le digo: “Bastante bien. Me duele todo pero no me duele realmente
nada. Como bien, duermo bien, camino un par de millas cinco días a la semana, a
veces más; leo, escribo en mi blog, me
mantengo activo, tengo una suscripción al New York Times que me mantiene bien
informado. Mis hijos y mis amigos me cuidan”.
Mi médico me escucha y sonríe. Es todo lo que
puedo esperar. Los médicos se ocupan del cuerpo, no tanto de la mente y mucho
menos del alma. No porque consideren que esos aspectos no son importantes sino
porque no están entrenados para ello. La medicina actual es bastante impersonal
y exige cada vez mayor especialización. Cuando me implantaron el marcapasos le
pregunté al médico: “¿Cómo afectará este implante mi hipertensión?” Y, me respondió:
“Pregúntele al plomero. Yo soy electricista”.
La buena noticia es que mantener el cuerpo
funcionando más o menos bien es relativamente sencillo. La vejez no es un plano
inclinado sino, más bien, una escalera, con descansos cada cinco o seis
escalones. La persona se estabiliza por cierto tiempo y, de repente, zuás… baja
varios escalones con rapidez.
Lo más complicado de la vejez es lo que pasa
en la mente. Es indispensable que el anciano conserve deseo de vivir, el cual
está esencialmente apuntalado por su capacidad de proyectarse hacia el futuro.
Estamos vivos cuando aún anhelamos algo que consideramos alcanzable, lo cual
nos lleva a luchar por adquirirlo, ya sea conocimientos, ganar afectos, escribir
un libro, aprender un nuevo idioma o completar un proyecto.
La vejez se enfrenta, casi inevitablemente, a
un proceso de aislamiento. Van cesando las llamadas y las invitaciones, mueren
íntimos amigos y amigas quienes formaban parte importante de nuestro mundo, por
lo que el mundo circundante va
pareciendo cada vez más extraño. Inclusive en el círculo familiar, donde somos
queridos y protegidos, algunos viejos se comienzan a sentir como un jarrón
chino. Las animadas conversaciones en la mesa con la gente joven son
generalmente tan rápidas que no se entienden o no se escuchan bien. Cuando el
anciano aventura un comentario puede sonar tan “demodé” que genera un breve
silencio en la mesa, después del cual
continua la conversación, como si
una arena movediza se cerrara de nuevo.
El anciano piensa: ¿será que no me escucharon? Lo
escucharon, pero no lo oyeron, se ha hecho semi- invisible.
En esta etapa de nuestras vidas los ancianos siempre
tenemos un camino siempre abierto, el camino de ser útil y ello requiere concentrar
toda nuestra capacidad de esfuerzo remanente en uno o dos objetivos. Tratemos de concentrarnos en un proyecto que
pueda tender un puente entre dos mundos, el nuestro y el otro, el que se va y
el que se queda.
Aunque amo la poesía de Vicente Gerbasi y me
conmociona espiritualmente su línea: “Venimos de la noche y hacia la noche
vamos” (“Mi Padre el Inmigrante), en nuestra actitud frente a la muerte me
identifico con Dylan Thomas, quien dice en uno de sus poemas (mi traducción):
No te vayas en silencio hacia la noche
La vejez debe luchar contra el
final del día
(y) Protestar contra la muerte de
la luz
Los hombres que le han cantado al
sol en pleno vuelo
No se van tranquilos hacia la noche…
Lucha, lucha contra la muerte de
la luz.
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Mientras hago estas reflexiones sobre esta
visita de rutina a mi médico, espero lo realmente importante, el inicio de la
temporada de béisbol de grandes ligas, dentro de tres meses. Para los ancianos
el béisbol es lo más parecido a la inmortalidad, ya que siempre habrá otro juego.
Post Data
Otra buena noticia para los ancianos es que
probablemente no tendrán que elegir entre Biden y Trump en 2024.
4 comentarios:
I hear you Mr. Coronel. In my case I try to always remember the following words of wisdom:
- Don't regret growing older; it's a privilege denied to many ..
No regrets! On the contrary. I am enjoying every minute of it.
Más claro no canta un gallo...
Si que bueno no? …
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