martes, 24 de enero de 2023

 


COMIENZO A ATRAVESAR MI DARIEN

En el umbral de los 90 años asisto a mi primera cita de 2023 con mi médico, quién es amable aunque un tanto distante.

Me dice: “Vamos a revisar su historia” y va recitando:

“Hernia inguinal, reparada; insuficiencia venosa moderada; gota crónica en el pie izquierdo (último episodio hace cuatro años); bradicardia y block cardíaco (se instaló marcapasos);Osteoartritis generalizada; Hiperlipidemia, bien controlada con estatinas; Reflujos gastroesofágicos ocasionales controlados con Omeprazol; artritis reumatoide moderada a severa; episodio de hematuria severa, identificación de masa cancerosa  uretral, cálculo renal e hidronefrosis renal: riñón y uréter removidos quirúrgicamente; cistoscopias de control cada seis meses; moderada calcificación aórtica; neuropatías generalizadas; cataratas, removidas quirúrgicamente en 2021; enfermedad arterial coronaria; fibrilación atrial paroxística; hipertenso desde 1963,  razonablemente bajo control; contracciones ventriculares prematuras, PVC’s. “.

Al terminar su enumeración, me ausculta, me palpa los tobillos y me dice: “Todo luce bajo control, se ve en excelentes condiciones. Me gusta su camisa,  ¿cómo se siente?”.

Le digo: “Bastante  bien. Me duele todo pero no me duele realmente nada. Como bien, duermo bien, camino un par de millas cinco días a la semana, a veces más; leo, escribo en mi blog,  me mantengo activo, tengo una suscripción al New York Times que me mantiene bien informado. Mis hijos y mis amigos me cuidan”.

Mi médico me escucha y sonríe. Es todo lo que puedo esperar. Los médicos se ocupan del cuerpo, no tanto de la mente y mucho menos del alma. No porque consideren que esos aspectos no son importantes sino porque no están entrenados para ello. La medicina actual es bastante impersonal y exige cada vez mayor especialización. Cuando me implantaron el marcapasos le pregunté al médico: “¿Cómo afectará este implante mi hipertensión?” Y, me respondió: “Pregúntele al plomero. Yo soy electricista”.

La buena noticia es que mantener el cuerpo funcionando más o menos bien es relativamente sencillo. La vejez no es un plano inclinado sino, más bien, una escalera, con descansos cada cinco o seis escalones. La persona se estabiliza por cierto tiempo y, de repente, zuás… baja varios escalones con rapidez.  

Lo más complicado de la vejez es lo que pasa en la mente. Es indispensable que el anciano conserve deseo de vivir, el cual está esencialmente apuntalado por su capacidad de proyectarse hacia el futuro. Estamos vivos cuando aún anhelamos algo que consideramos alcanzable, lo cual nos lleva a luchar por adquirirlo, ya sea conocimientos, ganar afectos, escribir un libro, aprender un nuevo idioma o completar un proyecto.

La vejez se enfrenta, casi inevitablemente, a un proceso de aislamiento. Van cesando las llamadas y las invitaciones, mueren íntimos amigos y amigas quienes formaban parte importante de nuestro mundo, por lo que  el mundo circundante va pareciendo cada vez más extraño. Inclusive en el círculo familiar, donde somos queridos y protegidos, algunos viejos se comienzan a sentir como un jarrón chino. Las animadas conversaciones en la mesa con la gente joven son generalmente tan rápidas que no se entienden o no se escuchan bien. Cuando el anciano aventura un comentario puede sonar tan “demodé” que genera un breve silencio en la mesa, después del cual  continua la conversación,  como si una arena movediza se cerrara de nuevo. 

El anciano piensa: ¿será que no me escucharon?  Lo escucharon, pero no lo oyeron, se ha hecho semi- invisible.

En esta etapa de nuestras vidas los ancianos siempre tenemos un camino siempre abierto, el camino de ser útil y ello requiere concentrar toda nuestra capacidad de esfuerzo remanente en uno o dos objetivos.  Tratemos de concentrarnos en un proyecto que pueda tender un puente entre dos mundos, el nuestro y el otro, el que se va y el que se queda.  

Aunque amo la poesía de Vicente Gerbasi y me conmociona espiritualmente su línea: “Venimos de la noche y hacia la noche vamos” (“Mi Padre el Inmigrante), en nuestra actitud frente a la muerte me identifico con Dylan Thomas, quien dice en uno de sus poemas (mi traducción):  

 No te vayas en silencio hacia la noche

La vejez debe luchar contra el final del día

(y) Protestar contra la muerte de la luz

Los hombres que le han cantado al sol en pleno vuelo

No se van tranquilos hacia la noche…  

Lucha, lucha contra la muerte de la luz.

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Mientras hago estas reflexiones sobre esta visita de rutina a mi médico, espero lo realmente importante, el inicio de la temporada de béisbol de grandes ligas, dentro de tres meses. Para los ancianos el béisbol es lo más parecido a la inmortalidad, ya que siempre habrá otro juego.

Post Data

Otra buena noticia para los ancianos es que probablemente no tendrán que elegir entre Biden y Trump en 2024.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

I hear you Mr. Coronel. In my case I try to always remember the following words of wisdom:
- Don't regret growing older; it's a privilege denied to many ..

Gustavo Coronel dijo...

No regrets! On the contrary. I am enjoying every minute of it.

Anónimo dijo...

Más claro no canta un gallo...

Anónimo dijo...

Si que bueno no? …